El fútbol es uno de los grandes sectores económicos de España. No tanto por lo que supone en ingresos directos -más de 4.000 millones de euros anuales-, sino por todo lo que mueve a su alrededor y por el altavoz mediático del que dispone. Para lo bueno y para lo malo. Un domingo la marca España se alimenta del triunfo de la selección en el Mundial femenino y a la semana siguiente se deteriora por el comportamiento del presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) durante la final. «No voy a dimitir», clamó repetidamente Luis Rubiales en su última comparecencia, donde se esperaba su dimisión, tras besar a la futbolista Jennifer Hermoso sin su consentimiento. No va a dimitir, dijo, porque él representa «la mejor gestión del fútbol español»» Pero ¿qué gestiona realmente la federación y cuánto negocio mueve? ¿Ha sido un éxito como dice?
Los números fríos avalarían ese argumento. Rubiales llegó a la presidencia en mayo de 2018, poniendo fin al largo mandato de Ángel María Villar. Ese año, planificado por el segundo y ejecutado por el primero con el Mundial de Rusia por medio, se cerró con unos ingresos totales de 180,4 millones. En 2022, también año mundialista con la cita de Qatar, esta cifra se elevó ya a 347,8 millones. Un incremento acumulado del 79%, que se ha producido de manera progresiva y con momentos clave que explican esa alza, si bien en el último año se produjo una ligera caída.
En términos de rentabilidad, el beneficio neto agregado de los últimos cinco años se ha situado en casi 58 millones, aunque concentrado en 2021 y 2022. Aquí la crítica de los clubs es clara: ¿la federación está para ganar dinero o para reinvertirlo en la pirámide competitiva? Y es que el último ejercicio pudo cerrarse en positivo porque se recortaron las ayudas presupuestadas inicialmente para los equipos de fútbol e inversiones estratégicas. Por el contrario, esas reservas apuntan a que podrían destinarse al último proyecto anunciado por Rubiales: la construcción de un estadio al estilo Wembley. Una inversión que iría en la línea estratégica de su mandato, que ha sido la de recuperar competencias para la federación, ensanchar el negocio y tener una posición más dominante en el ecosistema del fútbol español frente a LaLiga.
Conflictos competenciales
¿Porque qué era exactamente la RFEF y qué es hoy? A diferencia de lo que muchos piensan, la federación es una organización privada que, eso sí, tiene la delegación pública de la promoción del fútbol. Y por su sistema organizativo, que emula al de la política, suele crear confusión. La organización se encarga principalmente de regular esta disciplina en el país, transponiendo las normas que se aprueban en la UEFA y la FIFA, al tiempo que propone cómo debe ser la pirámide competitiva estatal. Y aquí es donde entran los conflictos competenciales que han marcado el mandato de Rubiales y que explican el fuerte aumento del negocio.
Las ventas de la RFEF se dividen en dos ejes: la prestación de servicios, como la tramitación de fichas y el arbitraje, y la organización y explotación comercial de torneos. Entre estos no están las ligas profesionales, puesto que desde 1992 la ley del deporte establece que estas deben ser gestionadas por los propios clubs. Dicho de otro modo, la federación regula y comercializa todas las competiciones estatales que se disputan en España, a excepción de la Primera y la Segunda División en masculino (LaLiga) y, desde 2022, tampoco la Primera femenina (Liga F). A ella le quedan la Copa y la Supercopa del fútbol masculino y femenino, así como el fútbol semiprofesional mediante la Primera, la Segunda y la Tercera Federación masculinas y femeninas.
También fútbol sala
Desde 2019 también se encarga de la Primera y la Segunda División del fútbol sala nacional y sus torneos coperos. Una decisión que también supuso un cisma en el mundo del futsal al dividir a los clubs de la liga entre los que se adhirieron a la RFEF y los que mantienen su apoyo a la LNFS, la asociación de clubs que se había encargado de la organización de las competiciones hasta entonces. Rubiales prometió a los clubs de futsal el doble de ingresos por televisión; sin embargo, cinco cursos después, nunca ha conseguido igualar el contrato de 1,2 millones anuales, aproximadamente, que ha pagado LaLiga a los clubs de la LNFS por sus derechos audiovisuales.
