Fiesta de El Charco en La Aldea de San Nicolás 2023

Andrés Cruz

Con un paso lento y después de haber dado una vuelta alrededor del charco, Rosa García se agacha, recoge una piedra del suelo y con los ojos cerrados y alguna que otra lágrima cayéndole por el rostro, la tira y pide un deseo. Con apenas cuatro años, sus padres la trajeron a vivir a La Aldea, a una casita “detrás de esa arboleda, justo al lado del charco” tal y como relata ella misma. A sus 80 años, recuerda a la perfección sus primeras veces en El Charco, una fiesta que le inculcó tanto su madre como su tío desde que era muy pequeña. 

“Yo recuerdo meterme desde que era muy joven” confiesa con nostalgia. La añoranza que siente al saber que este año, por motivos de salud, no podrá hacerlo. “He pedido un deseo porque es el primer año que no me voy a meter a las cinco de la tarde en el Charco”, dice. Recién operada de cataratas, su médico le ha aconsejado que no lo haga, motivo por el que ella misma ha decidido, desde por la mañana, dar una vuelta alrededor del perímetro y pedir el deseo de que el próximo año, pueda volver a vivir esta experiencia, pero esta vez pudiendo bañarse y disfrutar.




Fiesta de El Charco en La Aldea de San Nicolás 2023

Andrés Cruz

Con un paso lento y después de haber dado una vuelta alrededor del charco, Rosa García se agacha, recoge una piedra del suelo y con los ojos cerrados y alguna que otra lágrima cayéndole por el rostro, la tira y pide un deseo. Con apenas cuatro años, sus padres la trajeron a vivir a La Aldea, a una casita “detrás de esa arboleda, justo al lado del charco” tal y como relata ella misma. A sus 80 años, recuerda a la perfección sus primeras veces en El Charco, una fiesta que le inculcó tanto su madre como su tío desde que era muy pequeña. 

“Yo recuerdo meterme desde que era muy joven” confiesa con nostalgia. La añoranza que siente al saber que este año, por motivos de salud, no podrá hacerlo. “He pedido un deseo porque es el primer año que no me voy a meter a las cinco de la tarde en el Charco”, dice. Recién operada de cataratas, su médico le ha aconsejado que no lo haga, motivo por el que ella misma ha decidido, desde por la mañana, dar una vuelta alrededor del perímetro y pedir el deseo de que el próximo año, pueda volver a vivir esta experiencia, pero esta vez pudiendo bañarse y disfrutar.




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Andrés Cruz

Con un paso lento y después de haber dado una vuelta alrededor del charco, Rosa García se agacha, recoge una piedra del suelo y con los ojos cerrados y alguna que otra lágrima cayéndole por el rostro, la tira y pide un deseo. Con apenas cuatro años, sus padres la trajeron a vivir a La Aldea, a una casita “detrás de esa arboleda, justo al lado del charco” tal y como relata ella misma. A sus 80 años, recuerda a la perfección sus primeras veces en El Charco, una fiesta que le inculcó tanto su madre como su tío desde que era muy pequeña. 

“Yo recuerdo meterme desde que era muy joven” confiesa con nostalgia. La añoranza que siente al saber que este año, por motivos de salud, no podrá hacerlo. “He pedido un deseo porque es el primer año que no me voy a meter a las cinco de la tarde en el Charco”, dice. Recién operada de cataratas, su médico le ha aconsejado que no lo haga, motivo por el que ella misma ha decidido, desde por la mañana, dar una vuelta alrededor del perímetro y pedir el deseo de que el próximo año, pueda volver a vivir esta experiencia, pero esta vez pudiendo bañarse y disfrutar.




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Andrés Cruz

Con un paso lento y después de haber dado una vuelta alrededor del charco, Rosa García se agacha, recoge una piedra del suelo y con los ojos cerrados y alguna que otra lágrima cayéndole por el rostro, la tira y pide un deseo. Con apenas cuatro años, sus padres la trajeron a vivir a La Aldea, a una casita “detrás de esa arboleda, justo al lado del charco” tal y como relata ella misma. A sus 80 años, recuerda a la perfección sus primeras veces en El Charco, una fiesta que le inculcó tanto su madre como su tío desde que era muy pequeña. 

