El Atlético se pasó toda la segunda vuelta de la pasada temporada ganando y pensando qué hubiera pasado con ese nivel continuo. Este curso no quiere que el recuerdo de la primera parte del campeonato sea permanente, más que nada, porque ello supondrá haber derrapado en Champions y perder oportunidades de ganar LaLiga. Dos ententes que le corresponden por plantilla. Contra el Rayo, los de Simeone salieron con el fuego en las botas para despachar por la vía rápida un derbi que siempre es caliente. En la segunda llevaría la cuenta hasta la máxima goleada a domicilio de su historia.
Un primer cuarto rojiblanco fulgurante
Lo hicieron con siete goles: el primer de Griezman, el segundo de Memphis, sustituido por Morata en una lesión instantánea y el tercero de Molina. El delantero madrileño pondría la puntilla en el tramo final, Correa aprovechó un error de Dimitrievski y hasta Llorente se sumó a la fiesta. Así, hasta el 0-7. Siete demostraciones en las que se plasmaron el arte de los desmarques. Porque hay pocas acciones más bellas en el fútbol que ver a un jugador tumbar el Muro de Berlín que es una defensa como la del Rayo, que no había encajado un gol en las dos primeras jornadas, para conseguir la revolución.
Siete píldoras de inteligencia que calmaron la intranquilidad de Simeone, quien tiene pesadillas con Arabia. Piensa que vendrá un jeque y le retirará piezas sin avisar. Alguna la pone en el escaparate, a ver si el mercado invita a una operación que lo desate todo. Joao Félix, promesa portuguesa. Casi sin lucir. Ocasión, porque algún la aprovechará, o eso quiere vender el Atlético.
Memphis, lesionado y cambiado por Morata
Al contrario que Saúl, titular por la izquierda, magnífico atacando el espacio libre y generando mucho peligro ante un Rayo dependiente de la magia lenta de Óscar Trejo. Pero sobre todo, una plastilina en defensa, donde Aridane se quedó totalmente despeinado en el primer cuarto de hora. Aunque lo intentaba Isi, el pirata mayor del barco de Vallecas, y el resto de una tripulación que provocaba la indecisión de una zaga rojiblanca que, a balón parado, no era contundente.
Tanta dulzura en la vida del Atlético parecía impostada, por eso el guionista de LaLiga accionó un botón para sacar del mapa a Memphis por un problema físico. Entró en su lugar Morata, otro de los que no saben que hacer con su pasaporte. Y el amargor de una sustitución automática se solapó con el tercer tanto. Un gol más que Simeone podrá poner en los malos momentos.
Morata y Correa completan la ‘manita’
Un balón profundo servido por De Paul, a la carrera de Nahuel Molina, que finalizaba ante la salida de Dimitrievski. Todo precedido de una recuperación de Barrios sobre Trejo con la que el canterano volvía a reivindicar que él era el mediocentro que Simeone había pedido sin éxito por la ventana de fichajes que se cerrará el 1 de septiembre. Con el 0-3 antes del descanso, todo pasaba por la gestión de un producto interor bruto que había desarmado a Francisco, quien, como caracteriza a sus equipos, trató de evitar la descomposición.
Agitó el banquillo el técnico almeriense, buscando prender la mecha en el inicio de la segunda mitad para tener una alternativa de remontada. Retiró a Trejo y Unai López para dar entrada a Ciss y Nteka. Durante un lapso, el equipo franjirrojo parecía tener vida, pero no consiguió resultado alguno. Fue tan favorable el partido para el Atlético, que hasta Morata se sacudió la maldición del fuera de juego para conseguir el cuarto tras un sutil pase de Saúl. La exhuberancia ofensiva la completó Correa con una definición callejera ante un defenestrado Dimitrievski para la ‘manita’ que se convirtió en un 0-7 con el doblete de Morata y el colofón de Llorente. Todos contentos en el bando visitante: tres puntos y una inyección de felicidad.