La prohibición de la túnica islámica en los centros educativos franceses está provocando absentismo escolar. El primer día de clase, 298 alumnas acudieron con la abaya al colegio, pero 67 de ellas se negaron a quitársela porque no querían faltar a sus creencias (o buscarse un problema en casa). Aunque el gobierno galo asegura estar tranquilo porque esas niñas tendrán que regresar a las aulas en los próximos días (la escolarización es obligatoria para todos los menores); el ministro de educación ha anunciado que este otoño probará a implementar el uniforme escolar para tratar de garantizar una educación laica (léase: resolver el machismo que envuelve la vestimenta femenina musulmana).
Tanto la derecha y la ultraderecha francesa defienden la recuperación del uniforme escolar porque «aleja la presión de los islamistas». Pero a sabiendas de que la izquierda actual suele ser tímida con su posición ante el machismo indumentario musulmán; la propia Marine Le Pen, en un discurso ante la Asamblea, se sirvió de otro argumento mucho más seductor para intentar convencer a los progres: “para eliminar las diferencias sociales (…), los niños deben estar protegidos de las tentaciones que efectúan sobre ellos las marcas«.
La mayoría podemos estar de acuerdo en que si todos los críos calzan zapato negro de cordón, el niñ@ que no tenga el último modelo de las zapatillas de moda porque en su casa no se lo puedan o quieran permitir no tendrá mayor problema. Sin embargo, ¿hasta cuándo negarles la realidad? Es decir, ¿hasta cuándo podremos convencerlos de que las desigualdades sociales no existen? Porque vestirán todos igual, pero ya a la salida del recinto escolar a unos los recogerán sus padres con un Renault destartalado y a otros en un Mercedes. Y aunque todos acabaran vistiendo igual, unos serán altos y otro bajos. Unos tendrán el pelo rubio y otros castaño o pelirrojo; ojos azules o marrones. Unos serán introvertidos y otros extrovertidos; tendrán un padre y una madre o o dos madres…
Incluso en la misma escuela, ¿se establecerá un uniforme sin diferencias de género? Hasta ahora la igualdad indumentaria pasa porque el atavío se masculinice. Es decir, un género prevalece sobre otro: las niñas pasan a vestir pantalón como los niños. Nadie se plantea que sean los niños lo que usen falda o que cada alumn@ decida con que prenda de un mismo uniforme (independientemente de si esta se cataloga de femenina o masculina) se siente más cómod@. Conforme se desarrollen, cuando a las niñas les empiecen a salir pechos y sus cinturas y caderas ya no sean rectas, tendrán que seguir utilizando el modelo de suéter, camisa o polo que ya no se adapta a su constitución? Las diferencias existen y nos hacen únicos. En vez de demonizarlas, valdría la pena educarnos desde bien pequeños sobre cómo nos enriquecen (algo que de paso disminuiría el terrible problema del acoso escolar…).
Cuando planteo este complejo debate en algun master de moda o protocolo, al inicio todos los alumnos tienen siempre una postura a favor o en contra muy marcada. En general, la visión ante la obligatoriedad de un uniforme siempre viene determinada por una mala o buena experiencia con el mismo.También, puede darse otra postura: la de los que estudiamos en colegio público y «envidiábamos» la faldita plisada y medias de las de cole de pago a lo Gossip Girl (más bien creo que anhelábamos las ventajas que suponíamos que aquellos con uniforme iban a tener toda su vida sobre nosotros). Sin embargo, cuando los partidarios acaban agotados ante las desventajas de uniformar a un niño, siempre acaban empleando el argumento que acaba siendo un arma de doble filo (y que decanta por unanimidad la balanza hacia el no). «El uniforme es muy práctico, así no tienes que pensar», afirman. Y sí, pero cuidado con la pereza de pensar…
Los uniformes equivalen a una misma idea. De hecho, la uniformidad estética (qué pensar y sentir) es lo primero que se impone en cualquier dictadura (sea de izquierdas o de derechas). Desde los yihadistas hasta los campos de concentración nazis, pasando por la República Popular China o la actual Corea del Norte. Es cierto que en algunos oficios como el de policía, bomberos o sanitarios resulta esencial para identificarse rápidamente, pero el estilo es la personalidad y de ahí el peligro de implantar una misma indumentaria sobre todos los crí@s en un entorno educativo que debería ser de libertad, desarrollo y experimentación sobre qué y cómo quieren ser. Es la eterna pregunta: ¿egalité (uniforme) o liberté (también estilística)?