El próximo 20 de septiembre, a las siete y media de la tarde en el Ateneo de Madrid, se presentará el libro ‘La Rosa y las Espinas’. Su autor es Alfonso Guerra. Pero tan o más importante es quién ejercerá de moderador en esa convocatoria: Felipe GonzálezTras haber compartido el poder en el Gobierno y el PSOE durante los 80 y 90, González y Guerra no tienen la mejor de las relaciones. En los últimos tiempos, sin embargo, van de la mano en su intento de frenar a Pedro Sánchez a la hora de pactar la amnistía, o una medida de efectos similares sobre el ‘procés’, con Junts de Cataluña. 

La dirección socialista descarta someter el hipotético pacto con Puigdemont a la consulta de la militancia




El expresidente y el exvicepresidente del Gobierno, que permanecieron completamente ajenos a la campaña del PSOE a las elecciones generales del pasado 23 de julio, sin pedir el voto ni atacar al PP y a Vox, se han coordinado esta semana para cargar con muchísima dureza contra la negociación con Carles PuigdemontGonzález acudió el martes a Onda Cero. Defendió que la amnistía “no cabe en la Constitución”, alertó de que “los cimientos de nuestra democracia y convivencia están siendo atacados” y reveló que el pasado 23 de julio le “costó” elegir la papeleta del PSOE. Guerra hizo algo parecido dos días después en la Cope. “Esta amnistía es la condena de la Transición. Pido que no la hagan porque es muy grave”, dijo. 

González y Guerra llevan años fuera de la primera línea política, e insisten en que hablan a título personal, pero sus palabras siguen teniendo peso. Lo curioso es que ahora mismo parecen ejercer más influencia en la derecha que en la izquierda, según la dirección del PSOE. Por eso los colaboradores de Sánchez aseguran estar tranquilos. Las críticas de los principales integrantes de la llamada “vieja guardia”, a las que el viernes se sumó el exsecretario general Joaquín Almunia, no les harán cambiar de rumbo, explican. 

La advertencia de García-Page

La negociación con Junts, al igual que con ERC, el PNV, Bildu y el BNG, continúa. La última prueba se plasmó el pasado miércoles, con el registro de la reforma para permitir el uso del catalán, el euskera y el gallego en el Congreso de los Diputados. Aunque el optimismo cotiza al alza entre los socialistas, continúan sin tener claro si habrá investidura. Pero si finalmente fracasa la reelección de Sánchez, tras el intento estéril de Alberto Núñez Feijóo de llegar a la Moncloa a finales de septiembre, no será por los reproches de González y Guerra. “Quienes están quedando mal son Felipe y Alfonso, que se han montado una rueda de entrevistas en medios de la derecha y la ultraderecha. Con el resto del partido, ningún problema”, explican en la cúpula del PSOE.

“Ni siquiera con Emiliano García-Page”, continúan. El presidente de Castilla-la Mancha dijo el lunes, también en Onda Cero, que la amnistía no tenía “base moral”. Page siempre ha visto con malos ojos los guiños del Gobierno al independentismo catalán (de los indultos a la derogación de la sedición), pero ahora, a diferencia de hace unos meses, está prácticamente solo en la primera línea del PSOE. Paradójicamente, la debacle sufrida por los socialistas en las elecciones autonómicas y municipales del pasado 28 de mayo contribuye a que el partido esté más tranquilo en esta nueva etapa. Aquellos comicios desalojaron de las instituciones a mandatarios autonómicos tan críticos con Sánchez como el aragonés Javier Lambán. Sin contar a Page, la cifra de presidentes autonómicos críticos con el secretario general es cero. El resto de federaciones socialistas, consultadas para esta crónica, aseguran tener confianza en la negociación con Junts.

“A diferencia de otros momentos, Page esta vez no será agresivo”, anticipan en la dirección del PSOE. Fuentes cercanas al presidente castellano-manchego evitan entrar en esas “interpretaciones”. Se limitan a subrayar que él “ha dicho lo mismo sobre la amnistía que más de la mitad del Gobierno en la legislatura pasada”. Tienen razón. El propio Sánchez, por ejemplo, dijo en noviembre del año pasado en La Sexta: “Desde luego, el Gobierno no va a aceptar la amnistía. No entra en la Constitución”. Ahora, en cambio, se remite al Tribunal Constitucional, alegando que él no es quién para entrar en si esta polémica iniciativa casaría o no con la Carta Magna.

La necesidad de pactar con Junts ha provocado cambios drásticos y rápidos en el PSOE, que desde hace semanas explora fórmulas para despenalizar el ‘procés’ y atraer a Puigdemont, a quien el Tribunal Supremo reclama para someterlo a juicio por el referéndum del 1-O. Pero el partido, o al menos la inmensa mayoría de sus altos cargos, ha asumido esta nueva etapa. Y las bases socialistas no serán llamadas a bendecir o rechazar el entendimiento con Junts, si es que llega a firmarse. El único acuerdo que será sometido a consulta de la militancia, explican en la dirección del PSOE, será el de gobierno con Sumar, la formación de Yolanda Díaz, con la que se quiere repetir coalición. Los hipotéticos pactos con los posconvergentes, ERC, Bildu, el PNV y el BNG pasarán, como mucho, por el filtro del Comité Federal, un organismo donde el control de Sánchez es absoluto. 

“Después de la investidura, Pedro se va a convertir en un secretario general todopoderoso”, concluyen en la cúpula socialista. De hecho, ya lo es.