Llueve fuerte sobre España, marcada y embarrada por las pisadas de Sánchez como las de un feroz dinosaurio merodeador de parque jurásico, y esto es otra vez el fin del mundo peliculero que le gusta a nuestro presidente. Sonaba en el móvil esa alerta como nuclear, sonaba como si atacara Putin o quizá el doctor Infierno, y por un momento yo pensé que esta vez sí que se acababa todo y que Sánchez había conseguido por fin ser el último presidente de nuestra historia, gobernando ya sólo un arca o un desierto postapocalíptico de harapos, puntas de flecha y gasolina carísima. La alerta, al final, era una alerta hipertrofiada de bombero hipertrofiado (cuando nos quieran avisar del ataque nuclear o del meteorito nos creeremos que sólo es una tormenta y pasaremos, claro). A lo mejor el susto de la alerta provocó más accidentes y emergencias que la propia DANA, pero eso nunca se sabe. Quiero decir que ya no sabemos si al españolito la siguiente alerta global, peliculera y atómica lo va a acojonar o lo va a aburrir. Se diría que asusta más un móvil que la DANA, y más el pobre de Feijóo o el asqueroso de Rubiales que Frankenstein II con lanzallamas de Mad Max.

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