Cuando se llega al beso es que ya se ha llegado casi al final de todo, y eso es lo que no entiende uno del baboso de Rubiales, que le plantó un beso en la boca a Jenni Hermoso como el que le pega la etiqueta a un melón. El beso, sea afectuoso, romántico o sexual, nunca empieza nada, sobre todo porque un beso es larguísimo, puede venir desde la distancia o puede venir desde hace años, que los besos se tienen que ver venir, como trenes o como barquitas con fanal, pero se tienen que ver venir. El que va dando besos como si le salieran estornudos, o el que va preguntando por besos como el que pregunta si nos puede coger una patata del cartucho de patatas, es que no sabe nada de besos, ni de amor, ni de sexo, ni de humanidad. Rubiales es un bruto, un melón que sólo sabe besar melones o que sólo hace el amor con melones, que a ver si va a ser eso lo que le pasa. Lo mismo Rubiales ha perdido un poco la perspectiva, de tanto ver el mundo como un melonar, ese melonar contiguo al patatal del fútbol, un melonar en el que resulta que él es el mandamás. Aún peor que el beso del bruto y del baboso es el beso del que cree que es dueño de los besos como el que es dueño de un abrevadero.

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