La contraofensiva ucraniana no ha conseguido avances rápidos ni espectaculares. En los últimos días ha logrado romper las defensas rusas en algún punto del frente. Pero dos meses y medio desde que empezara la batalla final, el territorio ganado es de solo unos pocos kilómetros.
Al mismo tiempo, y tras año y medio de guerra, crece el hastío bélico, y en Estados Unidos ya se habla abiertamente de la posibilidad de cortar la ingente ayuda enviada al país invadido. Donald Trump quiere hacerlo. Y lo mismo dijeron en el debate republicano de la semana pasada tanto el ultraderechista emergente Vivek Ramaswamy como el favorito tras Trump, Ron DeSantis. Cerrarán el grifo de la financiación al Gobierno de Kiev si consiguen ser presidentes en las elecciones del próximo año.
Funcionarios de Estados Unidos le han dicho al New York Times que la lentitud de la contraofensiva les desespera. La respuesta de Kiev ha sido agria. “Criticar el ritmo lento de la contraofensiva es lo mismo que escupir en la cara de los soldados ucranianos que sacrifican sus vidas todos los días, avanzando y liberando kilómetro a kilómetro del suelo del país», ha dicho el ministro ucraniano Dimitri Kuleba en su visita a Toledo este jueves. «Les pido que se callen y vengan a Ucrania para liberar un centímetro cuadrado ellos mismos», ha concluido el jefe de la diplomacia ucraniana.
En el mapa de la evolución de la guerra se dibuja alguna esperanza. El Ejército ucraniano ha penetrado en las líneas defensivas rusas en la línea del frente tras Robotyne, una ciudad que ha recuperado. Ahora marchan hacia Verbove y Novopokopivka, en Zaporiyia. El objetivo: romper las zonas de control ruso en dos y llegar al mar de Azov.
“Sólo hay dos vías de comunicar Rusia con Crimea. Una es el puente de Kerch [que une Rusia con la península ucraniana anexionada]. La otra es el llamado “puente terrestre” [los territorios que conectan el Donbás con Crimea]”, alega Guillermo Pulido, doctorando en Estudios Estratégicos y analista de la revista Ejércitos. “Si consiguen cortarlos en los próximos meses o en 2024, van a poner las cosas muy difíciles al Ejército ruso”.
Para cortar el “puente terrestre” deben bloquear de algún modo la carretera que pasa por Melitopol. El primer paso que están intentando es tomar Tokmak, que está a medio camino. El puente físico de Kerch lo han intentado volar sin éxito en varias ocasiones.
Paciencia para una guerra larga
Hay un cierto consenso en que el conflicto va a ser muy largo. Las guerras que no se resuelven pronto duran un lustro, incluso dos. Una paciencia que en Washington y Bruselas no está garantizada. El general francés Jacques Langlade acaba de advertir de que la contienda seguirá hasta 2024 o incluso 2025”.
Stian Jenssen, jefe del gabinete del secretario general de la OTAN (Jens Stoltenberg), dijo recientemente que Ucrania quizá tenía que empezar a considerar la posibilidad de ceder territorios para alcanzar la paz antes de entrar en la OTAN, aunque se desdijo después.
Kiev se niega públicamente a entregar un solo milímetro de terreno, y así lo ha puesto negro sobre blanco en su plan de paz. Pero sin un suministro continuado de armamento y munición occidental (que escasea), no es descartable un escenario de estancamiento, primero, y una negociación posterior que incluya territorios por paz.
Del Pentágono empiezan a salir críticas veladas a la estrategia ucraniana. Volodímir Zelenski dijo, al comienzo de la contraofensiva, que el objetivo era minimizar el número de soldados muertos. Quería evitar una sangría a la que Putin no pone reparos. Pero Washington argumenta que esa intención va contra la doctrina militar establecida, que deja claro que ir al ataque contra un enemigo fuertemente atrincherado requiere de un enorme número de soldados, según fuentes citadas por el New York Times. Rusia está pertrechada tras miles de kilómetros de trincheras, obstáculos contra tanques y nidos de ametralladoras. Ucrania tiene que intentar salvar esos obstáculos sin una aviación potente, algo casi inédito en los libros de estrategia militar.
“Para seguir con el flujo de suministros durante mucho tiempo, Occidente tendría que empezar a tirar de suministros de primera línea de sus Ejércitos, porque no hay mucho almacenado”, argumenta Pulido. “Tuvieron que enviar bombas de racimo por la falta de reservas de munición de artillería convencional. Todo eso supone un riesgo de desabastecer a la propia OTAN”.
Guerra larga o estancada
Una victoria total de uno u otro bando sería una sorpresa. La posibilidad de que, poco a poco, la conflagración vaya desescalando por desgaste de ambas partes y quede como un conflicto congelado está encima de la mesa.
Hacia esa desescalada gradual ha apuntado el magnate industrial ruso Oleg Deripaska, muy cercano al Kremlin: año y medio de reducción de los combates hasta un punto muerto, según ha dicho en declaraciones a la Agencia EFE en Nueva Delhi.
Ese escenario recuerda a la guerra de Corea entre 1950-1953. Tras más de tres millones de muertos, la guerra terminó como empezó: con las dos Coreas divididas por el paralelo 38 y un armisticio que no ponía fin al conflicto pero lo detenía en el tiempo. Hasta hoy.