“Yo recuerdo meterme desde que era muy joven” confiesa con nostalgia. La añoranza que siente al saber que este año, por motivos de salud, no podrá hacerlo. “He pedido un deseo porque es el primer año que no me voy a meter a las cinco de la tarde en el Charco”, dice. Recién operada de cataratas, su médico le ha aconsejado que no lo haga, motivo por el que ella misma ha decidido, desde por la mañana, dar una vuelta alrededor del perímetro y pedir el deseo de que el próximo año, pueda volver a vivir esta experiencia, pero esta vez pudiendo bañarse y disfrutar.




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Andrés Cruz

Con un paso lento y después de haber dado una vuelta alrededor del charco, Rosa García se agacha, recoge una piedra del suelo y con los ojos cerrados y alguna que otra lágrima cayéndole por el rostro, la tira y pide un deseo. Con apenas cuatro años, sus padres la trajeron a vivir a La Aldea, a una casita “detrás de esa arboleda, justo al lado del charco” tal y como relata ella misma. A sus 80 años, recuerda a la perfección sus primeras veces en El Charco, una fiesta que le inculcó tanto su madre como su tío desde que era muy pequeña. 

“Yo recuerdo meterme desde que era muy joven” confiesa con nostalgia. La añoranza que siente al saber que este año, por motivos de salud, no podrá hacerlo. “He pedido un deseo porque es el primer año que no me voy a meter a las cinco de la tarde en el Charco”, dice. Recién operada de cataratas, su médico le ha aconsejado que no lo haga, motivo por el que ella misma ha decidido, desde por la mañana, dar una vuelta alrededor del perímetro y pedir el deseo de que el próximo año, pueda volver a vivir esta experiencia, pero esta vez pudiendo bañarse y disfrutar.




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Con un paso lento y después de haber dado una vuelta alrededor del charco, Rosa García se agacha, recoge una piedra del suelo y con los ojos cerrados y alguna que otra lágrima cayéndole por el rostro, la tira y pide un deseo. Con apenas cuatro años, sus padres la trajeron a vivir a La Aldea, a una casita “detrás de esa arboleda, justo al lado del charco” tal y como relata ella misma. A sus 80 años, recuerda a la perfección sus primeras veces en El Charco, una fiesta que le inculcó tanto su madre como su tío desde que era muy pequeña. 

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“Yo recuerdo meterme desde que era muy joven” confiesa con nostalgia. La añoranza que siente al saber que este año, por motivos de salud, no podrá hacerlo. “He pedido un deseo porque es el primer año que no me voy a meter a las cinco de la tarde en el Charco”, dice. Recién operada de cataratas, su médico le ha aconsejado que no lo haga, motivo por el que ella misma ha decidido, desde por la mañana, dar una vuelta alrededor del perímetro y pedir el deseo de que el próximo año, pueda volver a vivir esta experiencia, pero esta vez pudiendo bañarse y disfrutar.




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“Yo recuerdo meterme desde que era muy joven” confiesa con nostalgia. La añoranza que siente al saber que este año, por motivos de salud, no podrá hacerlo. “He pedido un deseo porque es el primer año que no me voy a meter a las cinco de la tarde en el Charco”, dice. Recién operada de cataratas, su médico le ha aconsejado que no lo haga, motivo por el que ella misma ha decidido, desde por la mañana, dar una vuelta alrededor del perímetro y pedir el deseo de que el próximo año, pueda volver a vivir esta experiencia, pero esta vez pudiendo bañarse y disfrutar.




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“Yo recuerdo meterme desde que era muy joven” confiesa con nostalgia. La añoranza que siente al saber que este año, por motivos de salud, no podrá hacerlo. “He pedido un deseo porque es el primer año que no me voy a meter a las cinco de la tarde en el Charco”, dice. Recién operada de cataratas, su médico le ha aconsejado que no lo haga, motivo por el que ella misma ha decidido, desde por la mañana, dar una vuelta alrededor del perímetro y pedir el deseo de que el próximo año, pueda volver a vivir esta experiencia, pero esta vez pudiendo bañarse y disfrutar.




