Alfonso Guerra y el procés desde la Moncloa

Alfonso Guerra, que parece un inmortal con espada ropera, entre la anacronía, el tipismo y la eternidad, como un alguacilillo de los toros, ha dicho que lo de la amnistía es “insoportable” para un demócrata y que significa “la condena de la Transición”. En realidad es una condena del Estado de derecho, que no se trata sólo de salvar la Transición como si hubiera que salvar el acueducto de Segovia, por razones históricas, arqueológicas o sentimentales. Ni siquiera los más viejos de la tribu, los que hicieron la Transición entre escobazos y espadones e inventaron la España de la democracia radiofónica, de la partitocracia arborescente, del pelotazo europeísta, de la conllevancia nacionalista y de los jueces a pachas, dan crédito a lo que está haciendo no Puigdemont, que pide lo de siempre, sino Sánchez, que está a punto de darle la razón. Y la cosa es tan grave como que, para darle la razón a Puigdemont, a su golpe de Estado, Sánchez tendría que dar otro golpe de Estado equivalente.

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