Ese es uno de los principales borrones de su gestión, porque, a excepción de la Supercopa de España, hoy todos los torneos sobre los que ha recuperado competencias generan menos ingresos que cuando estaban en manos de los clubs, si bien se han elevado las ayudas que perciben sacándolas de otras partidas. Otra cuestión es cómo cambios en la contabilización de determinados torneos o el aumento del valor de los derechos que no gestiona, pero de los que se queda una parte, han hecho que la federación haya alcanzado unos niveles récord de facturación y en Europa solo se vea superada por la todopoderosa FA de Inglaterra.
Empecemos por el área audiovisual, que ha pasó de 64 millones en 2018 a 111 millones en 2022. Aquí el gran salto se dio especialmente en 2020, cuando Rubiales logró doblar el dinero que la RFEF recibe de LaLiga a cuenta de sus derechos audiovisuales. El real decreto ley de 2015 que regula la comercialización conjunta de los partidos de Primera y Segunda reservaba el 1% del importe para el fútbol femenino y aficionado, pero en 2020, con los denominados Pactos de Viana, se subió al 2% para facilitar que en plena pandemia se pudieran reiniciar las competiciones. En números, pasar de 17 millones a unos 35 millones anuales por este concepto. A eso hay que añadir lo que recibe de la UEFA y la FIFA, que se encargan de vender las emisiones de los partidos de selecciones, así como la Eurocopa y el Mundial, que también han crecido.
Por último, clave también en ese salto de ingresos por televisión, está la retirada de la encomienda a LaLiga en 2019 para comercializar Supercopa y Copa del Rey. Aquel acuerdo aseguraba un mínimo de 10 millones limpios para que la federación lo reinvirtiera en la base, y LaLiga los lograba colocar en el mercado por unos 45 millones anuales. Desde 2020, sin embargo, fuentes del mercado audiovisual aseguran que el valor de los dos torneos ha caído por debajo de los 30 millones por temporada al no venderse en bloque con LaLiga. Es decir, que la RFEF ha triplicado lo que contablemente se anota por retransmisiones por ambas citas, pero el saldo neto que le queda es inferior a los citados 10 millones por cómo la legislación establece que se reparte el dinero de la Copa.
Donde la federación sí puede colgarse la medalla es en el cambio de formato de la Supercopa de España y lo que ha supuesto. De los dos millones que podía obtener por su emisión, el torneo ahora genera 40 millones anuales, determinante para que la partida de publicidad e imagen haya pasado de 33,9 millones a 82,6 millones entre 2018 y 2022. Ese salto se ha dado pese a que la pirámide de patrocinadores que acompañan a la Roja ha ido menguando respecto al boom que se produjo con los triunfos en el Mundial de 2010 y la Eurocopa 2012. Hoy, si bien la lista de colaboradores es bastante larga, los únicos con la condición de patrocinador son Adidas, 3D Factory, Iberia, Halcón Viajes, Cervezas Victoria y TCL.
La partida de actividades deportivas también ha subido de forma importante, pasando de 32,39 millones en 2018 a 70,21 millones en 2022. Aquí se incluye una parte menor de los ingresos de la Supercopa, así como los pagos por rendimiento deportivo que realizan la UEFA y la FIFA por sus torneos, y que anualmente han superado los 10 millones por su participación en las distintas Eurocopas, Mundiales y los clasificatorios. Pero también se incluye una partida extra que ha ido creciendo y que son fondos procedentes de LaLiga para la protección social del fútbol femenino y aficionado, que casi se ha triplicado en los últimos cinco años, hasta 8,5 millones. Otro elemento determinante en esa mejoría no son nuevos ingresos, sino un cambio de la UEFA sobre quién gestiona los fondos de solidaridad para equipos que no compiten en Champions, Europa y Conference League. Esos 12 millones antes iban directamente a los clubs de LaLiga, pero desde 2020 es la RFEF la que se anota esos ingresos, si bien únicamente ejerce como intermediario para transferir ese dinero a los equipos con canteras.
