Fue un apocalipsis prehistórico, tan remoto que nunca han aparecido evidencias inequívocas. Las glaciaciones, los periodos de frío intenso, dejaron de ser episodios pasajeros y se convirtieron en eventos extremos de larga duración. Las temperaturas de la superficie de los océanos descendieron en varios grados, hubo largos ciclos de sequías y el acceso a los alimentos se hizo cada vez más difícil ante la desaparición de especies animales y silvestres. Este fenómeno ocurrió hace entre hace 930.000 y 813.000 años y casi provoca la extinción al completo de la incipiente población humana, de nuestros antepasados más remotos.
Uno de los interrogantes que más desconciertan a los paleoantropólogos es la «extrema escasez» en el registro arqueológico de África y Eurasia de fósiles de homininos —homínidos que pertenecen al linaje humano, después de que este se separara de la estirpe de los chimpancés y bonobos— de hace entre 950.000 y 650.000 años. Un equipo internacional de científicos chinos, italianos y estadounidenses puede haber encontrado ahora la explicación a ese misterio evolutivo.
Los investigadores han desarrollado un método de modelo flexible para la inferencia demográfica llamado FitCoal que consiste en proyectar la variación genética humana actual hacia atrás en el tiempo —concretamente han utilizado el genoma de 3.154 individuos de hoy en día de diez poblaciones de África y cuarenta del resto del mundo—. Los resultados del sistema matemático, publicados este jueves en la revista Science, son fascinantes y seguramente vayan a provocar un gran debate en la comunidad académica.
El principal hallazgo del estudio es la presencia de un «cuello de botella», un drástico descenso poblacional, durante el periodo de transición entre el Pleistoceno inferior y el Pleistoceno medio que estuvo a punto de acabar con la historia de la humanidad tal y como la conocemos en la actualidad. Los datos son escalofriantes: alrededor del 98,7% de estos primeros humanos se extinguió al principio de esta coyuntura extrema y una media de unos 1.280 individuos en condiciones de reproducirse fueron capaces de mantener viva la llama de la población humana.
«Este hallazgo abre un nuevo campo en la evolución humana porque suscita muchas preguntas, como los lugares donde vivieron estos individuos, cómo superaron los catastróficos cambios climáticos y si la selección natural durante el cuello de botella aceleró la evolución del cerebro humano», comenta Yi-Hsuan Pan, experto en genética evolutiva de la Universidad Normal del Este de China y uno de los autores principales de la investigación. Hace un par de semanas, otro estudio publicado en Science desvelaba un episodio parecido y quizás conectado a este: un evento de enfriamiento glacial extremo hace 1,1 millones de años acabó con los primeros habitantes de la Península Ibérica y del suroeste de Europa.
Último antepasado común
Por el momento los autores del estudio desconocen cómo fue posible ese asombroso ejercicio de supervivencia de una población tan pequeña en condiciones tan adversas y peligrosas. Pero sí lanzan algunas hipótesis para explicar el rápido aumento demográfico a partir de hace unos 813.000 años que también ha desvelado el modelo estadístico: el control del fuego —las primeras evidencias arqueológicas encontradas en Israel datan de hace unos 790.000 años— y un cambio climático favorable, que habría propiciado temperaturas más cálidas.
El estudio, además, ha identificado que esta suerte de apocalipsis prehistórico tuvo un fuerte impacto en la formación de nuestro ADN. «El cuello de botella también podría haber aumentado el nivel de endogamia de nuestros antepasados, contribuyendo así a la pérdida del 65,85% de la diversidad genética humana actual«, explican los investigadores. El drástico descenso de la población, aseguran, pudo haber influido en un evento por el que dos antiguos cromosomas se fundieron para formar lo que hoy en día se conoce como cromosoma 2, uno de los 23 que componen el cariotipo humano.
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Los autores del estudio apuntan que el cuello de botella no solo coincide con el periodo de escasez de fósiles en África y Eurasia —los restos de homininos de esta época hallados en el este de Asia los atribuyen al Homo erectus, una especie mucho más antigua—, sino que podría haber provocado la evolución de una nueva especie humana anterior al Homo sapiens. En este sentido, se decantan por el Homo heidelbergensis, que habría emergido en el continente africano hace unos 800.000 años, y se preguntan si ese fue el momento en el que vivió el último antepasado común de los neandertales, los denisovanos y los humanos anatómicamente modernos.
Nick Ashton, conservador del Departamento de Prehistoria del Museo Británico, y Chris Stringer, antropólogo del Museo de Historia Natural de Londres, que no han participado en el estudio, aseguran que todas estas teorías deben ser confirmadas a través de evidencias fósiles y arqueológicas. Recuerdan en otro artículo que hay una serie de yacimientos en África, Asia y Europa con restos fósiles que han sido datados en este periodo, como la Gran Dolina de Atapuerca, donde aparece el Homo antecessor hace unos 800.000 años.
«Si, como parece probable, los humanos estaban muy extendidos dentro y fuera de África en el período comprendido entre hace aproximadamente 900.000 y 800.000 años, lo que sea que causó el cuello de botella inferido por el modelo tuvo efectos limitados en las poblaciones más amplias del linaje no sapiens o cualquier efecto fue de corta duración», apuntan ambos investigadores.
«Estos hallazgos son sólo el comienzo. Los próximos objetivos futuros con esta información se centran en pintar una imagen más completa de la evolución humana durante este período de transición del Pleistoceno inicial al medio, que a su vez continuará desentrañando el misterio de la ascendencia humana temprana y la evolución», subraya LI Haipeng, genetista teórico de poblaciones y biólogo de la Academia de Ciencias de China. El rompecabezas de nuestros orígenes sigue añadiendo piezas.
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