La progresión de Carlos Alcaraz ha sucedido a velocidad supersónica. Hasta hace un año no había alcanzado nunca las semifinales en un grande y hoy pelea por su tercero, que sería el segundo en Nueva York, donde hace 12 meses se convirtió en el número 1 más joven de la historia. En ese ascenso su cuerpo ha cambiado y el poderío de su físico a los 20 años se exhibe más aún estos días gracias a su comentado nuevo equipamiento de camiseta sin mangas. Su ya amplío abanico de golpes y herramientas sigue reforzándose. Pero hay algo inmaterial que resulta incluso más clave en momentos difíciles como el del sábado, cuando sufrió más de lo que se habría podido anticipar ante Daniel Evans, 28° del mundo, para sellar la victoria 6-2, 6-3, 4-6 y 6-3 que le ha colocado en el partido de octavos este lunes frente a Matteo Arnaldi, un joven italiano que se deshizo en su partido de Cameron Norrie.
“Ahora mismo sobre todo me siento un jugador distinto, más maduro, que tiene claro cómo solventar los problemas”, explicaba el propio Alcaraz a la prensa después de un encuentro áspero con el británico. “Veo diferente el partido desde dentro. Ya sé cómo manejar de distinta manera ciertas situaciones, ciertas rondas”.