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Fiesta de El Charco en La Aldea de San Nicolás 2023

Andrés Cruz

Con un paso lento y después de haber dado una vuelta alrededor del charco, Rosa García se agacha, recoge una piedra del suelo y con los ojos cerrados y alguna que otra lágrima cayéndole por el rostro, la tira y pide un deseo. Con apenas cuatro años, sus padres la trajeron a vivir a La Aldea, a una casita “detrás de esa arboleda, justo al lado del charco” tal y como relata ella misma. A sus 80 años, recuerda a la perfección sus primeras veces en El Charco, una fiesta que le inculcó tanto su madre como su tío desde que era muy pequeña. 

“Yo recuerdo meterme desde que era muy joven” confiesa con nostalgia. La añoranza que siente al saber que este año, por motivos de salud, no podrá hacerlo. “He pedido un deseo porque es el primer año que no me voy a meter a las cinco de la tarde en el Charco”, dice. Recién operada de cataratas, su médico le ha aconsejado que no lo haga, motivo por el que ella misma ha decidido, desde por la mañana, dar una vuelta alrededor del perímetro y pedir el deseo de que el próximo año, pueda volver a vivir esta experiencia, pero esta vez pudiendo bañarse y disfrutar.




Fiesta de El Charco en La Aldea de San Nicolás 2023

Andrés Cruz

Con un paso lento y después de haber dado una vuelta alrededor del charco, Rosa García se agacha, recoge una piedra del suelo y con los ojos cerrados y alguna que otra lágrima cayéndole por el rostro, la tira y pide un deseo. Con apenas cuatro años, sus padres la trajeron a vivir a La Aldea, a una casita “detrás de esa arboleda, justo al lado del charco” tal y como relata ella misma. A sus 80 años, recuerda a la perfección sus primeras veces en El Charco, una fiesta que le inculcó tanto su madre como su tío desde que era muy pequeña. 

“Yo recuerdo meterme desde que era muy joven” confiesa con nostalgia. La añoranza que siente al saber que este año, por motivos de salud, no podrá hacerlo. “He pedido un deseo porque es el primer año que no me voy a meter a las cinco de la tarde en el Charco”, dice. Recién operada de cataratas, su médico le ha aconsejado que no lo haga, motivo por el que ella misma ha decidido, desde por la mañana, dar una vuelta alrededor del perímetro y pedir el deseo de que el próximo año, pueda volver a vivir esta experiencia, pero esta vez pudiendo bañarse y disfrutar.




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Andrés Cruz

Con un paso lento y después de haber dado una vuelta alrededor del charco, Rosa García se agacha, recoge una piedra del suelo y con los ojos cerrados y alguna que otra lágrima cayéndole por el rostro, la tira y pide un deseo. Con apenas cuatro años, sus padres la trajeron a vivir a La Aldea, a una casita “detrás de esa arboleda, justo al lado del charco” tal y como relata ella misma. A sus 80 años, recuerda a la perfección sus primeras veces en El Charco, una fiesta que le inculcó tanto su madre como su tío desde que era muy pequeña. 

“Yo recuerdo meterme desde que era muy joven” confiesa con nostalgia. La añoranza que siente al saber que este año, por motivos de salud, no podrá hacerlo. “He pedido un deseo porque es el primer año que no me voy a meter a las cinco de la tarde en el Charco”, dice. Recién operada de cataratas, su médico le ha aconsejado que no lo haga, motivo por el que ella misma ha decidido, desde por la mañana, dar una vuelta alrededor del perímetro y pedir el deseo de que el próximo año, pueda volver a vivir esta experiencia, pero esta vez pudiendo bañarse y disfrutar.




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Andrés Cruz

Con un paso lento y después de haber dado una vuelta alrededor del charco, Rosa García se agacha, recoge una piedra del suelo y con los ojos cerrados y alguna que otra lágrima cayéndole por el rostro, la tira y pide un deseo. Con apenas cuatro años, sus padres la trajeron a vivir a La Aldea, a una casita “detrás de esa arboleda, justo al lado del charco” tal y como relata ella misma. A sus 80 años, recuerda a la perfección sus primeras veces en El Charco, una fiesta que le inculcó tanto su madre como su tío desde que era muy pequeña. 

