El incendio que asola Tenerife desde el pasado día 15 ha calcinado unas 15.000 hectáreas. Los 278 fuegos que arrasaron Asturias en marzo y abril de este año devastaron más del doble: 32.000 hectáreas (320 kilómetros cuadrados), el equivalente a Siero y Llanera juntos. Cada zona tiene su casuística, por lo que resulta difícil –e injusto– comparar las quemas registradas en territorios diferentes. En todo caso, los siniestros de Asturias y Tenerife tienen algo en común: son lo que los expertos llaman «incendios de sexta generación», más violentos, destructivos, rápidos e imprevisibles que los conocidos hasta ahora. Capaces de modificar el clima y casi imposibles de apagar.
La principal diferencia entre ambos casos estriba en la población afectada. En Asturias, aunque se quemaron algunas casas, hórreos y cuadras, la mayor parte del terreno afectado estaba despoblado, y «solo» tuvieron que ser desalojadas 375 personas. En Tenerife han ardido pinares y buena parte de la corona forestal que rodea el parque nacional del Teide, pero hubo que evacuar a más de 12.000 personas, al amenazar las llamas a pueblos y urbanizaciones.
¿Está teniendo Tenerife más atención que la que tuvo Asturias por parte del Gobierno de España? Aunque es verdad que a la isla ya ha viajado el presidente en funciones, Pedro Sánchez, y que planea hacerlo el rey, Felipe VI, a Asturias acudieron tres ministros: los titulares de Transición Ecológica, Teresa Ribera; Presidencia, Félix Bolaños; e Interior, Fernando Grande-Marlaska. Además, Pedro Sánchez se mantuvo en contacto con el presidente asturiano, Adrián Barbón. Y si bien Sánchez ha anunciado que declarará Tenerife «zona afectada gravemente por una emergencia de protección», lo que antes se conocía como «zona catastrófica», el Gobierno hizo lo propio con Asturias el 20 de junio pasado.
Las ayudas, competencia de Interior, incluyen distintos supuestos que abarcan desde 2.580 euros por la destrucción o daños en enseres de primera necesidad, hasta un máximo de 15.120 euros por la destrucción total de la vivienda habitual o 10.320 euros por daños en su estructura. También está contemplada una indemnización de hasta 9.224 euros para los titulares de explotaciones agrarias, mercantiles industriales, de servicios y turísticos. Los ayuntamientos pueden optar igualmente a esta línea de ayudas «por gastos derivados de actuaciones inaplazables».
Pero conseguir ayudas suele ser una auténtica carrera de obstáculos burocráticos. De mano, no hay ayudas para los ayuntamientos que hayan empleado medios propios en sofocar los incendios. El resto depende de que el Principado lo solicite a la Delegación del Gobierno, a lo que debe seguir un informe de validación del departamento estatal y un peregrinaje por tres ministerios: el expediente lo tramita Interior y lo declara Presidencia, pero es Política Territorial el que abre el plazo de solicitudes. Traducido: una media de 148 días; eso sí, con anteriores gobiernos los trámites se prolongaban el triple.
Hay más vías de ayuda: una para reforestación de Transición Ecológica que alcanza el 50% del gasto y, en el caso de Asturias, una partida de 5,5 millones para regeneración forestal con cargo a los fondos europeos de recuperación. Finalmente, Interior apadrina otra línea para paliar catástrofes naturales, pero sólo para primeras viviendas que no estén aseguradas y cuyos propietarios no superen un determinado límite de ingresos.
En el caso de Asturias, las autoridades señalaron que la mayor parte de los incendios fueron provocados, e incluso Barbón llegó a hablar de «terroristas ambientales al referirse a los pirómanos y tuvo que desdecirse tras hablar de una «banda organizada», cuya existencia negó la Guardia Civil. El caso es que solo ha habido hasta ahora tres detenciones por los 278 incendios registrados en la región, aunque fueron investigadas más de 30 personas. En Tenerife, mientras tanto, el presidente de Canarias, Fernando Clavijo, aventuró que el incendio fue intencionado, pero la Guardia Civil subrayó que aún no hay «ningún elemento» que avale las palabras del político.
También es demasiado pronto para determinar las pérdidas provocadas por el incendio de Tenerife, mientras que la Federación Asturiana de Empresarios (FADE) cifró en 100 millones las que generaron en Asturias los incendios del marzo y abril. Unos incendios que dejaron durante unas horas a la región partida en dos, ya que el fuego obligó a cerrar todas las vías de comunicación entre el centro y el occidente de la región.
Gabino Parrondo, presidente de la Asociación Empresarial de Selvicultura y Medio Ambiente de Asturias (Asymas), sostiene que los incendios de sexta generación tienen «mucho que ver con el abandono del medio rural, los pueblos» y la «matorralización de la faja urbano-forestal». El cambio climático y la disminución de la inversión forestal hacen el resto. Todo ello genera en los montes una «enorme cantidad de biomasa», que se convierte en combustible y hace «imparables» los fuegos.
Los incendios de sexta generación surgen a menudo en lugares que el cambio climático ha «precalentado» igual que haría un «horno». Son muy difíciles de predecir y queman más rápido, más caliente y más lejos. Generan columnas conectivas (nubes de fuego, humo y pavesas ascendentes) y, al haber mucha circulación de aire, las llamas se retroalimentan constantemente de oxígeno, incrementando exponencialmente su voracidad y modificando el clima. Además, las pavesas incandescentes, movidas por el viento y el humo, pueden generar nuevos focos a cientos de metros de distancia, dando la impresión de que alguien va prendiendo fuegos.
¿Solución? Según Parrondo, que los políticos escuchen a los técnicos y, sobre todo, «gestionar el monte y sanearlo», lo que posibilitaría que hubiera «menos plagas, menos combustible, menos incendios y menos CO2». La «gestión activa» del monte incluye técnicas como las talas selectivas y las microquemas controladas, así como la recuperación de los cortafuegos. Solo así se podría llegar a evitar que un incendio pueda avanzar sin control desde Degaña hasta Valdés o desde Allande hasta las puertas de Oviedo, como ocurrió hace cinco meses.