Lo definiría como una pequeña carta de amor, en forma de piezas para piano, hacia muchas cosas diferentes: hacia la película que originó estas composiciones, hacia sus dos personajes y hacia todo lo aprendido como compositor en estos últimos años. Si tuviese que explicar la música que contiene este álbum tendría que hablar de melancolía por lo perdido, pero también de una especial energía por lo que aún queda por transitar.
¿Qué contiene el disco que no aparezca en ninguno de sus dos anteriores trabajos?
Si bien Nui, de 2011, e Índigo de 2019, eran álbumes de piano construidos con piezas que no estaban vinculadas a ningún trabajo audiovisual que les precediera, sino que tenían que ver con mis experiencias personales, como si la música fuese una especie de diario íntimo, Nosotros y la música es la adaptación de la música para un largometraje que surge del deseo de conservar esas ideas, de atesorarlas de algún modo. La música original estaba constituida por ideas que fluían en un continuo de una hora y media, pero siempre tuve el deseo de poder detenerme en ellas, reescribirlas y poder convertirlas en piezas que tuviesen su propia autonomía y su vida particular. Nunca fui tan feliz en un proyecto cinematográfico como en este, y eso influyó mucho en mi deseo de darle una segunda vida a esta música. Por eso no me había planteado, hasta ahora, el desafío de revisitar un trabajo propio y buscar una nueva estructura y un alma propia para cada una de las composiciones que van a formar el nuevo disco.
¿Tiene el aroma cinematográfico que caracteriza a sus canciones?
El proyecto de largometraje de Nosotros y la música comenzó con mi propuesta al cineasta Carlos Rivero de hacer una pieza muda que poder estrenar, con una interpretación en directo, durante la inauguración del Festival de Jóvenes Realizadores de Granada del año 2018. Pensaba en algo sencillo, quizás un mediometraje, pero Carlos encontró en esta invitación la forma de poder dar luz a un deseo que aún dormía en su interior: tomar las cintas que grabó durante seis años de una relación sentimental del pasado y conformar con ellas una película, un largometraje sin sonido, donde solo la música tuviese la capacidad de hablar.
¿Se ha inspirado en algo en particular a la hora de componerlas?
Es interesante que, desde que recibí la noticia de la idea primitiva de Carlos, empecé a escribir posibles ideas musicales para la película, relacionadas con mis propias experiencias sentimentales. Fue muy curioso descubrir que ninguna de esas ideas tenían sentido en cuanto vi las imágenes de la película, porque esas composiciones no hablaban de las emociones de los personajes del filme, sino únicamente de mí mismo, lo que me obligó a replantear la música pensando las imágenes y alejarme de mi propio ensimismamiento. Posteriormente, aquella idea, que había nacido de un pequeño deseo personal, se terminó convirtiendo en una película y se proyectó ese año en los festivales FIJR de Granada, también en el festival español Márgenes y en Iberodocs, festival que se celebra en Glasgow y Edimburgo.
¿Hay alguna característica que define sus trabajos para bandas sonoras?
Diría que es la sensación de encontrarte en casa, de alguna manera. He basado buena parte de mi trabajo, especialmente la parte de las composiciones para piano, en la idea de que la música puede ser muchas cosas, pero sobre todo es un refugio. Por eso hay algo siempre de retorno a un lugar, algo de familiar, cercano, de complicidad en esta música. Incluso en el terreno de las bandas sonoras escritas para otros instrumentos también termino encontrando esta melancolía especial, que creo que ha terminado siendo parte de mi marca personal como artista. Creo que a pesar de que en mi música se puedan encontrar otros elementos como el minimalismo, o como la música de vanguardia, lo que permanece en primer plano es siempre lo emocional.
¿Por qué su música está tan vinculada al cine?
Creo que lo está porque siempre me ha parecido un hermoso desafío la idea de contar historias sin la palabra como herramienta, solo a través de los sonidos puros de los instrumentos. Los tres álbumes para piano, especialmente, tratan de aventurarse en esta cruzada mía por contar historias sin la necesidad de usar las palabras. Esto me ha permitido, en mi labor como compositor para el cine, contar la película a través de los sonidos, explicarla, acompañarla, fortalecerla, conducir la historia que intentamos contar a través de un elemento que no se encuentra en las imágenes, pero que tiene el mismo poder de evocación que estas.
¿A qué directores le gustaría poner banda sonora?
Me gustaría poner música especialmente a los autores y autores que ofrezcan un especial cuidado al elemento musical como parte de sus narraciones, que entiendan que la música no es un accesorio que colocar en la posproducción, sino un elemento que otorga identidad propia a la película y que es necesario que se haga presente en el proyecto lo más pronto posible. Tengo mucha esperanza en las nuevas generaciones de cineastas y ojalá pueda estar presente ayudándoles a contar sus historias.
¿Tiene previsto presentarlo en breve en directo?
Espero hacerlo pronto. La particularidad de este proyecto de álbum es que, estando vinculado a una película como origen de la composición, tendría menos sentido interpretar estas piezas sin la proyección de las imágenes. Siento a ambas como elementos indivisibles y ese ha sido uno de los grandes desafíos de hacer este disco, de otorgarles un espacio y una vida propia a la música al margen de su hermana, la imagen. Por eso creo que las presentaciones deberían tener lugar mientras se proyecta la película completa, lo que obliga a plantear otros escenarios diferentes a las salas tradicionales de conciertos. En octubre, cuando el álbum completo ya esté disponible en plataformas, estaré entrando en la composición de la banda sonora para un nuevo largometraje, lo que me mantendrá ocupado durante cierto tiempo. Entonces será momento de que Nosotros y la música, en el término más extenso de la palabra, pueda ver la luz.