Shabana Basij-Rasikh fundó y dirige SOLA, una escuela de liderazgo para chicas afganas que actualmente trabaja desde Ruanda. El jueves, junto a la periodista Alexia Columbia y a la Unidad de Cardiopatías Congénitas del Hospital de La Paz, recogió uno de los Premios UNICEF 2023.
Tenía seis años cuando se inició el primer régimen talibán, entre 1996 y 2001, ¿cómo se las apañaron usted y su hermana para seguir formándose?
El primer régimen talibán prohibió que las niñas fueran a la escuela, y ese tiempo mi familia me hacía asistir a una escuela secreta. Mi hermana era mayor que yo, y por edad no podía ir por la calle si no iba acompañada por un hombre. Así que me vestía de chico para acompañarla. Las dos íbamos a la escuela secreta y volvíamos cada día a horas distintas y por calles diferentes para no crear un patrón.
¿En qué momento empezó a pensar que valía la pena arriesgar la vida por la educación?
Cuando la gente me dice ‘eres tan valiente, eres una heroína’ inmediatamente les paro y les digo: ‘No, no fui yo, no fue mi decisión’. Hubo otras personas que fueron notables, como nuestros padres y nuestras maestras, esas mujeres que abrieron sus casas a las niñas sabiendo que si las atrapaban podían matarlas. Mis padres también sabían que si nos pillaban podían matarlos. De niña no lo comprendía, pensaba que eran crueles. A veces les pedía no ir más a la escuela secreta, daba miedo hacer ese viaje todos los días, sobre todo cuando veíamos ejecuciones públicas de personas a manos de los talibanes. Entendí lo que mis padres habían hecho por mí cuando tras la caída del régimen talibán las niñas pudimos volver a las escuelas. Como no había expedientes, nos hicieron una prueba de nivel y me colocaron en una clase donde la mayoría eran seis años mayores: volvían a la escuela por primera vez desde que los talibanes tomaron el poder. Ese día me di cuenta de lo privilegiada que era y lo increíbles que eran mis padres por haberse arriesgado para darme oportunidades. Recuerdo ese día con claridad, fue cuando me comprometí a que mi educación tuviera un propósito. Mis padres siempre invertían en nuestra educación porque la gente de nuestro país necesita ayuda y tenemos que servir a los demás a través de nuestra educación.
¿Ese día empezó germinar la idea de SOLA, su escuela para chicas?
Es posible… Empecé SOLA con la esperanza de poder alcanzar la verdadera paz en nuestro país. Queremos que niñas y jóvenes puedan recibir una educación de calidad y convertirse en pensadoras críticas, independientes y analíticas, que puedan estar altamente cualificadas y convertirse en líderes. Y a través de sus habilidades, su imaginación y su motivación veremos el avance en nuestras comunidades.
Trajimos a niñas de los rincones más remotos para que tuvieran una buena educación, y volvieran a sus comunidades y difundieran el conocimiento y la inspiración. Cuando eran estudiantes ya marcaban la diferencia: cada vez que volvían a casa en las vacaciones inspiraban a más chicas y cada año más solicitaban estudiar en SOLA.
En agosto de 2021 los talibanes volvieron al poder. ¿Cómo fue la salida del país y el traslado de SOLA?
En los meses previos la inseguridad política era tan grande que ya estábamos intentando que nuestras estudiantes pudieran ir a cursar un semestre o un año en el extranjero. En ese momento, nadie imaginaba que los talibanes se harían con el control total del país, creíamos que habría algún tipo de acuerdo de paz políticamente negociado o tal vez un nuevo gobierno en el que los talibanes tendrían parte. El temor era que los derechos de las niñas y las mujeres se vieran comprometidos para llevar a los talibanes al poder ya que esa fue su insistencia en los 90. Estábamos ya con estos planes, no fue de tres días: planeábamos salir del país los días 18 y 19 de agosto, pero los talibanes tomaron el poder el 15 y nuestro programa de estudios en el extranjero, cuidadosamente planificado, se convirtió en una evacuación de Afganistán realmente traumática y difícil. Los miembros de nuestra comunidad, estudiantes, profesores y personal y sus familiares directos [más de 200 personas] pudieron salir de Afganistán y llegar a salvo a Ruanda.
Pero mientras nuestras alumnas han podido continuar con su educación, hay millones de niñas en Afganistán que no están en la escuela. Algunas familias fueron a otros países para poder continuar la educación de sus hijas, pero no han podido hacerlo al encontrarse con situaciones muy difíciles. Algunas han regresado, otras esperan su oportunidad y estas niñas, las de la diáspora, son las que actualmente reclutamos para traer a Ruanda, en asociación con la Organización Internacional de las Migraciones (OIM) de la ONU, que nos permite traerlas con seguridad. Funcionarios de la organización las acompañan desde estos países en los que se han refugiado hasta aquí.
¿Qué significa para un país tener 2,5 millones de personas sin acceso a la educación?
La inversión en la educación de las niñas tiene un increíble efecto dominó, es para ellas, para su familia, para su comunidad, la sociedad, literalmente para todo el mundo. Cuando se invierte en la educación de una niña, especialmente en los países en desarrollo, esa niña se casa más tarde, tiene menos hijos y más sanos, se asegura de invertir más del 90% de sus ingresos en su familia… Hay muchos estudios longitudinales, realizadas a lo largo de muchos años, para averiguar cómo erradica la pobreza y concluyen que invertir en la educación de las niñas es una de las formas más eficaces. Un grupo de científicos, economistas y ecologistas publicó una investigación sobre las medidas más eficaces para revertir el calentamiento global y, literalmente, salvar el planeta: la inversión en la educación de las niñas aparecía como la sexta medida más eficaz, por delante de los coches eléctricos, los tejados solares… Esto nos hace pensar en los más de 150 millones de niñas que no van a la escuela en todo el mundo, no sólo en Afganistán. Y tenemos que aprovechar la inversión en su educación porque es la forma más rápida de salvar literalmente el mundo.
¿Las chicas y mujeres de Afganistán se sienten olvidadas por la comunidad internacional?
Sí, porque han pasado dos dolorosos años desde que los talibanes han dicho ‘no’ a la educación de las niñas, ‘no’ a que las mujeres trabajen en los espacios públicos, hace poco los talibanes han prohibido a las mujeres ir a los parques nacionales… Y el hecho de que el mundo se limite a observar, quizás a oír algo, y no haga nada es alarmante. Es devastador. Todos sabemos que la amenaza de la inseguridad y el terrorismo no se puede contener con fronteras. Pero hay algo más que tampoco pueden contener las fronteras: el beneficio de la educación de las niñas.
Estoy alarmada. Me decepciona que el mundo no preste atención a lo que está ocurriendo en Afganistán. El hecho de que en 2023 haya un país en el mundo donde se prohíba a las niñas asistir a la escuela debería ser absolutamente inaceptable no sólo para la gente de Afganistán, sino para cualquiera. Las mujeres afganas están haciendo todo lo que pueden: protestan, las matan, están en el punto de mira, levantan la voz sabiendo que las pueden matar, no se detienen, educan en secreto a las niñas, siguen protestando en sus casas… ellas hacen todo lo que pueden, pero el mundo no les presta atención.