La Segunda División no entiende de superioridades. Ni el más fuerte es tan fuerte ni el más débil es tan débil. El Levante, aunque haya perdido la vitola de máximo candidato para subir a la élite, no se siente por debajo de ninguno de los contrincantes con los que tendrá que lidiar en su travesía por la categoría de plata del fútbol español.
Sin embargo, el equipo de Javi Calleja, que tantas sensaciones positivas generó durante su arranque competitivo, las borró de golpe y porrazo sufriendo el que, sin duda, será uno de los reveses más duros de la temporada. Nunca es tarde para recibir toques de atención. De hecho, cuanto más pronto, mejor. Pero el que percibió por parte del Espanyol fue de tal magnitud que los interrogantes se abren en el Ciutat de València. No por el resultado (1-4), sino por las sensaciones. Las de un equipo que, con el empate de Bouldini, puso en funcionamiento una identidad que desapareció por completo. No hubo ni rastro. Un doblete de Nico Melamed, y otro de Puado, bajó de la nube al Levante y, quizás, le sumergió en una realidad donde la pena, la rabia y las dudas vuelven a florecer.
Las tres victorias consecutivas con las que el Espanyol aterrizó al Ciutat de València no fueron fruto del azar. No pasó ni un minuto desde el inicio cuando Javi Puado, tras un centro al área pequeña de Jofre, no conectó, en boca de gol, lo que hubiera supuesto el primero del partido, aunque el cuadro de Luis García no tardó en adelantarse en el marcador. El comienzo pilló a contrapié a un Levante que rápido sufrió un revés que desestabilizó su planteamiento. Ramón, recogiendo un defectuoso despeje de Álex Muñoz, habilitó a un Melamed que, con un disparo cruzado, batió a Femenías. A los de Javi Calleja les costó encontrar comodidad y fluidez. Su adversario no solo apretó, sino que gozó de varias oportunidades. No obstante, el guardameta granota aguantó el tipo, destacando una meritoria doble parada a Melamed, achicando su disparo, y seguidamente a Edu Expósito, volando sin motor para responder a un fuerte lanzamiento desde fuera.
Pese a ello, el Levante, con sus defectos y sus virtudes, nunca se da por vencido. Una vez encontró por dónde hacerle daño al Espanyol, puso su maquinaria en funcionamiento. Óscar Clemente, tras recibir un testarazo de Dani Gómez, hizo una declaración de intenciones que tuvo su consecución con la diana del empate, obra de Mohamed Bouldini. Andrés García, en estado de gracia, se quitó de en medio a Ramón, con bicicleta incluida, y centró un esférico que el marroquí, con el hombro, colocó en el fondo de las mallas. Cuarta diana en cinco partidos para un delantero que, sin duda, está en su mejor momento desde que se vinculó al club granota. El Levante, de tal forma, demostró que tiene entrega y corazón. Impulsado por unas gradas de Orriols que se entregaron al máximo, el equipo de Javi Calleja tuvo carácter y fue, con valentía, a por el segundo, pero, en el peor momento posible, la reacción vivió su particular frenazo. En el descuento, Javi Puado machacó una peinada a la olla procedente de Jofre, y nubló las esperanzas de remontada superando a Femenías. Un jarro de agua fría que congeló a los aficionados presentes en el Ciutat de València.
El regreso del túnel de vestuarios colocó al Levante en la necesidad de dar un paso al frente y, sobre todo, encontrar un gol que arrojase luz en su búsqueda hacia el triunfo. Por parte del Espanyol, los de Luis García fueron a resguardarse con ánimo de atacar espacios. Los de Calleja, más a tumba abierta que con cabeza, insistieron en desarmar una línea defensiva a la que solo un rechace le sirvió para allanar su camino hacia los tres puntos. Melamed, desde la banda y prácticamente a la altura del centro del campo, tiró de velocidad, casi sin oponentes en su trayectoria, se acomodó el balón y, nuevamente, se la cruzó a Femenías. Un resultado que pudo ser más abultado si Javi Puado hubiese aprovechado una falta de entendimiento entre el guardameta del Levante y Vezo. El portugués, en su intento de rectificar, se entrometió en el disparo del ‘7’.
La tercera diana dejó noqueado al conjunto dirigido por Javi Calleja. Nada tuvo que ver con el que fue tanto a por su primer tanto como a por su segundo. Perdió frescura, perdió chispa y, a lo largo de varios tramos del segundo asalto, perdió la identidad. Atrás quedó aquella valentía contra el Burgos, la seguridad y fiabilidad ante el Cartagena o el ímpetu contra el Burgos. Por momentos, el Espanyol hizo lo que quiso con un Levante que, completamente aturdido, deseó, en más de una ocasión, que finalizase el partido para hacer borrón y cuenta nueva. Poco pasó hasta que la noche cayó en el coliseo de Orriols, más allá de remate de Álex Muñoz, tras un saque de esquina, que se marchó rozando el palo. Pese a ello, aún tuvo tiempo de marcar el cuarto el Espanyol mediante un Melamed que aprovechó la fragilidad de la defensa granota. Sin duda, no fue el día del Levante. No obstante, la realidad, tras el batacazo, es radicalmente diferente. Y, sobre todo, muchísimo deberá corregir Calleja.