“Yo recuerdo meterme desde que era muy joven” confiesa con nostalgia. La añoranza que siente al saber que este año, por motivos de salud, no podrá hacerlo. “He pedido un deseo porque es el primer año que no me voy a meter a las cinco de la tarde en el Charco”, dice. Recién operada de cataratas, su médico le ha aconsejado que no lo haga, motivo por el que ella misma ha decidido, desde por la mañana, dar una vuelta alrededor del perímetro y pedir el deseo de que el próximo año, pueda volver a vivir esta experiencia, pero esta vez pudiendo bañarse y disfrutar.




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Andrés Cruz

Con un paso lento y después de haber dado una vuelta alrededor del charco, Rosa García se agacha, recoge una piedra del suelo y con los ojos cerrados y alguna que otra lágrima cayéndole por el rostro, la tira y pide un deseo. Con apenas cuatro años, sus padres la trajeron a vivir a La Aldea, a una casita “detrás de esa arboleda, justo al lado del charco” tal y como relata ella misma. A sus 80 años, recuerda a la perfección sus primeras veces en El Charco, una fiesta que le inculcó tanto su madre como su tío desde que era muy pequeña. 

“Yo recuerdo meterme desde que era muy joven” confiesa con nostalgia. La añoranza que siente al saber que este año, por motivos de salud, no podrá hacerlo. “He pedido un deseo porque es el primer año que no me voy a meter a las cinco de la tarde en el Charco”, dice. Recién operada de cataratas, su médico le ha aconsejado que no lo haga, motivo por el que ella misma ha decidido, desde por la mañana, dar una vuelta alrededor del perímetro y pedir el deseo de que el próximo año, pueda volver a vivir esta experiencia, pero esta vez pudiendo bañarse y disfrutar.




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Con un paso lento y después de haber dado una vuelta alrededor del charco, Rosa García se agacha, recoge una piedra del suelo y con los ojos cerrados y alguna que otra lágrima cayéndole por el rostro, la tira y pide un deseo. Con apenas cuatro años, sus padres la trajeron a vivir a La Aldea, a una casita “detrás de esa arboleda, justo al lado del charco” tal y como relata ella misma. A sus 80 años, recuerda a la perfección sus primeras veces en El Charco, una fiesta que le inculcó tanto su madre como su tío desde que era muy pequeña. 

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“Yo recuerdo meterme desde que era muy joven” confiesa con nostalgia. La añoranza que siente al saber que este año, por motivos de salud, no podrá hacerlo. “He pedido un deseo porque es el primer año que no me voy a meter a las cinco de la tarde en el Charco”, dice. Recién operada de cataratas, su médico le ha aconsejado que no lo haga, motivo por el que ella misma ha decidido, desde por la mañana, dar una vuelta alrededor del perímetro y pedir el deseo de que el próximo año, pueda volver a vivir esta experiencia, pero esta vez pudiendo bañarse y disfrutar.




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“Yo recuerdo meterme desde que era muy joven” confiesa con nostalgia. La añoranza que siente al saber que este año, por motivos de salud, no podrá hacerlo. “He pedido un deseo porque es el primer año que no me voy a meter a las cinco de la tarde en el Charco”, dice. Recién operada de cataratas, su médico le ha aconsejado que no lo haga, motivo por el que ella misma ha decidido, desde por la mañana, dar una vuelta alrededor del perímetro y pedir el deseo de que el próximo año, pueda volver a vivir esta experiencia, pero esta vez pudiendo bañarse y disfrutar.




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“Yo recuerdo meterme desde que era muy joven” confiesa con nostalgia. La añoranza que siente al saber que este año, por motivos de salud, no podrá hacerlo. “He pedido un deseo porque es el primer año que no me voy a meter a las cinco de la tarde en el Charco”, dice. Recién operada de cataratas, su médico le ha aconsejado que no lo haga, motivo por el que ella misma ha decidido, desde por la mañana, dar una vuelta alrededor del perímetro y pedir el deseo de que el próximo año, pueda volver a vivir esta experiencia, pero esta vez pudiendo bañarse y disfrutar.




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Fiesta de El Charco en La Aldea de San Nicolás 2023

Andrés Cruz

Con un paso lento y después de haber dado una vuelta alrededor del charco, Rosa García se agacha, recoge una piedra del suelo y con los ojos cerrados y alguna que otra lágrima cayéndole por el rostro, la tira y pide un deseo. Con apenas cuatro años, sus padres la trajeron a vivir a La Aldea, a una casita “detrás de esa arboleda, justo al lado del charco” tal y como relata ella misma. A sus 80 años, recuerda a la perfección sus primeras veces en El Charco, una fiesta que le inculcó tanto su madre como su tío desde que era muy pequeña. 

