De madrugada, una tragedia. Un anciano ingresado en la residencia de Leceñes, en Asturias, murió al incendiarse una habitación del centro y extenderse el humo a toda la segunda planta , según los primeros datos que a las dos y veinte de la madrugada de hoy, miércoles, pudo recabar sobre el terreno La Nueva España, de Prensa Ibérica. Otros 26 internos y una trabajadora tuvieron que ser hospitalizados. Tres de los heridos están muy graves. La mayor parte de las afecciones son por inhalación de humo.
El despliegue de medios de emergencia fue espectacular, con un hospital de campaña montando a la misma puerta del geriátrico. Sobre la marcha eran intubados allí mismo algunos de los atendidos. Familiares de los ingresados seguían con angustia desde el exterior las labores. Toda la parroquia permaneció en vilo.
El fuego comenzó en una habitación por circunstancias que todavía no han podido aclararse. Las personas que la ocupaban y la trabajadora que las atendió en un primer momento son quienes resultaron peor parados del siniestro. Sirenas, Guardia Civil , bomberos, policías locales… los alrededores del geriátrico parecían un campo de batalla.
En un ir y venir incesante de trece ambulancias, los evacuados fueron trasladados a cuatro hospitales según la disponibilidad de camas y la gravedad de sus estado: el Huca, en Oviedo; Cabueñes, en Gijón; el del Valle del Nalón, en Riaño (Langeo) y el de Mieres.
La confusión fue grande en un primer momento, pero el operativo se organizó con rapidez. En dos horas la situación quedó controlada. Algunos ancianos salían inconscientes. Varios respiraron el humo mientras dormían. Los internos en plantas inferiores, las que por el diseño sobre el terreno de la residencia quedan casi como subterráneas, estaban perfectamente aislados y no tuvieron que salir de sus habitaciones. Aunque desde ellas siguieron con el lógico miedo y preocupación todo el rescate. En total, dentro de las instalaciones del complejo quedaron 44 mayores, a salvo de cualquier incidencia.
Los sanitarios evaluaban sobre la marcha qué personas necesitaban asistencia médica y cuáles no, y dirigían los traslados. El fuego empezó pasada la una de la madrugada. A las tres partía la última ambulancia con destino a un centro sanitario. El máximo peligro había pasado. Aflojaba la tensión, pero era entonces cuando las lágrimas contenidas y la emoción brotaban.
Los testimonios
Uno de los héroes del rescate de Valdesoto: “Encerré a tres ancianos en una habitación y puse una camiseta mojada bajo la puerta”
Se llama Lucas Díaz y acaba de ser padre. Vive junto al palacio de Valdesto, en Siero, a poca distancia de la residencia geriátrica cuya segunda planta ardió en la madrugada de este miércoles, y fue el primero en auxiliar a los ancianos y uno de los héroes del rescate.
Por lo poco que pueden dormir los padres de una criatura de tres meses, fue que Díaz y su mujer estaban fumando en el exterior de su casa y a eso de la una de la madrugada escucharon sonar la alarma de la residencia. Su pareja le dijo que le parecía ver humo. No se lo pensó, cogió su coche y se plantó en dos minutos ante la residencia. El primero. Llegó en zapatillas. Eso sí, con su ventolín en el bolsillo, que no olvido coger porque es asmático e intuía a lo que podía enfrentarse.
“Escuché a una señora pedir auxilio. Vi que la habitación de al lado salía humo, no me lo pensé y salté el muro. Otra señora de la planta baja me abrió una puerta y entré. Ayudé a tres personas a guardarse en una habitación, mojamos la camiseta con agua, a la espera de que llegasen los bomberos”, cuenta este sierense de Leceñes, que ayudó a Policía Local, Guardia Civil y Bomberos a sacar a los residentes. Luego otro vecino le prestó una sudadera. Volvió a mojarla y repitió la misma operación para que los mayores no inhalaran humo.
“Al final te das cuenta de que pueden ser tus abuelos, no me lo pensé y actúe”, rememoraba después de las tres de la madrugada todavía al pie del cañón, cuando lo peor ya había pasado y aún conmocionado por lo vivido.
Su mujer fue la que alertó a los servicios de emergencia. El despliegue fue espectacular. La fila de vehículos llegaba desde la carretera general, donde está la desviacion junto a la iglesia hacia la carretera de Leceñes, hasta la residencia. Ahí estaban aparcados a lo largo de la cuesta ambulancias, camiones y coches de las fuerzas de seguridad a lo largo de unos 300 metros.
Otro vecino, Sergio Gago, también aportaba su testimonio. “Lo primero que escuché fue a una señora gritar ‘Sacadme, que me quema la habitación’”, explica. “Ayudé a ir evacuando a los ancianos. Fue difícil, muchos tenían poca movilidad”, cuenta.
A pocos metros, en una casa casi pegada a la residencia vive otro joven, Juan Riestra. “Nos alertó el perro con sus ladridos. Salimos y escuchamos la alarma. Ya vimos todo el follón. Ayudamos a los bomberos a tirar las mangueras. Les trajimos unos calderos para que pudieran limparse la cara”.
“Es algo que impacta, ver gente mayor en una situación así… algunos estaban algo desorientados”, coinciden en señalar quienes se acercaron para asistir a los intoxicados en los primeros minutos del suceso.
Los sanitarios eran los encargados de transmitir calma y serenidad. Muchos evacuados salían conscientes de la situación, pero otras algo aturdidas. “Estás en el prau de la residencia, no te diste cuenta de que hubo un incendio, pero ya ha pasado todo”, le decía uno de los profesionales a una residente, en el hospital de campaña montado a la entrada. Pudo ser una tragedia. Jamás podrán olvidarlo.