En el PP trabajan con el escenario de que Pedro Sánchez avanza hacia un acuerdo con Junts que le permitirá llegar a la presidencia del Gobierno. A pesar de que Alberto Núñez Feijóo tiene el encargo de intentar una investidura en primer lugar, y en el PSOE insisten en que no pretenden mover ficha —al menos formalmente— hasta que el dirigente popular fracase, en Génova ven poco probable otra opción. Algunos dirigentes de peso siguen optando por la prudencia, señalando el efecto de “imprevisibilidad” que siempre implica pactar con Carles Puigdemont. Y añaden otra variable: la opción de que el “precio a pagar sea tan, tan alto” que finalmente el PSOE pueda replantearse otra vía: nuevas elecciones.
Feijóo, sin embargo, está asentando su discurso en que habrá Gobierno de Sánchez. Y lo hace en dos direcciones. Por un lado, tratando de tensionar al Partido Socialista en su conjunto para, de alguna manera, colectivizar la responsabilidad de una futura ley de amnistía. “Aquí no vale decir que es todo Sánchez y el resto ponerse de perfil”, dicen fuentes populares.
Como publicó este diario, la idea de movilizar a sus barones y el resto de cuadros en parlamentos autonómicos y ayuntamientos tiene ese objetivo: que cada dirigente socialista “asuma” lo que su líder de filas está negociando en Madrid para volver a la Moncloa otra legislatura. Que haya dirigentes de la ‘vieja guardia’ como Felipe González y Alfonso Guerra que solo cosechan críticas del actual PSOE es un incentivo más para el PP.
La presión llegará por distintos frentes: obligando a votar iniciativas en las instituciones o poniendo nombre y apellidos a los dirigentes que transigen con una amnistía que hasta hace pocas semanas en el PSOE negaban como posibilidad (ya lo hicieron con la reforma del Código Penal que reformó la malversación y acabó con la sedición). Y en última instancia, el PP también contempla la vía judicial.
La otra clave para Feijóo, como evidenció ayer en la junta directiva nacional de su partido, es un endurecimiento del discurso que permita confrontar de manera muy clara “los dos modelos que existen para llegar al Gobierno”, como dicen en su equipo.
La semana pasada el líder del PP ya dejó entrever que su discurso de investidura estará basado en el principio de igualdad de los ciudadanos ante el “abandono del PSOE de esa bandera”, negando “privilegios” o “chantajes” para unos pocos dirigentes independentistas. “El precio que va a pagar Sánchez es inaceptable”, repitió el líder del PP. Pero ayer dio un paso más en el tono y en la semántica escogida, anticipando que en las próximas semanas los reproches hacia el socialismo no pararán. “Tenemos que trasladar a los españoles que no consentimos los despropósitos que vamos a vivir en las próximas semanas”, aseguró.
“Prefiero mirar a los ojos a la gente desde la oposición a tener que bajar la cabeza para entrar en Moncloa. Os puedo asegurar que siempre merece la pena elegir el camino de la libertad y más cuando esa libertad está en juego. Y siempre merece la pena elegir el camino de la dignidad, y más cuando la indignidad amenaza con inundarlo todo”, dijo, levantando quizá los aplausos más fuertes de todo el discurso.
Lo que desveló con ese mensaje y con otros como el de — “no tengo esperanza en que este PSOE vuelva a los acuerdos de Estado, pero a mí me han elegido para que insista una y otra vez en ellos, no para que abandone el sentido de Estado”— es hasta qué punto el líder del PP se ve ya ejerciendo de líder de la oposición de nuevo.
Lo que también intenta trasladar a sus filas es la idea de que el pacto que Sánchez podría cerrar con Junts no será estable. Y en el PP siguen dando por hecho que si hay acuerdo, la legislatura será corta. “Si no gobernamos ahora, lo haremos pronto”, repite Feijóo desde hace días en todos sus discursos.
A pesar del ruido interno que han generado algunas decisiones de Feijóo, que sobre todo las ha cuestionado el líder del PP catalán, Alejandro Fernández, la realidad es que hay consenso en prácticamente todos los dirigentes de peso en que el líder gallego tenía que intentar una investidura. Lo defendieron desde la noche del 23J a sabiendas de que no habría suma posible por el veto del PNV a Vox incluso consiguiendo, como hizo el PP, que Santiago Abascal renunciara a estar en un hipotético gobierno por escrito. Pero los barones autonómicos insistieron en decirle a Feijóo que debía intentarlo por mucho que otros sectores, incluido el Gobierno en funciones, lo calificara de “ficción”.
Lo que sí ha habido en las pasadas semanas es una sensación de cierto descontrol. El hecho de abrirse a una reunión con Junts (quizá fueron las palabras de Esteban González Pons lo que más descolocó en el mes de agosto a distintos dirigentes) o que después asumiera terminología independentista al hablar de buscar “un encaje a Cataluña” dentro de la Constitución provocaba dudas dentro de las filas conservadoras, que temían no estar explicando bien la hoja de ruta. A eso se suman disfunciones orgánicas importantes como el hecho de que la mitad de la dirección nacional no supiera que se iba a cerrar una nueva coalición con Vox en la Región de Murcia hasta escasas horas antes.
Feijóo convocó esta junta directiva nacional con el objetivo de arrancar el curso y la dana que golpeó duramente el centro peninsular obligó a retrasarla una semana. Ayer faltaron algunos barones de peso, el mensaje llegó igual. El líder del PP pide volcar todos los recursos posibles en presionar al PSOE: “Aunque nada cambie. Lo que no podemos es cruzarnos de brazos. En política y en unas semanas puede pasar de todo”, repiten en Génova 13.