El eterno embate del marote degrada y oxida todo lo que encuentra a su paso en el barrio marinero de San Cristóbal, lo que unido a la histórica falta de mantenimiento por parte del Ayuntamiento lo convierte todo en una pura ruina. El paseo de San Cristóbal, remendado en parte el año pasado, y a la espera desde hace más de diez de una completa rehabilitación, es el reflejo del abandono que sufre el barrio de Las Palmas de Gran Canaria.

La extraordinaria belleza del barrio marinero de San Cristóbal, de sus vistas al océano y de su paseo marítimo contrasta con el pésimo estado en que se encuentra a causa de la acometida de las olas, la maresía y, sobre todo, de la falta de mantenimiento. Los vecinos llevan años reclamando el arreglo del paseo.

Cada uno de los temporales que se han sucedido desde su inauguración en 2005 se ha ido encargando de ir laminando su estructura. Buena parte de la grandes losetas que rematan el muro llevan años arrumbadas por el suelo o arrimadas por cualquier lado.

El pavimento del paseo también se resiente de las embestidas de las olas y el salitre y hay trechos en los que es difícil encontrar una baldosa en su sitio. El fuerte oleaje que trajo el temporal Herminia se encargó en 2022 de descalzar parte del muro del paseo y agrandar el enorme socavón abierto años atrás. Gracias a Herminia, el Ayuntamiento arregló parte del muro y el socavón por la vía de emergencia, una actuación que costó 600.000 euros pero el resto de la rehabilitación y reforma del paseo, que están incluidas entre las obras de Estrategia de Desarrollo Urbano Sostenible e Integrado (Edusi), aún no se ha iniciado, aunque Contratación propuso como adjudicataria a la empresa Eneas Integrales S. A., por un importe de 484.523 euros, el pasado 24 de abril.

Domingo Martín lleva 22 años viviendo en el barrio y se queja de la falta de mantenimiento. «Nos hicieron este gran paseo que resolvió los vertidos de aguas fecales y de basuras al mar, pero ya puedes ver como está. Desde que se hizo, leche cacharro, no ha habido mantenimiento de ningún tipo. Se puede entender que haya problemas para llevar a cabo las obras y que muchas veces se retrasen, pero es que aquí son años los que llevamos esperando a que hagan algo. Este es un sitio encantador, pero nuestra desgracia es que nadie viene a ocuparse de nosotros». «El Ayuntamiento nos tiene olvidados. La alcaldesa ha ido a todos los barrios menos a este», se queja Antonio Ruano, nacido en San Cristóbal y dueño de la panadería Ruano, creada en 1912 por su abuelo y ya desaparecida.

El mantenimiento, primero

Lo primero, reclaman, es el mantenimiento y «luego las obras Edusi» a las que no se oponen, salvo la de la plaza que están construyendo en la antigua fábrica de San Roque. «Metieron en plan de dictadura esta plazoleta que se sacaron de la manga y que nadie ha pedido. Cuesta un millón de euros y para qué. El parque infantil, ¿quien lo va a usar? ¿qué niños hay en el barrio?» se preguntan Ruano y Martín, quienes añaden que «la eliminación del centenar de aparcamientos que había en el solar hundirán el negocio de los restaurantes que quedan en el barrio».

Tenían que haber usado el Edusi, tercia Martín «para hacer la escollera que vienen pidiendo los marineros desde hace años, que protegería al paseo y permitiría recuperar las playas» de callaos. Además de la escollera, añade, se podía haber dado una lata de pintura a cada vecino para que pintaran las fachadas de las casas, muchas de las cuales están muy deterioradas. «Aquí hay gente que cobra una pensión de 400 euros y no puede pintar sus casas. Yencima un vecino intentó adecentar la fachada y cuando estaba picando el frontis vino la policía y le pidió la licencia. Luego le pidieron 600 euros por la licencia y ahí está la casa, a medias», asegura Martín

 «También han venido los de la Federación de Vela que quieren hacer un centro náutico» en el extremo sur del barrio. Ya nosotros nos parece muy bien, pero primero nos arreglan el paseo y luego el recreo», dicen también en relación al edificio Cachalote, que está previsto hacer en la antigua sede de la Universidad Popular y que el barrio ya ha bautizado como mamotreto. Los vecinos se quejan también del pésimo estado en que se encuentran las cajas de registro de la electricidad y telefonía. «El Ayuntamiento debe obligar a Telefónica y Endesa a arreglar las tapas. No entiendo por qué hacen cosas nuevas sin arreglar esto», consideran.

La imposibilidad de bajar desde el paseo a la playa de callaos, situada casi enfrente del torreón de San Pedro es otro motivo de crítica. Los escalones del supuesto acceso a las rocas desde el paseo son tan altos y están tan resbaladizos, además de deteriorados, que bajar por ellos es una arriesgada aventura. «Es que no se les ha ocurrido ni poner una barandilla para que podamos bajar a bañarnos. Hace años esto era una playa de callaos, yo recuerdo bañarme en esta zona, pero desapareció con el paseo», recuerda Ruano. Martín iba cuando niño con su padre a «a coger burgaos, con el café con leche en el termo y el bocadillo de conserva. Íbamos a la playa de las Tenerías, que era de broza».

En el extremo norte del barrio sobrevive envuelta en el olvido la plaza, por llamarla de alguna manera, que el Ayuntamiento le dedicó a la historiadora y crítica de arte Clara Muñoz hace tres años. En el lugar, a medio hacer, se amontonan de mala manera los callaos y entre tanto gris el único color lo aportan las hierbas que se han adueñado del lugar. Los residentes señalan las grandes planchas de hierro ya oxidadas por el marote que pusieron hace más de un año para hacer las obras del paseo y ahí continúan, no se sabe si a la espera de la rehabilitación anunciada o porque alguien se olvidó de retirarlas.