Cataluña celebra una Diada el 11 de septiembre marcada este año por las condiciones de los independentistas catalanes -centradas en una amnistía a los afectados por el 1-O- para negociar la investidura del próximo presidente del Gobierno español.

Si el año pasado la Diada evidenció el malestar de un sector del independentismo con la apuesta de ERC por la vía de diálogo con el Estado, en esta ocasión los recelos entre independentistas se dirigen también hacia JxCat, que no se cierra a negociar la investidura de Pedro Sánchez.

Los tres partidos independentistas con representación parlamentaria -ERC, JxCat y la CUP- llegan divididos, después de que Junts decidiera abandonar en octubre del año pasado el Govern de Pere Aragonès, en desacuerdo con su estrategia pactista en Madrid.

Pese a que las relaciones entre las tres formaciones siguen marcadas por la tirantez, ERC y JxCat mantienen ahora posturas muy similares ante la investidura, abiertas a negociar si son atendidas sus reivindicaciones más relevantes, como la amnistía.

Sin embargo, el factor divisivo lo aporta la Asamblea Nacional Catalana (ANC), entidad organizadora de la manifestación de cada 11 de septiembre desde el inicio del ‘procés’ y que en los últimos años ha ido perdiendo fuelle por la desmovilización independentista.

La ANC -presidida por Dolors Feliu e inmersa en una deriva de radicalización que la ha ido enfrentando a las estrategias de ERC y JxCat, que tilda de «autonomistas»- quiere convertir la movilización de este año en un clamor a favor de «hacer efectiva la independencia de Cataluña» y olvidarse de dar «estabilidad» al Estado.