“Yo recuerdo meterme desde que era muy joven” confiesa con nostalgia. La añoranza que siente al saber que este año, por motivos de salud, no podrá hacerlo. “He pedido un deseo porque es el primer año que no me voy a meter a las cinco de la tarde en el Charco”, dice. Recién operada de cataratas, su médico le ha aconsejado que no lo haga, motivo por el que ella misma ha decidido, desde por la mañana, dar una vuelta alrededor del perímetro y pedir el deseo de que el próximo año, pueda volver a vivir esta experiencia, pero esta vez pudiendo bañarse y disfrutar.




Fiesta de El Charco en La Aldea de San Nicolás 2023

Andrés Cruz

Con un paso lento y después de haber dado una vuelta alrededor del charco, Rosa García se agacha, recoge una piedra del suelo y con los ojos cerrados y alguna que otra lágrima cayéndole por el rostro, la tira y pide un deseo. Con apenas cuatro años, sus padres la trajeron a vivir a La Aldea, a una casita “detrás de esa arboleda, justo al lado del charco” tal y como relata ella misma. A sus 80 años, recuerda a la perfección sus primeras veces en El Charco, una fiesta que le inculcó tanto su madre como su tío desde que era muy pequeña. 

“Yo recuerdo meterme desde que era muy joven” confiesa con nostalgia. La añoranza que siente al saber que este año, por motivos de salud, no podrá hacerlo. “He pedido un deseo porque es el primer año que no me voy a meter a las cinco de la tarde en el Charco”, dice. Recién operada de cataratas, su médico le ha aconsejado que no lo haga, motivo por el que ella misma ha decidido, desde por la mañana, dar una vuelta alrededor del perímetro y pedir el deseo de que el próximo año, pueda volver a vivir esta experiencia, pero esta vez pudiendo bañarse y disfrutar.




Fiesta de El Charco en La Aldea de San Nicolás 2023

Andrés Cruz

Con un paso lento y después de haber dado una vuelta alrededor del charco, Rosa García se agacha, recoge una piedra del suelo y con los ojos cerrados y alguna que otra lágrima cayéndole por el rostro, la tira y pide un deseo. Con apenas cuatro años, sus padres la trajeron a vivir a La Aldea, a una casita “detrás de esa arboleda, justo al lado del charco” tal y como relata ella misma. A sus 80 años, recuerda a la perfección sus primeras veces en El Charco, una fiesta que le inculcó tanto su madre como su tío desde que era muy pequeña. 

“Yo recuerdo meterme desde que era muy joven” confiesa con nostalgia. La añoranza que siente al saber que este año, por motivos de salud, no podrá hacerlo. “He pedido un deseo porque es el primer año que no me voy a meter a las cinco de la tarde en el Charco”, dice. Recién operada de cataratas, su médico le ha aconsejado que no lo haga, motivo por el que ella misma ha decidido, desde por la mañana, dar una vuelta alrededor del perímetro y pedir el deseo de que el próximo año, pueda volver a vivir esta experiencia, pero esta vez pudiendo bañarse y disfrutar.




Fiesta de El Charco en La Aldea de San Nicolás 2023

Andrés Cruz

Con un paso lento y después de haber dado una vuelta alrededor del charco, Rosa García se agacha, recoge una piedra del suelo y con los ojos cerrados y alguna que otra lágrima cayéndole por el rostro, la tira y pide un deseo. Con apenas cuatro años, sus padres la trajeron a vivir a La Aldea, a una casita “detrás de esa arboleda, justo al lado del charco” tal y como relata ella misma. A sus 80 años, recuerda a la perfección sus primeras veces en El Charco, una fiesta que le inculcó tanto su madre como su tío desde que era muy pequeña. 

“Yo recuerdo meterme desde que era muy joven” confiesa con nostalgia. La añoranza que siente al saber que este año, por motivos de salud, no podrá hacerlo. “He pedido un deseo porque es el primer año que no me voy a meter a las cinco de la tarde en el Charco”, dice. Recién operada de cataratas, su médico le ha aconsejado que no lo haga, motivo por el que ella misma ha decidido, desde por la mañana, dar una vuelta alrededor del perímetro y pedir el deseo de que el próximo año, pueda volver a vivir esta experiencia, pero esta vez pudiendo bañarse y disfrutar.




