Alemania mira al mundo del baloncesto desde la cima. Desde el trono en el que España ha vivido instalada en los últimos cuatro años. Es el nuevo campeón del mundo y lo es con todas las de la ley. Fue superior a Serbia en la final del torneo en Manila (83-77), supo jugar con más inteligencia y determinación y se enganchó al acierto de Dennis Schröder, el jugador que le abrió las puertas del paraíso con 28 puntos y una actuación sensacional, ejerciendo el papel de líder que le valió el título de MVP.
Durante muchos minutos, Serbia luchó contra su suerte en un partido en el que Bogdanovic no bastó y Milutinov apenas apareció. El equipo de Svetislav Pesic no tuvo la consistencia y la determinación que acompañó a Alemania, un país que lleva años trabajando para alcanzar el éxito y que por lo visto en Manila tiene equipo para mantenerse en la próxima década, construido con unos cimientos sólidos: el legado que dejó una leyenda como Dirk Nowiztki.
Fue una final con mayúsculas. No tardaron los dos equipos en mostrar muchas de las virtudes que les abrieron la opción de pelear por el título. Una disciplina férrea en defensa, concentración para blindar el rebote y capacidad para mover el balón y encontrar buenas posiciones de tio. El objetivo era controlar la escena, también el ritmo y buscarle las costuras al rival. Así el primer cuarto, jugado a toda pastilla, con ataques rapidísimos, tuvo el sello de Serbia (23-26), pese a la desgracia de la rápida lesión de Dobric, una torcedura de tobillo en una acción de contrataque, que le obligó a irse al vestuario.
La pizarra de Pesic supo desconectar al factor X de Alemania, Andreas Obst, una de las claves de la victoria en las semifinales frente a EEUU, un tirador letal que solo pudo anotar un triple. Pero también funcionó el planteamiento de Gordie Herbert, el responsable de la selección alemana, porque Milutinov no tuvo oportunidad de recibir el balón cerca del aro, cuando es la segunda referencia ofensiva del cuadro balcánico. Milutinov se fue al descanso con cero puntos y solo dos al acabar.
La hora de los solistas
Las finales, en cualquier caso, son territorio para las figuras y tanto Alemania como Serbia cuentan con algunos de primera fila, que se dejaron ver, y alguno inesperado. Lo hizo Marinkovic, el jugador del Baskonia, que no se ha prodigado mucho en el torneo, y encontró sus minutos de inspiración en el primer tiempo, igual que el jovencísimo Nikola Jovic, de 20 años, jugador de los Miami Heat. Aparecieron también Bonga y Voigtmann en el bando germano. Y, por supuesto, aparecieron los grandes solistas.
Bogdanovic fue el que entró antes en la final, asumiendo su papel de líder en el grupo, con penetraciones para generar espacios y su excelente tiro de media distancia. Pero Franz Wagner y Dennis Schröder se encargaron de dar réplica a cada canasta de la estrella serbia de los Hawks, especialmente el base con lanzamientos lejans muy difíciles de defender. La consecuencia fue que ninguno de los dos finalistas fue capaz de abrir brecha, lo que dejó un equilibrio absoluto en el descanso (47-47).
Máxima presión
El encuentro entró en un escenario mucho más exigido en la reanudación. Las defensas dieron un paso adelante. La intensidad también subió algún punto y las muñecas se encogieron un poco más. Todo el juego se espesó. Serbia solo pudo sumar diez puntos en el cuarto, sin encontrar una salida al colapso que le llevó la defensa alemana y que dejó, por ejemplo, a su base titular Stefan Jovic sin sumar, ni una sola asistencia en los tres primeros cuartos. Algo más de claridad encontró Alemania, más resolutivo e intimidador bajo los aros, que supo encontrar en acciones puntuales los puntos de Franz Wagner y de Schröder para ir construyendo una ventaja más que confortable para afrontar los últimos diez minutos (69-57).
Viéndose tan cerca, Alemania no pudo evitar el vértigo. Perdió el rigor y también la cabeza, sus acciones se precipitaron y, de forma paralela, Serbia encontró a su héroe inesperado en Aleksa Avramovic, el jugador del Partizan, que entró en un trance anotador y le dio al partido un vuelco espectacular, encadenando prácticamente cuatro acciones de tres puntos que apretaron al máximo el marcador (79-75, m. 39). Pero la presión también afectó al cuadro de Pesic que se aceleró y acumuló un par de pérdidas que dieron a Schröder la opción de sentenciar y llevar a Alemania a saborear la gloria.