No todas las enfermedades tienen cura. Tampoco las que sufre la Tierra. Ni siquiera los árboles funcionan siempre como una terapia milagrosa para la contaminación atmosférica urbana. De hecho, en determinadas condiciones, algunos árboles pueden tener un efecto perjudicial sobre la calidad del aire.

Es la conclusión de la investigación realizada por Donato Kofel, licenciado en Ciencias e Ingeniería Ambiental por la Escuela Politécnica Federal de Lausana (EPFL), para su proyecto de maestría. Kofel cuantificó los efectos positivos y negativos de los árboles en la calidad del aire exterior en el cantón de Ginebra, en Suiza.

Para ello, profundizó en el mundo de los sistemas de información geográfica (SIG), un tipo de software cartográfico avanzado. «Estos mapas transmiten mucha información en una sola imagen, de una manera que permite a la gente captarla toda de inmediato», afirma.

El investigador desarrolló una nueva forma de utilizar la aplicación SIG para estudiar cómo los árboles están afectando la calidad del aire del cantón de Ginebra. Kofel se basó en un inventario que contiene alrededor de 240.000 árboles ‘aislados’; es decir, situados fuera de áreas boscosas.

Son, por ejemplo, árboles que bordean un bulevar o plantados en un parque de la ciudad. Los árboles aislados del inventario de Ginebra representan alrededor del 25% del total del cantón. El inventario enumera varias características de los árboles, como la especie, la ubicación, la altura del tronco, el diámetro del tronco y el diámetro de la copa.

Vista de Ginebra, en Suiza. Unsplash


El analista utilizó estos datos para generar mapas del área foliar total de los árboles, lo que a su vez da una indicación de su capacidad para filtrar partículas del aire. Paralelamente, también estudió otro proceso importante: el papel de los árboles en la formación y deposición de ozono.

Los robles, en el punto de mira

Los aspectos positivos de los árboles son bien conocidos; entre otros, ayudan a disminuir la temperatura en las zonas urbanas, filtran partículas finas de la atmósfera, capturan CO2 y liberan oxígeno.

Pero también tienen algunos aspectos negativos. Por ejemplo, emiten de forma natural compuestos orgánicos volátiles biogénicos (BVOC por sus siglas en inglés) a un ritmo que depende de factores como la especie de árbol, la temperatura y la humedad del aire, la cantidad de luz solar, si los árboles han sido dañados o si están estresados.

Los robles emiten compuestos que se convierten en ozono, que puede ser perjudicial para las personas

Estos BVOC luego se convierten en ozono mediante oxidación fotoquímica con otros compuestos en el aire que son emitidos por las actividades humanas, y está demostrado que el ozono afecta negativamente a la salud y al medio ambiente.

El ingeniero ambiental calculó el potencial de formación de ozono de las emisiones de los árboles y quedó sorprendido al descubrir que, en determinadas condiciones, los árboles también pueden tener un efecto perjudicial sobre la calidad del aire.

Su primera tarea fue recopilar literatura sobre las 51 especies de árboles más comunes en el cantón de Ginebra y utilizar esta información para calcular sus tasas de emisión de BVOC por hora.

Durante el análisis se percató de que algunas especies de roble tienen algunas de las tasas de emisión de BVOC más altas, y, por lo tanto, el mayor potencial de formación de ozono. Y el roble es el árbol que se encuentra con mayor frecuencia en las calles y parques del cantón ginebrés.

Ciudad afectada por la contaminación atmosférica. Pixabay


Con la ayuda de otros dos científicos, Romana Paganini e Ilann Bourgeois, estimó cuántas partículas y ozono filtran los árboles urbanos cada año para enfatizar su efecto positivo. Los mapas elaborados sugieren que los árboles urbanos eliminaron alrededor del 25% de las partículas producidas por la actividad antropogénica en el cantón de Ginebra.

Contaminación atmosférica adicional

Pero la investigación permitió descubrir también que el potencial de formación de ozono de estos árboles es aproximadamente 10 veces mayor que su potencial de eliminación, y que emiten 130 toneladas métricas de BVOC por año, lo que equivale a alrededor del 18% de los VOC emitidos anualmente por el tráfico rodado.

Los resultados muestran que las actividades antropogénicas emiten suficientes óxidos de nitrógeno para que se produzcan las reacciones químicas adecuadas para formar ozono.

«Existe la posibilidad de reducir la formación de ozono proveniente de los árboles al reducir las emisiones humanas de óxidos de nitrógeno, dependiendo de la mezcla real de BVOC y esos óxidos», detalla Sandrine Perroud, comunicadora de la EPFL.

Traducido: no hay una respuesta clara sobre cómo de buenos son los árboles urbanos para la calidad del aire porque la combinación con las emisiones antropogénicas puede conducir, en determinadas condiciones, a una contaminación atmosférica adicional.

Arbolado urbano en París. Pixabay


Kofel señala que se necesitan estudios más profundos para despejar todos los interrogantes. No obstante, por ahora, sus hallazgos muestran que, aunque los árboles pueden contribuir de manera importante a mejorar la calidad del aire urbano, no son una cura milagrosa en todas las condiciones.

«El problema de la contaminación del aire debe abordarse desde su origen, teniendo en cuenta tanto el tráfico rodado como otras fuentes de emisiones», añade Kofel. En todo caso, los planificadores urbanos pueden utilizar el método de este ingeniero ambiental para diseñar sus programas de plantación a gran escala de manera más efectiva.

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