Fiesta de El Charco en La Aldea de San Nicolás 2023

Andrés Cruz

Con un paso lento y después de haber dado una vuelta alrededor del charco, Rosa García se agacha, recoge una piedra del suelo y con los ojos cerrados y alguna que otra lágrima cayéndole por el rostro, la tira y pide un deseo. Con apenas cuatro años, sus padres la trajeron a vivir a La Aldea, a una casita “detrás de esa arboleda, justo al lado del charco” tal y como relata ella misma. A sus 80 años, recuerda a la perfección sus primeras veces en El Charco, una fiesta que le inculcó tanto su madre como su tío desde que era muy pequeña. 

“Yo recuerdo meterme desde que era muy joven” confiesa con nostalgia. La añoranza que siente al saber que este año, por motivos de salud, no podrá hacerlo. “He pedido un deseo porque es el primer año que no me voy a meter a las cinco de la tarde en el Charco”, dice. Recién operada de cataratas, su médico le ha aconsejado que no lo haga, motivo por el que ella misma ha decidido, desde por la mañana, dar una vuelta alrededor del perímetro y pedir el deseo de que el próximo año, pueda volver a vivir esta experiencia, pero esta vez pudiendo bañarse y disfrutar.




Fiesta de El Charco en La Aldea de San Nicolás 2023

Andrés Cruz

Con un paso lento y después de haber dado una vuelta alrededor del charco, Rosa García se agacha, recoge una piedra del suelo y con los ojos cerrados y alguna que otra lágrima cayéndole por el rostro, la tira y pide un deseo. Con apenas cuatro años, sus padres la trajeron a vivir a La Aldea, a una casita “detrás de esa arboleda, justo al lado del charco” tal y como relata ella misma. A sus 80 años, recuerda a la perfección sus primeras veces en El Charco, una fiesta que le inculcó tanto su madre como su tío desde que era muy pequeña. 

“Yo recuerdo meterme desde que era muy joven” confiesa con nostalgia. La añoranza que siente al saber que este año, por motivos de salud, no podrá hacerlo. “He pedido un deseo porque es el primer año que no me voy a meter a las cinco de la tarde en el Charco”, dice. Recién operada de cataratas, su médico le ha aconsejado que no lo haga, motivo por el que ella misma ha decidido, desde por la mañana, dar una vuelta alrededor del perímetro y pedir el deseo de que el próximo año, pueda volver a vivir esta experiencia, pero esta vez pudiendo bañarse y disfrutar.




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Andrés Cruz

Con un paso lento y después de haber dado una vuelta alrededor del charco, Rosa García se agacha, recoge una piedra del suelo y con los ojos cerrados y alguna que otra lágrima cayéndole por el rostro, la tira y pide un deseo. Con apenas cuatro años, sus padres la trajeron a vivir a La Aldea, a una casita “detrás de esa arboleda, justo al lado del charco” tal y como relata ella misma. A sus 80 años, recuerda a la perfección sus primeras veces en El Charco, una fiesta que le inculcó tanto su madre como su tío desde que era muy pequeña. 

“Yo recuerdo meterme desde que era muy joven” confiesa con nostalgia. La añoranza que siente al saber que este año, por motivos de salud, no podrá hacerlo. “He pedido un deseo porque es el primer año que no me voy a meter a las cinco de la tarde en el Charco”, dice. Recién operada de cataratas, su médico le ha aconsejado que no lo haga, motivo por el que ella misma ha decidido, desde por la mañana, dar una vuelta alrededor del perímetro y pedir el deseo de que el próximo año, pueda volver a vivir esta experiencia, pero esta vez pudiendo bañarse y disfrutar.




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“Yo recuerdo meterme desde que era muy joven” confiesa con nostalgia. La añoranza que siente al saber que este año, por motivos de salud, no podrá hacerlo. “He pedido un deseo porque es el primer año que no me voy a meter a las cinco de la tarde en el Charco”, dice. Recién operada de cataratas, su médico le ha aconsejado que no lo haga, motivo por el que ella misma ha decidido, desde por la mañana, dar una vuelta alrededor del perímetro y pedir el deseo de que el próximo año, pueda volver a vivir esta experiencia, pero esta vez pudiendo bañarse y disfrutar.




