Una drástica corrección poblacional se considera inevitable debido no solo al agotamiento de los recursos, sino también a la sobrecarga ecológica y social que genera el actual sistema económico y político, advierte el destacado científico William Rees. Considera que la empresa humana es una estructura disipativa de la que emergerá tal vez una sociedad más ecológica y equitativa.

La humanidad se enfrenta a una triple crisis planetaria: el cambio climático, la contaminación y la pérdida de biodiversidad. Estos tres problemas están interrelacionados y amenazan la estabilidad ecológica y social del planeta. Cada uno de ellos tiene sus propias causas y efectos, y cada uno de ellos debe resolverse si queremos tener un futuro viable en este planeta.

Ante esta situación crítica, algunos expertos han alertado sobre el riesgo de un colapso civilizatorio y de una gran corrección poblacional en este siglo.

Uno de ellos es William Rees, un bioecólogo y economista ecológico canadiense que es el creador y co-desarrollador del concepto y el método del análisis de la huella ecológica, propuesto en 1996.

Colapso civilizatorio

Rees ha publicado ahora un artículo en la revista World en el que expone sus principales ideas sobre la sobrepoblación, el sobreconsumo y el colapso civilizatorio. “Estamos consumiendo y contaminando la base biofísica de nuestra propia existencia”, escribe categórico en su artículo.

Rees argumenta que la humanidad está en un estado de overshoot, es decir, que ha superado los límites biofísicos del planeta y que está consumiendo más recursos de los que puede regenerar.

Sostiene que esto se debe a una combinación de factores biológicos, psicológicos, sociales y económicos que impulsan el comportamiento humano hacia el crecimiento exponencial y el consumo compulsivo, basado en lo que Rees denomina incompetencia cognitiva del H. Sapiens: operamos con lo que todavía son esencialmente cerebros paleolíticos, dice en su artículo.

Mortandad en aumento

Rees advierte que este modo de vida es insostenible y que conduce inevitablemente a una gran corrección poblacional en este siglo, debido al agotamiento de los recursos, al cambio climático, a las crisis económicas, a las guerras y a las pandemias. Aunque Rees sostiene que es «poco probable» que los humanos se extingan completamente dados los avances tecnológicos, advierte que el número de víctimas podría ser desalentador.

Los datos parece que le dan la razón. Por ejemplo, la Organización Mundial de la Salud ha advertido que el cambio climático podría provocar la muerte de hasta 250.000 personas al año en todo el mundo para 2030, debido a la malnutrición, el paludismo, la diarrea y el estrés calórico.

Otro estudio, publicado en la revista The Lancet en 2022, estima que la contaminación del aire provoca la muerte de hasta 9 millones de personas al año en todo el mundo, lo que corresponde a una de cada seis muertes en todo el planeta.

Según un informe publicado en 2021 por el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), la pérdida de biodiversidad podría causar la muerte de entre 200.000 y 3 millones de personas en todo el mundo para 2050. Son algunos ejemplos que señalan tendencia respecto a la corrección poblacional de la que habla Rees.

Una calle de Hong Kong en 2019. Joseph Chan en Unsplash


Impacto demográfico

Aunque es difícil predecir el impacto exacto de la crisis planetaria en la población mundial, se considera probable que la población mundial se estabilice o incluso disminuya en las próximas décadas, advierte Rees en su artículo.

En consecuencia, la crisis planetaria seguirá afectando a la población mundial en las próximas décadas, por lo que será necesario desarrollar políticas y estrategias para ayudar a las personas afectadas por la crisis y para reducir el impacto de la crisis en la población.

Como solución, Rees propone una transición radical hacia una sociedad que reconozca los límites biofísicos y éticos de la existencia humana.

¿Estructura disipativa?

Me ha llamado la atención especialmente que Rees plantee que la empresa humana es una estructura disipativa: “puede crecer y mantenerse solo consumiendo y disipando la energía y los recursos disponibles extraídos de su sistema anfitrión, la ecosfera, y descargando desechos nuevamente en su anfitrión”, escribe en su artículo.

Las estructuras disipativas son un concepto de la física y la química desarrollado por el físico y químico ruso Ilya Prigogine en la década de 1960. Prigogine propuso que los sistemas lejos del equilibrio termodinámico, es decir, los sistemas que no están en un estado de equilibrio constante, pueden dar lugar a la aparición de estructuras complejas y organizadas.

Variedad disipativa

Las estructuras disipativas se caracterizan por su capacidad de autoorganización. Eso significa que son capaces de emerger espontáneamente a partir de un sistema desordenado.

Las estructuras disipativas pueden ser muy variadas, desde las figuras geométricas que se forman en los líquidos, hasta las estructuras biológicas, como las células.

El concepto de estructuras disipativas ha sido aplicado a otras disciplinas, como la neurociencia: por ejemplo, el ya desaparecido neurólogo de Stanford Karl Pribram decía que el cerebro es una estructura disipativa capaz exhibir propiedades emergentes, como ha ocurrido a lo largo de la evolución.

Disipativas sociales

El concepto de estructuras disipativas es una herramienta tremendamente útil que se ha aplicado asimismo a una amplia gama de procesos sociales, como el cambio social: considera que las protestas sociales surgen espontáneamente a partir de una acumulación de descontento social.

La evolución cultural es otro ejemplo de estructuras disipativas porque los nuevos conceptos y valores pueden emerger espontáneamente a partir de la interacción entre las personas.

En el caso de la organización social, las estructuras disipativas pueden ayudar asimismo a comprender mejor cómo las instituciones sociales pueden emerger espontáneamente a partir de la interacción entre las personas.

Crisis disipativa

Rees recupera este concepto científicamente reciente para analizar la crisis planetaria actual, aportando este enfoque original para explicar el proceso que retroalimenta la crisis (la humanidad consume y disipa energía).

Es decir, Rees dice que la crisis actual es consecuencia de un concepto químico y físico aplicado a la evolución social que nos conduce inexorablemente a una catastrófica corrección poblacional y lo explica así: “la humanidad está exhibiendo la dinámica característica de un ciclo único de auge y caída de la población. La economía global inevitablemente se contraerá y la humanidad sufrirá una gran ‘corrección’ demográfica en este siglo”.

La pregunta que no se formula Rees y que queda en el aire es: y después, ¿qué? Según la teoría de las estructuras disipativas, a esta corrección poblacional debe suceder una propiedad emergente que Rees no formula en positivo, sino más bien en negativo. No dice lo que será, sino lo que no tendrá: los errores que hemos cometido para llegar a la situación actual.

Humanidad emergente

En el pasado, otros autores, como Thomas Malthus o Paul Ehrlich, también hablaron de corrección demográfica. Sin embargo, Rees se diferencia de ellos en que no se basa sólo en la escasez de alimentos o recursos, sino también en la sobrecarga ecológica y social que genera el actual sistema económico y político.

Además, Rees sitúa el colapso demográfico en algún momento de este siglo, dependiendo de cómo reaccione la humanidad ante los desafíos actuales.

¿Seremos capaces de alumbrar una propiedad humana emergente que nos redima del comportamiento paleolítico que nos ha llevado a la crítica situación actual? Según Rees, esa propiedad emergente de la disipativa empresa humana sería una “sociedad más ecológica y equitativa”.

Referencia

The Human Ecology of Overshoot: Why a Major ‘Population Correction’ Is Inevitable. William E. Rees. World 2023, 4(3), 509-527. DOI:https://doi.org/10.3390/world4030032

(Artículo publicado originalmente el 22 agosto 2023, se actualiza ahora con nueva información).