Más por las licencias
A partir de aquí, ya entran los ingresos propios de un regulador, que no son pocos y suponen más de 80 millones anuales. Pese a que el número de practicantes federados se ha mantenido relativamente estable, el aumento de los precios ha hecho que los ingresos por licencias de futbolistas hayan subido el 69% entre 2018 y 2022, hasta 17,5 millones que principalmente asumen los clubs profesionales, tanto masculinos como femeninos. El avance ha sido similar, del 64%, en las cuotas que estos equipos pagan, alcanzando los 1,2 millones. La actividad docente, como cursos para ser árbitro o entrenador, aporta otros 1,6 millones, por los 810.000 euros en ventas de material deportivo.
Pero si hay un fuerte incremento reseñable en el negocio administrativo de la federación, ese es en el arbitraje, por el que los clubs pagan hoy el 125% más que en 2018, pasando de 18,35 millones a 41,36 millones. La subida ha sido gradual y asumida casi íntegramente por LaLiga, que este mismo año ha exigido que el colectivo arbitral deje de depender de la RFEF para ser un organismo independiente y más supeditado al fútbol profesional, que es el que paga el grueso de la factura. De hecho, al igual que con las ayudas de la UEFA, aquí el regulador hace de mero intermediario y redistribuye este dinero entre los colegiados.
Este es el último frente abierto por Tebas a raíz de las críticas recurrentes sobre la falta de criterio unificado o los errores del VAR, un pulso en el que consideran que se les debería escuchar porque, a lo que pagan por este servicio, se le suman otros 18 millones que ceden a la federación en virtud del convenio de coordinación y todo el resto de las facturas que anualmente pagan. De hecho, entre LaLiga y sus clubs son responsables de aproximadamente un tercio de todo el negocio, con unos 130 millones por temporada entre el 2% de los derechos de televisión, el convenio de coordinación, los pagos por los servicios administrativos y el arbitraje.
Ello no ha sido óbice para que la federación haya intentado arañar más cuota del pastel del fútbol profesional, ya que desde hace tres años está en un proceso judicial contra LaLiga por los partidos del viernes y el lunes. Pese a contar con el posicionamiento favorable del Consejo Superior de Deportes (CSD) respecto a la competición, el regulador continúa reclamando 15 millones más al año por permitir el uso de esa franja horaria. Un enfrentamiento con el Gobierno central como árbitro muchas veces que también se ha trasladado a la Liga F, cuya profesionalización trató de frenar para no perder el control sobre la misma y de la que ahora aspira a quedarse la mitad de su negocio comercial y una importante subida de precios en los arbitrajes, las licencias y las multas.
Más dinero para el ‘staff’
Porque, en este periodo, de no ser por la Supercopa de Arabia Saudí y el aumento en el importe que paga el fútbol profesional, difícilmente podría haberse dado el salto que se ha dado en el reparto de ayudas. El dinero que reciben los clubs -excluidos los pagos de Supercopa y parte de la Copa del Rey para el fútbol profesional- se ha disparado el 120% entre 2018 y 2022, hasta 88,7 millones. Eso sí, es un importe que siempre se ha mantenido en torno al 20% de los gastos, mientras que el peso de las ayudas a las territoriales ha bajado casi a la mitad, al mantenerse estable todo este tiempo en unos 35,5 millones.
Lo que sí ha subido son los costes de personal, pasando de 14 millones en 2017 a 34,5 millones en 2022. Más trabajadores, mejor sueldo para el staff de las selecciones -10,5 millones- y también una importante subida para el presidente. De los 150.000 euros brutos de Villar, a los 657.000 euros de Rubiales en 2022, según la última información disponible en el portal de transparencia de la RFEF. «No voy a dimitir», se enrocó el pasado viernes, antes de ser suspendido por la FIFA.