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Con un paso lento y después de haber dado una vuelta alrededor del charco, Rosa García se agacha, recoge una piedra del suelo y con los ojos cerrados y alguna que otra lágrima cayéndole por el rostro, la tira y pide un deseo. Con apenas cuatro años, sus padres la trajeron a vivir a La Aldea, a una casita “detrás de esa arboleda, justo al lado del charco” tal y como relata ella misma. A sus 80 años, recuerda a la perfección sus primeras veces en El Charco, una fiesta que le inculcó tanto su madre como su tío desde que era muy pequeña. 

“Yo recuerdo meterme desde que era muy joven” confiesa con nostalgia. La añoranza que siente al saber que este año, por motivos de salud, no podrá hacerlo. “He pedido un deseo porque es el primer año que no me voy a meter a las cinco de la tarde en el Charco”, dice. Recién operada de cataratas, su médico le ha aconsejado que no lo haga, motivo por el que ella misma ha decidido, desde por la mañana, dar una vuelta alrededor del perímetro y pedir el deseo de que el próximo año, pueda volver a vivir esta experiencia, pero esta vez pudiendo bañarse y disfrutar.




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Con un paso lento y después de haber dado una vuelta alrededor del charco, Rosa García se agacha, recoge una piedra del suelo y con los ojos cerrados y alguna que otra lágrima cayéndole por el rostro, la tira y pide un deseo. Con apenas cuatro años, sus padres la trajeron a vivir a La Aldea, a una casita “detrás de esa arboleda, justo al lado del charco” tal y como relata ella misma. A sus 80 años, recuerda a la perfección sus primeras veces en El Charco, una fiesta que le inculcó tanto su madre como su tío desde que era muy pequeña. 

“Yo recuerdo meterme desde que era muy joven” confiesa con nostalgia. La añoranza que siente al saber que este año, por motivos de salud, no podrá hacerlo. “He pedido un deseo porque es el primer año que no me voy a meter a las cinco de la tarde en el Charco”, dice. Recién operada de cataratas, su médico le ha aconsejado que no lo haga, motivo por el que ella misma ha decidido, desde por la mañana, dar una vuelta alrededor del perímetro y pedir el deseo de que el próximo año, pueda volver a vivir esta experiencia, pero esta vez pudiendo bañarse y disfrutar.




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“Yo recuerdo meterme desde que era muy joven” confiesa con nostalgia. La añoranza que siente al saber que este año, por motivos de salud, no podrá hacerlo. “He pedido un deseo porque es el primer año que no me voy a meter a las cinco de la tarde en el Charco”, dice. Recién operada de cataratas, su médico le ha aconsejado que no lo haga, motivo por el que ella misma ha decidido, desde por la mañana, dar una vuelta alrededor del perímetro y pedir el deseo de que el próximo año, pueda volver a vivir esta experiencia, pero esta vez pudiendo bañarse y disfrutar.




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Andrés Cruz

Con un paso lento y después de haber dado una vuelta alrededor del charco, Rosa García se agacha, recoge una piedra del suelo y con los ojos cerrados y alguna que otra lágrima cayéndole por el rostro, la tira y pide un deseo. Con apenas cuatro años, sus padres la trajeron a vivir a La Aldea, a una casita “detrás de esa arboleda, justo al lado del charco” tal y como relata ella misma. A sus 80 años, recuerda a la perfección sus primeras veces en El Charco, una fiesta que le inculcó tanto su madre como su tío desde que era muy pequeña. 

“Yo recuerdo meterme desde que era muy joven” confiesa con nostalgia. La añoranza que siente al saber que este año, por motivos de salud, no podrá hacerlo. “He pedido un deseo porque es el primer año que no me voy a meter a las cinco de la tarde en el Charco”, dice. Recién operada de cataratas, su médico le ha aconsejado que no lo haga, motivo por el que ella misma ha decidido, desde por la mañana, dar una vuelta alrededor del perímetro y pedir el deseo de que el próximo año, pueda volver a vivir esta experiencia, pero esta vez pudiendo bañarse y disfrutar.