Incluso las máquinas más precisas, más efectivas, hay días en que flaquean y necesitan puestas a punto. Carlos Alcaraz no es diferente. El campeón de El Palmar sigue avanzando en el Abierto de Estados Unidos, donde busca convertirse en el primer tenista desde Roger Federer en 2008 que renueva título en años consecutivos. Pero el partido de este sábado de tercera ronda contra el británico Daniel Evans, donde el joven número 1 se ha impuesto 6-2, 6-3 y 4-6 y 6-3, ha expuesto que, para tener opciones de llegar a esa cumbre, y conquistarla, aún quedan ajustes que realizar.
Evans, un tenista de 33 años que bajó a los infiernos un año por una suspensión por uso de cocaína en Barcelona en 2017, ha ido poco a poco recuperando su lugar en elt enis. Este verano se llevó el segundo título de su carrera en Washington y ocupa la posición 28 en el ranking. Y aunque no tiene ningún arma destacable, en la Arthur AShe ha tenido tenis suficiente como para enfrentarse a un Alcaraz que, esta ocasión, en vez de tocar una de sus sinfonías, a lo largo del encuentro ha dejado sonar varias notas discordantes.
Alcaraz ha estado más fallón que de costumbre con su primer servicio, metiendo el 57%, menos que Evans. Entre sus gloriosas dejadas y sus asombrosos cañonazos se han colado también errores no habituales, y sus 23 no forzados solo fueron uno menos que los de su rival. Ha necesitado cinco bolas de set para notarse la primera manga, y otras tres en la segunda, y tanto en esa segunda como en la tercera ha dejado que Evans le rompiera dos veces.
Alcaraz hasta ha permitido que aparecieran ante ese público que adora su sonrisa y su espíritu señales y muestras de frustración, ocasionales pero cada vez más frecuentes conforme se complicaba el partido. En la tercera manga, después de que Evans le rompiera en el séptimo juego, y tras desaprovechar dos oportunidades de recuperar ruptura en el siguiente, se le ha escuchado alto y claro: “Puta vergüenza«. Poco después se veía forzado a llegar al cuarto set.
Ahí su nivel ha vuelto a subir. En el sexto juego ha aprovechado la primera oportunidad, con una bola casi mágica en la línea, para romper, y enderezar el camino hacia la meta. Y lo que importa, al final, es que después de tres horas y 11 minutos la ha cruzado y sigue adelante en Nueva York, donde tendrá al menos otra oportunidad de ser mejor. Será este lunes en octavos, donde se medirá por primera vez en su carrera al italiano Matteo Arnaldi, un joven de 22 años y 68 del mundo que se ha despachado en tres sets (6-3, 6-4 y 6-3) a Cameron Norrie, el tenista que este año ganó a Alcaraz en la final de tierra en Río.
Djokovic, remontada y aviso a navegantes
En la otra parte del cuadro también pasó apuros en tercera ronda Novak Djokovic, al que el viernes por la noche su compatriota Laslo Djere puso auténticamente contra las cuerdas. El 38 del mundo se anotó los dos primeros sets y obligó al campeón a jugar durante tres horas y 45 minutos hasta anotar la octava de estas remontadas en su carrera.
El partido fue el recordatorio de que, como había dicho un día antes Alcaraz, ni el serbio ni él pueden bajar la guardia, no importa lo que digan el lugar de sus rivales en los rankings. Pero Djokovic también mostró en los tres últimos sets su juego incontestable. Y quiso presentar lo sucedido como algo un aviso a navegantes: “El mensaje que lanzo al resto de competidores es que aún puedo jugar a cinco sets bien entrada la noche”, dijo el jugador de 36 años. El siguiente, este domingo: el croata Borna Gojo, 105 del mundo.