Más que ceder como hemos dicho varias veces, se trata de buscar soluciones dialogadas a los conflictos, dentro del ámbito constitucional. La Constitución da más o menos en función de las actitudes políticas y sociales de cada uno. Mejor es negociar legalmente en vez de no ofrecer nada sustancial o de echar leña al fuego. Junts, como la mayoría de grupos, da la espalda a Feijóo porque no tiene nada constructivo que aportar a Cataluña.

El guion de Díaz Ayuso ataca a Sánchez para no variar, cuando su propio partido intenta acercar posturas a ver si sale investido el aún líder del PP. La incongruencia es la norma común de esa casa, entre otras virtudes dignas de encomio. Puigdemont no es un «rival político e ideológico», según el aspirante popular. La tradición y la legalidad del independentismo de Junts no las ponen en duda ahora por si llega el imposible milagro.

Los corredores de la Vuelta Ciclista a España han tenido que esquivar las chinchetas que unos chiflados pusieron en una parte de la ruta. El hecho recuerda las conductas habituales de algunos que solo han sabido poner palos en las ruedas del Gobierno de coalición progresista. Continuarán poniéndolas si Pedro Sánchez consigue, después del intento nulo de Núñez Feijóo, los apoyos necesarios en el hemiciclo para continuar siendo presidente. Solo saben obstaculizar y generar trifulcas, y más actuarán así con su mayor poder territorial y la mayoría en el Senado. Dadas las circunstancias actuales, el auténtico objetivo del PP es solo la convocatoria de nuevas elecciones. Convertir la derrota en una posterior y supuesta victoria en el caso de repetirlas.

La soledad de Feijóo, víctima de sí mismo y arropado por Vox, se ha conseguido a pulso, durante una legislatura en la que la infamia y el despropósito han sido la tónica general de ambas fuerzas. En esa misma línea seguirán si Sánchez gana la investidura en su momento, tras el sainete que protagoniza el primer candidato, con la finalidad de sobrevivir en el seno de una compañía donde Ayuso interpreta el guiñolesco papel de estar siempre al ataque. No respetan a la población, pero también es verdad que el rey, apoyándose en la «costumbre», le brinda esa oportunidad. Un berlanguiano asunto como tantos otros de una u otra índole. Lo de Luis Rubiales y demás ejemplos de «pormishuevismo» son reveladores en determinados personajes de la fauna ibérica.

Mediante la formación de la Mesa del Congreso, se demuestra que existe una mayoría parlamentaria frente a las dos derechas que se dan el pico aunque el PP disimule. ¿Se podrá reeditar, si hay acuerdos sensatos, a fin de que la posible investidura de Sánchez salga airosa? También es evidente el paso de los días, después del 23J, en cuanto a la espera de los ciudadanos. Una tomadura de pelo. Y lo que aún falta hasta que pueda haber un nuevo Ejecutivo, suponiendo que la repetición electoral no sea necesaria.

A Feijóo, que sigue grogui porque se juega su carrera política, no le salen las cuentas por mucho que se suba al primer puesto del podio. Si no tiene capacidad de negociación con otras formaciones es su problema, no del vecino. Nuestro país no puede estar en esta situación tanto tiempo con la venia de la nueva presidenta del Congreso, Francina Armengol, aguardando la sesión de investidura del presunto candidato popular. Quiere salvarnos de la «destrucción nacional» venciendo y convenciendo a cuatro diputados o diputadas socialistas al menos con el posible espíritu tránsfuga de la desfasada y vieja guardia. Recuerden lo del «tamayazo» ocurrido en 2003 en la Asamblea de Madrid…

La España plural y compleja pretende pasar página pese a que algunos continúan y piensan seguir con idéntica forma de actuación mientras no logren tener el Gobierno central como «legítimos» propietarios. Valen el diálogo, el mutuo respeto o la innovación, no las imposiciones autoritarias y el negacionismo climático. Ni defender un programa basado en recortes de derechos y libertades, que es lo único que podrá esgrimir Feijóo al usar la investidura. ¡Menuda papeleta tiene! ¿Eso es rearmarse contra Sánchez? Un mes antes de ese acto se resigna a liderar la oposición. Si la lidera.

Queda demostrado que el empuje social obra prodigios contra los abusos que mancillan a la ciudadanía. El caso Rubiales evidencia el fracaso del «pormishuevismo» nacional.