Las clasificaciones internacionales que reflejan el prestigio de las instituciones académicas, analizando aspectos que van desde la investigación y la reputación académica a la empleabilidad y la sostenibilidad no preocupan en exceso a los rectores y exresponsables académicos reunidos por LA NUEVA ESPAÑA en la tradicional cumbre estival de Ribadesella, En esta tercera entrega de ese encuentro ofrecen su punto de vista sobre la foto fija que ha dejado el reciente ranking de Shanghai. «La Universidad de Oviedo, ¿cómo queda: gana o pierde?», pregunta Rafael Puyol, interesándose más por la afectación a las matrículas de la caída demográfica que por los resultados de las clasificaciones internacionales. La realidad, para Ignacio Villaverde, anfitrión en el almuerzo como rector de la Universidad de Oviedo, es que rankings como el de Shangai son «muy rigurosos» y permiten ver quienes son los «referentes» pero también ofrecen paradojas como que España sitúa en posiciones de cabeza más universidades que países como Alemania, Francia o Italia. Eso sí, advierte de la potencia de la enseñanza superior asiática, que antes colocaba a 10 o 15 de sus mejores universidades en las primeras posiciones del ranking de Shangai y hoy son ya 150. «Los rankings me ocupan, pero no me preocupan», sostiene Villaverde.

Junto a Puyol participaron este año Juan Vázquez, exrector de la Universidad de Oviedo; José Muñiz, rector de la Universidad de Nebrija; Manuel Villa-Cellino, presidente del consejo rector de la Universidad de Nebrija; Zulima Fernández, exdirectora de la Agencia Nacional de Acreditación (Aneca), y Juan López-Arranz, también exrector de la Universidad de Oviedo. En un ejercicio en que la Universidad de Oviedo ha vuelto a remontar en el Ranking Académico de Universidades del Mundo (ARWU), conocido como el ranking de Shangai, situándose entre las seiscientas y setecientas más reputadas del planeta, la satisfacción por esos resultados llega con prudencia. Coincide, dice Villaverde, con el mayor volumen de citas de investigadores como Carlos López-Otín o Julio Bobes. «El tono medio de la Universidad española es muy bueno», apunta como diagnóstico Pepe Muñiz, que fue candidato al rectorado en la Universidad de Oviedo antes de estar en la Nebrija. «Es una subida a celebrar, aunque aún queda por mejorar», sentencia Ignacio Villaverde. El puesto evidencia una mejora después de dos ediciones en las que Oviedo había quedado anclada entre el setecientos y el ochocientos, pero aún no llega al lugar entre las cuatrocientas y quinientas primeras que tuvo la entidad en 2019 y 2020. «En cinco o seis años», agrega el máximo responsable académico de la institución docente asturiana, «volveremos a situarnos muy arriba». Y cita a investigadores de Física como Santiago Folgueras, Yolanda Lozano o Pablo Alonso como los futuros Otín o Bobes de estos años pasados, una área al que fían ahora en Oviedo la futura proyección de la institución académica. También en Ecología y Ciencias de la Salud observan que existen muy buenos resultados de cara esos rankings.

Ante esas oportunidades de proyección internacional coinciden Zulima Fernández y Rafael Puyol en que la Universidad no realiza una comunicación adecuada, «no combatimos los tópicos». «Somos los mayores críticos de nosotros mismos», agregan. De esos tópicos, por ejemplo, está el exceso de oferta. «En España somos 56 universidades, 30 de ellas públicas, ¿son muchas? En el área metropolitana de Boston son más de cien», dice Muñiz. No faltan las críticas, eso sí, al sistema de gobernanza: «Se considera muy populista», afirma Puyol sobre el modelo español. «Se perdió una oportunidad con la Ley de Universidades», agrega el rector de la Nebrija.

Vuelve tras esas reflexiones Rafael Puyol a la importancia de las clasificaciones internacionales entre universidades y lo compara con las escuelas de negocios o las privadas, que tienen la oportunidad de «contratar profesorado con más libertad».

Donde se pierde potencia investigadora, opinan los presentes en la cumbre académica de Ribadesella, es en la falta de relevo generacional. En la Universidad de Oviedo, la media de edad de su personal docente e investigador es de 56 años. Acusan la falta de relevo en el área sanitaria, apunta Puyol. «Es un mal de toda la Universidad española», añade. y falta también banquillo en el doctorado, apunta, por su lado, Ignacio Villaverde. Pero a ese problema se añade la burocracia. «Ahora fichar a gente resulta complicado, por no somos competitivos», reconoce pese a que en la época de Juan López-Arranz en el Rectorado llegó a varias varios miles de alumnos con oportunidad de llenar esos banquillos ahora tan faltos de jóvenes investigadores.

La flexibilidad y la rapidez para fichar o captar a esos futuros Otín y Julio Bobes es la claves, a ojos de Juan Vázquez, para continuar escalando posiciones y llegar algún día a ser referentes de uno mismo. «Harvard siempre será un referente para quienes nos miramos en ellos», zanja Ignacio Villaverde.

A corto y medio plazo la Universidad de Oviedo se ha marcado el objetivo de desarrollar un ambicioso plan de transformación digital.

Abrir todos los días la Universidad de Oviedo cuesta 189 millones y el profesorado, 110

La cumbre académica de Ribadesella que desde hace dieciocho veranos organiza LA NUEVA ESPAÑA, con rectores y exrectores y responsables de la universidad española, que también ocuparon cargos de responsabilidad en la Conferencia de Rectores (CRUE) y en la Agencia Nacional de Evaluación y para la Acreditación (ANECA) sirvió para poner sobre la mesa algunas de las cifras más abultadas en la organización interna de la institución docente asturiana. Abrir cada día todos los centros y edificios que conforman la institución docente asturiana cuesta 189 millones de euros. «Es un viejo problema», opina Villaverde sobre esos gastos fijos ahora más abultados a cuenta de la subida de la electricidad. y la plantilla de profesorado, integrada por 2.147 personas, tiene un coste de 110 millones de euros. Lamenta Villaverde lo que ha costado sacar adelante títulos como el de Ciencias del Deporte o Criminología, pero no lamenta los costes, únicamente el tiempo consumido para lograrlo: casi 20 años, dice. En la Universidad Antonio de Nebrija de Madrid, que capitanea el asturiano José Muñiz, han puesto cinco grados nuevos en solo un año.

A futuro, observa Rafael Puyol, exrector de la Complutense, «las privadas van a desplazar a la Universidad pública en la oferta de posgrado». Una realidad que ya se está notando.