En junio de 2020, Marta Bustos vivía en Seattle y se entretenía fabricando jabón artesanal en plena pandemia de covid-19 para regalarlo a sus seres queridos. Algo falló en la mezcla de sosa cáustica, agua y aceite, que le explotó en la cara, provocándole terribles quemaduras y dejándola ciega con solo 24 años. Gracias a las redes sociales, puso en marcha una campaña de ‘crowfunding’ para afrontar los elevados costes de la factura sanitaria en EEUU, ya que carecía de seguro médico: su caso dio la vuelta al mundo. Casi tres años después, esta joven de Terrassa ha recuperado la visión de un ojo, es toda una ‘influencer’ y ha escrito ‘Cuando perdí mis ojos marrones (Lunwerg Editores), una historia de superación de la que ha firmado un ejemplar incluso a la reina Letizia. Tras volver a ver, todo le parece posible.’

 

En su libro sostiene que todo pasa por alguna razón. ¿Qué le ha aportado un accidente tan tremendo?

Mucha gente me dice que el accidente me ha transformado como persona. Pero yo ya era así, bastante agradecida, optimista, una persona de tomar acción. Mi personalidad es la misma, pero la ha puesto a prueba. Yo morí ese día y volví a nacer de otra manera. Pero sigo siendo la misma, esa es la contradicción.

Suele decir que no hay que romantizar la discapacidad pero que, una vez te encuentras con ella, sí está en tus manos como la afrontas.

Exacto. Porque hay gente que ha tenido accidentes y dice “yo no cambiaría lo que ha pasado”. Pues yo sí, claro que sí. Tendría de nuevo unos ojos sanos que no necesitasen todos estos cuidados, sin dudarlo. La cuestión es que no puedo. Y en eso consiste la aceptación. Por el camino he conocido a gente increíble, el accidente me ha dado, irónicamente, muchos puntos de vista. Desde el minuto uno, teniendo la esperanza de que recuperaría la visión, me lo intenté tomar como un experimento súper bizarro. Esperando que la ceguera fuera transitoria, pensé: ¿quién tiene la oportunidad de estar ciega un tiempo y luego ver para contarlo?

Pero en un primer momento le dijeron que tal vez no recuperaría nunca la visión, ¿verdad?

Sí, de entrada me dijeron que era muy grave, que no me hiciera ilusiones. Solo veo de un ojo: me dijeron que lo perdería, fue un regalo o un milagro, teniendo en cuenta como estaba. Yo creo mucho en el poder de la mente, aunque obviamente necesitas un tratamiento médico. Yo nunca me creí que no volvería a ver, pensé que con lo joven que era, en el año en que estábamos, no podía ser. Llámalo negación, pero esperanza hay que tenerla, siempre de una manera realista.

El accidente sucedió en junio de 2020, un año marcado por la pandemia, estaba lejos de su familia, en Estados Unidos. ¿Cómo de duro fue ese contexto?

Fue dramático, pero ahora lo recuerdo también como un tiempo muy tierno. De entrada tu cuerpo actúa como si bajaras todos los plomos y los volvieras a subir, hace un reset. Te viene un agradecimiento increíble, te podrías haber muerto. Las personas que hemos tenido accidentes muy graves solemos sentir como una euforia de decir, estoy viva, es igual las condiciones, tengo una segunda oportunidad. Sentí esa epifanía. Y fue muy dramático estar lejos de mi familia, pero ahora veo que también fue positivo pasar ese duelo en compañía solo de mi pareja. Porque igual si hubieran estado mis padres yo no me hubiera podido permitir pegarme ciertas lloreras. Tuvimos muchísimo apoyo por parte de la familia de él, de todos nuestros amigos… Los vecinos se organizaron para traernos cada comida, cada cena. Todo muy americano, que ellos son muy intensos. Dentro del drama fue precioso.

Habla mucho de su marido en el libro, ¿Cómo ha sido de importantante en este proceso?

He tenido la suerte de tener un compañero que ha decidido quedarse a mi lado y me ha demostrado lo que es el amor. Yo desde el minuto uno le dije que, como éramos muy jóvenes y llevábamos poco tiempo juntos, que si quería huir ese era el momento, pero que si se quedaba, que no fuera por pena. Y él me dijo ‘estás loca, que yo te quiero y quiero estar aquí’. Nos tendría que venir algo muy gordo para ahora mismo que esta relación se acabara, ¿no?

 

También habla del sentimiento de culpa como de un demonio del que le costó liberarse. ¿En las sociedades occidentales no estamos preparados para encajar la adversidad?

Sí, la culpa ha sido el peor demonio. Aunque tú no te quejes, la gente te culpa, habla de imprudencias… yo desde el primer día dejé de buscar culpables, algo me decía que era mi camino para recuperarme. Lo que más me destrozaba por dentro era pensar que estaba haciendo sufrir a los míos. Me salió esa actitud de ‘vamos a superarlo». Fue un proceso muy largo para el que necesité ayuda psicológica.

