Pues ya estamos aquí otra vez, con un derbi a las puertas al que unos y otros llegan en distintos momentos de forma si únicamente se mira la clasificación. Aunque ya todos sabemos, amiguinos y amiguinas, que esta semana tocan más que nunca discursos almibarados loando las virtudes propias y, seguramente, ajenas. En Oviedo, a pesar del mal inicio de curso, se valora que los del Almirante Cervera han recuperado en el Ciudad de Valencia sus mejores esencias, que no se ganó por la mala suerte y un arbitraje casero y sibilino. Los de la casa azul, además, saben que el factor psicológico está de su lado por eso de que el Sporting sigue sin encontrar la fórmula para ganar un derbi desde el reencuentro en aquel ya lejano septiembre de 2017, la tarde del brazalate de Toché.

Mientras, a 28 kilómetros cuentan los que saben de esto que el sportinguismo afronta la semana con un renovado optimismo tras la victoria sobre la bocina ante el Burgos de Bolo y hay al que se le nota una indisimulable sonrisa sardónica al creer que el Oviedo llega al derbi herido. También se juega con el esoterismo de las estadísticas, con esa creencia de que, aunque sea por casualidad, las matemáticas acompañarán esta vez y los de MAR asaltarán por fin el Tartiere. Aunque siempre hay un pero, y el más gordo en este caso para los rojiblancos pasa por sus números a domicilio, manifiestamente mejorables desde hace mucho mucho tiempo. Y así, en plena resaca del Día de Asturias, se disputará otro derbi del que siempre se espera mucho, aunque al final, por lo general, deja poco que llevarse a la boca salvo el almíbar previo, lo que tal y como están las cosas ya es algo. O no, ¿oyisti, güey?