Guste o no el ciclismo es un deporte para héroes y la leyenda estaría ya finiquitada si no se recordasen gestas de Charly Gaul bajo las nieves del Giro, de Bernard Hinault en manga corta cuando todos sus rivales se morían de frío o de Pedro Delgado enfrentándose a la tempestad del Gavia.
El ciclismo no es un deporte de salón. Hombres o mujeres que lo practican deben enfrentarse a los desafíos, convertirse en titanes o titanas porque cualquier ofensiva sólo hace que se transformen en héroes o heroínas, los que suben a los montes cuando baja la temperatura o cuando una ciudad se pone su peor careta, de forma inesperada, porque a veces el tiempo es así y por mucho que se hagan previsiones estas fallan y convierten el día en la noche.
Ser ciclista no supone subirte al coche de tu equipo cuando llueve o tocar el freno más de la cuenta en un descenso o pedir calma a los rivales cuando aprieta el calor, o pararse en un bar del camino para tomar un refresco, un respiro, un instante de descanso. Tampoco hay cambios, ni banquillo. Eres titular durante 21 etapas, de Barcelona a Madrid superando todos los desafíos y pasando por territorios con diferencias en las formas de pensar y hasta en la expresión de los idiomas.
Muy mala pata
El estreno de la Vuelta tuvo muy mala pata porque hacía meses que no llovía en Barcelona y porque las previsiones nunca indicaron lo que pasó, la oscuridad reinante y hasta la necesidad de tocar el freno más de la cuenta y no jugarse el pellejo porque seguramente los tiempos de la general que se dieron en la capital catalana serán sólo una anécdota en lo que sucederá a partir de ahora de aquí a Madrid.
El ciclismo es un deporte de héroes, pero también hay que ayudarlos. El mundo cambia y lo vemos cada día reflejado en la respuesta de la sociedad ante cualquier altercado, acción o comentario fuera de lugar. Por eso, hay que evitar que, por lo menos, se conviertan en súper héroes, mejor dejarlo en proyecto de héroes y si podemos hacerlos llegar a las 5 de la tarde, en el horario habitual, mejor que arriesgarnos a que caiga el diluvio universal sobre Barcelona casi a las 9 de la noche.
El oficio de ciclista
Sin embargo, cuando te haces ciclista sabes que pasarás frío, que te mojarás, que deberás jugarte el pellejo en una bajada, apretar los dientes subiendo a velocidad endiablada por puertos donde en ocasiones la temperatura te hará sudar hasta quedarte sin líquido en el cuerpo. Porque cuanto más heroica sea tu victoria más recompensa recibirás, pero sin olvidar que hay que humanizar este deporte, porque si nos pasamos en gestas imposibles siempre habrá la tentación de volver a entrar en el túnel de las pócimas y los druidas y aquí no vale el dilema de que cualquier tiempo pasado fue mejor. La próxima vez que los héroes monten sobre sus bicis en Barcelona que lo hagan a las 5 de la tarde porque como escribió Federico García Lorca a esa hora las heridas queman como soles.