En noviembre de 2021, unos 450 militares de la Brigada Canarias cambiamos la boina árida de nuestro uniforme por la boina azul de Naciones Unidas. Éramos el grueso de un contingente de más de 600 españoles que, tras seis meses de preparación y las cuarentenas exigidas por el covid, desplegábamos en el sur del Líbano, uno de los puntos más calientes del planeta.
Nuestra misión era hacer cumplir el mandato aprobado en la resolución 1701 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas liderando la Brigada Multinacional del Sector Este de la Misión Unifil, compuesta por unos 3.400 militares, en la que, además de españoles, había indios, indonesios, nepalíes, brasileños, salvadoreños, serbios y kazajos. La Brigada dependía del Comandante de la Misión, un general de división italiano que fue relevado por el general de división español Aroldo Lázaro, quien continúa al mando.
El mandato se podía desglosar en tres cometidos, el primero era velar por el respeto, tanto por parte libanesa como israelí, de la línea conocida como Blue Line de retirada israelita tras su ocupación en 2006 como consecuencia de la guerra contra Hezbolá, el segundo suponía apoyar a las Fuerzas Armadas Libanesas en su papel de únicos garantes y responsables de la seguridad en esta zona, donde operaban milicias armadas incluida Hezbolá y el último, fruto de la gravísima crisis económica y humanitaria del país con una devaluación del 95% de su moneda, era apoyar a la población en la medida de nuestras posibilidades.
Tras siete meses de misión, regresamos todos con la íntima satisfacción del deber cumplido, la paz se había mantenido durante nuestra presencia.
Realizamos más de 35.500 patrullas a pie, en vehículo o en helicóptero, de las que 4.600 fueron con el ejército libanés, mantuvimos la observación permanente de la Blue Line y actuamos con determinación y prudencia ante violaciones israelitas y libanesas del mandato, consiguiendo atajar cualquier escalada de tensión. Llevamos a cabo varias decenas de acciones de formación y preparación del ejército libanés y conseguimos paliar en parte la situación de la población civil con 600 asistencias médicas, 102 veterinarias, 49 donaciones, 43 programas y 34 proyectos de desarrollo y 154 reuniones con autoridades civiles, militares y religiosas que conseguían crear confianza entre todos los actores.
La misión ha sido la más compleja, la de mayor responsabilidad y la más gratificante en las que he participado. Aunque no estaba exenta de riesgos, otras pudieron ser más peligrosas, como la misión de Naciones Unidas en la que formé parte de capitán hace 30 años en Bosnia-Herzegovina junto al actual teniente general Jefe del Mando de Canarias, Julio Salom Herrera, y bajo las órdenes del entonces coronel, ahora general retirado, Ángel Morales, jefe de la Agrupación Canarias, o como cualquiera de las misiones realizadas por la Brigada Canarias en Afganistán, incluida la retirada de la provincia de Badghis en la que participé de teniente coronel, nuestros caídos y los incidentes que tuvimos lo avalan.
La misión es compleja por la naturaleza del mandato, por el escenario donde se desarrolla y por la composición de la fuerza. El mandato, de interposición entre las partes en un país soberano, limita el empleo de la fuerza de los cascos azules a la autodefensa. El entorno estratégico hace que terceros países jueguen sus intereses en el sur del Líbano aprovechando la existencia de valles y pueblos de diferentes culturas y religiones, cristianos maronitas, musulmanes chiís, musulmanes sunitas o drusos, donde los partidos políticos se identifican con una religión y algunos tienen facciones armadas o milicias.
Toda esta complejidad hace que cualquier acción inapropiada de una patrulla, provocada por milicias o no, pueda escalar y convertirse en un problema estratégico que desencadene en un enfrentamiento entre las partes o en los despachos de Naciones Unidas en Nueva York. La complejidad derivada de trabajar con países con distinta cultura y procedimientos a los occidentales también afecta al ejercicio del mando.
Más del 80% de las unidades de la Brigada Multinacional que lidera España proceden de países asiáticos, El Salvador y Serbia. El mando se basa en la confianza mutua para lo que es necesario conocimiento y cohesión. Todavía recuerdo la queja de un jefe de una unidad asiática porque el general había visitado un puesto de vigilancia suyo sin avisar. Lo que me encontré no me gustó y le dije que yo no alertaba de mis inspecciones. A partir de ese momento, todos los puestos estuvieron en perfecto estado de revista ante mi posible visita.
Ha sido una misión con mucha responsabilidad, no sólo por la entidad del contingente que tuve a mis órdenes, sino porque cualquier error táctico podía tener consecuencias estratégicas. La responsabilidad también incluía la faceta institucional y de relaciones del mando militar con autoridades civiles, militares y religiosas, fundamental para mantener el apoyo de la población. Había que saber gestionar los intereses de las partes y tomar decisiones que no estaban en los manuales.
Pero sobre todo, ha sido una misión muy gratificante para todos los que la hemos vivido. Primero, por el cumplimiento de los objetivos propuestos sin lamentar bajas en la Brigada.
Segundo, por la experiencia de conocer, trabajar y cohesionar unidades militares de países con ejércitos potentes, no olvidemos que la India tiene el séptimo ejército más poderoso del mundo y el segundo más numeroso con 1,4 millones de soldados, de culturas diferentes y de tres continentes distintos. La cohesión se hizo con la humildad que caracteriza a los españoles, haciéndoles sentir importantes y enseñándoles a base de «compartir» formas de trabajar. El resultado fue que se sentían contentos por trabajar con los canarios por su compañerismo y alegría. Todavía recuerdo a un suboficial indonesio que, aunque no consiguió aprender español, cantaba el himno de la Unión Deportiva Las Palmas como si fuera canario.
Y tercero, por sentirnos útiles para la sociedad libanesa más necesitada. No olvidaré la atención de nuestros veterinarios vacunando y curando a los animales que malvivían en un establo al oeste de las granjas de Shebaa. Tampoco la entrega de una fotocopiadora al colegio de monjas de Marjayoun gracias a las donaciones aportadas por empresarios e instituciones canarias a través de Cáritas Castrense. O la alegría que supuso para el pueblo druso de Fradis que se jugara allí el primer partido de fútbol femenino entre chicas libanesas y españolas.
El fútbol fue un instrumento clave de acercamiento a la vez de difusión de la marca España y de nuestros equipos pues entregamos camisetas donadas por la Unión Deportiva Las Palmas, el Tenerife y el Atlético de Madrid. El fútbol nos permitió incluso ser recibidos en el pueblo chiita pro Hezbolá del Khiam para jugar un partido con el alcalde tras muchos años sin poder entrar.
Como conclusión, la participación de nuestros soldados en misiones militares internacionales ha sido, es y será fundamental para colocar a España en el tablero mundial como país comprometido con la paz y seguridad internacional, para prestigiar a nuestras Fuerzas Armadas entre las de otros países del planeta y para ejercer la disuasión al demostrar la valía y preparación de nuestros soldados.
La exitosa participación de la Brigada Canarias y de otras unidades del Mando de Canarias del Ejército de Tierra, así como de la Armada y del Ejército del Aire y del Espacio, en más de treinta años de misiones internacionales demuestra la confianza que el mando tiene en estas y permite a la sociedad canaria sentirse orgullosa de que sus conciudadanos representen a España y velen por los intereses nacionales más allá de nuestras fronteras de forma tan eficiente como cuando cumplen diariamente sus cometidos de defensa del territorio español en Canarias en el marco de sus misiones permanentes.
Nuestros militares son nuestros mejores embajadores.