¿Qué le ha ayudado?

Meditar me ha salvado la vida. Y luego ir poco a poco. Permitir que todas esas emociones pasen, no bloquearlas, porque si no no se van, solo se posponen. El trabajo de autoconocimiento es muy grande. Cuando tú entiendes lo que te ocurre, puedes dominarlo. Esa es la máxima clave que podría darte de la culpa.

Qué le diría a otra gente que afronta un suceso como el suyo, que interrumpe su línea vital?

Que nada es tan grave, hay muchas maneras de vivir y encontrar la felicidad. Y me refiero a vivir plenamente, no a sobrevivir ni a ver los días pasar en el calendario. A mí hay una frase que me ayuda mucho: ‘No te tomes la vida demasiado en serio, porque no vas a salir vivo de ella’. Cuando tú conectas con ese sentimiento de conciencia, las pequeñas cosas te saben a gloria. Tomarte un té o un café o saborear la comida, hay mucha gente que no tiene olfato o gusto, ver las caras de los que te quieren… la vida dura muy poco.

Gracias a las redes sociales, generó una campaña de ‘crowfunding’ que le ayudó a pagar su tratamiento médico en EEUU. Pero también ha sufrido a los ‘haters’, que hacen comentarios de odio sobre una persona pensando que los lanzan al vacío. ¿Cómo vive esa dualidad?

Es dura esa cara B de las redes, que nos dan cosas increíbles. Yo creo que el ser humano es bueno, la mayoría de los ‘hater’s son personas muy atormentadas que están pidiendo ayuda de esa manera. Pero no me parece justo, yo sí tengo la capacidad para gestionarlo, pero hay personas que no. Creo que un día vamos a tener una desgracia, que alguna persona conocida se va a matar o va a hacer algo muy grave. Si no tienes nada mejor que decir, guarda silencio.

Ha vivido en sus propias carnes el sistema sanitario americano y el sistema sanitario español. ¿Qué conclusiones extrae después del paso por los dos sitios?

En América la sanidad y la salud es un negocio tremendo, creo que enseñan a los médicos un poco a deshumanizar a los pacientes, que no se enteren de lo que les está pasando. En el momento que entiendes tu situación, puedes tomar iniciativas. En España te cuentan, te explican lo que van a hacerte, tienen paciencia. En eso es totalmente lo opuesto.

¿En qué punto ee encuentras ahora mismo en tu proceso de recuperación?

Veo solo del ojo derecho. Me hicieron un injerto de mucosa bucal para que recuperara la presión y luego la operación que me devolvió la vista, una queratoprótesis de Boston. Ese ojo es como una lente, una cámara antigua. Veo muy bien cuando las condiciones son óptimas, puedo leer perfectamente y conducir. Pero se me ensucia a menudo o me pongo a llorar y veo borroso. Luego el plan es hacer el famoso trasplante de córnea en el otro ojo, que está mejor, y un trasplante de células madre para recuperar la visión, quizás a principios del año que viene.

Dedicó un ejemplar de ‘Cuando perdí mis ojos marrones’ a la reina Letizia. ¿Sabe algo nuevo de ella? ¿Le ha gustado?

Sí, mira, me llamó ayer [risas]. No, bromeaba, no me ha escrito personalmente ni nada. Fue un momento bastante surrealista, coincidimos en un evento del Banco Santander y me llevé un libro para dárselo, después de recuperar la vista ni eso me parece tan loco, ¿no? Me pareció agradable, muy maja. Estoy un poco nerviosa porque en el libro hay de todo, soy bastante crítica en lo social, hay alguna escena picante… A veces pienso, ¿qué habrá pensado de mi libro? Pero en fin, es una persona como otra y supongo que tendrá sus gustos literarios.

¿Tiene más proyectos en marcha?

Estoy empezando el segundo libro. Dudo si hacerlo completamente novela o darle toques de precuela al accidente, pronto lo acabaré de definir. También tengo un nuevo canal de YouTube y quiero encaminarme este año hacia el doblaje de voz, que es algo que estudié en su momento. Y seguiré con mis charlas y conferencias.

¿Antes del accidente pensó que iba a ser escritora?

Siempre me había gustado escribir, de pequeña escribía cuentos con dibujos. Y una vez gané unos Jocs Florals con siete u ocho años y pensé en ser escritora, pero una profesora me dijo, ‘mejor dedícate a otra cosa, que eso es muy difícil’. ¿Ves que rápido se matan las ilusiones de un niño? Automáticamente mi cerebro lo desechó, pero siempre fue un sueño. Es una de las cosas buenas que me ha dado este cambio de rumbo.