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En el circo mediático del encierro de la madre de Rubiales: “Es una payasada”

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Hacia el mediodía los curiosos superan por poco a los periodistas apostados en el patio de la iglesia de la Divina Pastora de Motril. “¿Otra vez aquí?”, le pregunta un transeúnte a uno de los hombres que observa el trajín de las cámaras. “¡Tendré que aprovechar los últimos días de vacaciones! Mejor que quedarme en casa…”, suelta entre risas.

Los vecinos se guarecen del sol a la sombra de unos plataneros. Al otro lado de la puerta del templo, ubicado en el centro de esta ciudad de la costa granadina, Ángeles Béjar, madre de Luis Rubiales, afronta su segunda jornada de encierro y «huelga de hambre». Protagoniza el último capítulo de la huida hacia adelante que su hijo inició el pasado viernes cuando se negó a dimitir como presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) y anunció su decisión de pasar unos días de descanso en su Motril natal.

“¡Menos Rubiales y más sanidad pública!”, grita un transeunte

A Ángeles la acompaña su cuñada. A primera hora del lunes aprovecharon las labores de limpieza en la parroquia para quedarse en su interior. Dicen “pedir justicia” por su hijo, cesado temporalmente del cargo tras el beso en la boca a la futbolista Jenni Hermoso. El templo está emplazado junto a un centro de salud y los espontáneos se mezclan con los que esperan turno para el médico. “¡Menos Rubiales y más sanidad pública!”, lanza un paciente mientras sale del ambulatorio. “Hay cien números por delante. Ya voy a echar toda la mañana aquí, pero al menos estamos entretenidos”, lamenta una madre mientras aguarda consulta para su pequeño.

Aporreando las puertas

Los cámaras y reporteros crecen según discurre la mañana. Hay de algún que otro deportivo, pero abundan los matinales y los programas del cotilleo. Algunos, los menos, han hecho guardia durante la noche. Pasadas las 8 de la mañana, el párroco aparece por el portón. No hay más visitas durante la mañana. A las 10 una cuadrilla de jardineros acampa enfrente de la iglesia. Se toma el bocadillo mientras observa el desembarco de medios.

Poco después, una mujer en andador trata de acceder al templo para -según dice- “ver a Ángeles”. Las cámaras la aturullan a las puertas de la iglesia mientras ella busca el timbre que no existe. Aporrea la puerta. Sus esfuerzos resultan en vano. “Llámala al móvil”, le pide un cámara. “No tengo móvil”, replica Loli. “Esto es porque quieren su puesto ¡Siempre es igual!”, dice. Poco después, los reporteros de televisión pierden el interés y van dejando a la mujer, que permanece un rato sola ante la puerta.

Está haciendo lo que dice su hijo

“Esto es un espectáculo y es una payasada. Conozco a Ángeles de toda la vida y sé quién es Rubiales padre e hijo”, comenta Ana, una vecina motrileña en los aledaños de la parroquia. Duda que el encierro que ha logrado el aterrizaje de los canales de televisión en la tranquila Motril en plena canícula informativa de agosto sea iniciativa suya. “Es una cosa orquestada por el hijo. Es tan buena mujer que no tiene neuronas para esto. Está haciendo lo que dice el hijo”, desliza. “Este señor es un impresentable pero tenía que haberse marchado por otras cosas”, agrega.

Los derroteros del caso Rubiales dividen a Motril. Los hay que apoyan a Rubiales y la iniciativa de su madre. “Tenía una peluquería de toda la vida en Motril. Es buena gente. Lo del beso es una tontería. No entiendo tanto revuelo. Ha sido solo un piquito consentido”, dice una vecina que pide anonimato. Su argumento está en boca de otros a las puertas de la iglesia. Pero confiesa: “Si yo hubiera sido él, ya hubiera dimitido por el honor y para evitar todo esto”.

Un triunfo histórico ensombrecido

El último de los episodios, que ha ensombrecido el histórico triunfo del fútbol femenino español en el Mundial de Sidney, también ha desenterrado parte de la historia de los Rubiales en la ciudad. Su padre fue alcalde socialista de Motril entre 1987 y 2003. “Estuvo implicado en el caso de los ERE”, comenta un vecino. Terminó en las filas de Convergencia Andalucista, una escisión del también extinto Partido Andalucista que tuvo su cuartel general en la vecina ciudad de Almuñécar. Su poder está

Si un hijo se mete en un lío, que salga él solo y no involucre a su madre

Todos se preguntan por el paradero de su hijo. “No sé donde está pero si un hijo se mete en un lío, que salga él solo y no involucre a su madre”, exclama otro de los presentes. “Es la gota que ha colmado el vaso. Antes hizo cosas peores pero han aprovechado esto para dejarle caer”, añade. Cuando el número de medios crece, también arrecian algunas críticas. “Los medios estáis haciendo leña del árbol caído. ¡Carroñeros!”, lanza uno de los asistentes, que -reconoce más tarde- haberse acercado para denunciar la situación de los transportistas. Termina hablando de los hombres que son presuntas “víctimas” de denuncias falsas por violencia de género.

Al mediodía las campanas suenan. La puerta sigue cerrada a cal y canto y agentes de la policía nacional y local patrullan esporádicamente por los aledaños en coche para comprobar los ánimos. Según el horario de misas, el único servicio del día es a las 8 de la noche. “¿Hasta cuándo va a estar cerrada la iglesia?”, pregunta uno de los asistentes. La cuestión queda suspendida en el aire. El circo continúa.