El nombre de Pablo Picasso, allá por donde resuene, es conocido por todos. Su obra al completo, que marcó un antes y un después en la historia del arte, tanto en España como en el trasfondo internacional, no es indiferente a nadie. Pero el artista malagueño es también conocido por su faceta privada, por aquella del hombre mujeriego y de actitudes reprochables que mancharon su reputación, en vida y tras la muerte.
Dejando a un lado su figura, su obra no hubiese sido la que es sin todas aquellas mujeres que tuvieron un importante peso en su vida, no únicamente por su trasfondo sentimental, sino por la huella artística que dejaron en él como en el arte. Dora Maar, Jacqueline Roque, Eva Gouel, Françoise Gilot, Olga Khokhlova, Fernande Olivier, Marie-Thérèse Walter y Geneviève Laporte son ocho mujeres que quedaron en la sombra del gran genio pero que, sin ellas, el artista, en todo su ser, no habría tenido la relevancia que ha trascendido durante décadas y lo hará durante siglos.
De la mano de Eugenia Tenenbaum, historiadora del arte y divulgadora de dichos contenidos en redes sociales, en Las mujeres de Picasso (Lunwerg Ediciones, Planeta de Libros), estas ocho mujeres, enmarcadas en un profundo trabajo bibliográfico y un halo de ficción, vuelven a cobrar vida y dan sentido a la faceta más conocida del maestro del cubismo. En esta entrevista con ElPlural.com, la autora ahonda en quiénes fueron las protagonistas de su libro y sobre la lucha de las mujeres por hacerse un hueco en la sociedad, especialmente en el mundo del arte, durante los últimos tiempos.
Portada de Las mujeres de Picasso, de Eugenia Tenenbaum.
PREGUNTA (P): Picasso es considerado uno de los genios del arte más grande de la historia de España, y del mundo, pero su vida personal siempre estuvo marcada por sus relaciones con mujeres. Permíteme que incida en el debate: ¿hay que separar al artista de su obra?
RESPUESTA (R): No, no hay que separarlo. Y de hecho es que nunca se ha separado. Creo que tenemos todavía esta conciencia de que todo esto formaba parte de su vida personal y no solo de su vida personal, sino la de cualquier hombre que fuese problemático como artista y como persona. Esto también trasciende su obra, porque uno de los temas más representados por Picasso es precisamente la mujer a través de los retratos de las mujeres con las que con las que convivía.
Por tanto, sobre todo en el año Picasso, no solo estamos celebrando su obra, también estamos celebrando su figura. En todo este tipo de efemérides ya no se produce una separación en el mercado, tampoco entre obra y artista. Se puede ver a simple vista un sesgo de género y una doble moral en el sentido de que ellas siempre son las maltratadas, psiquiatrizadas, violentadas, y siempre nos acercamos a estas artistas desde ahí, sea Frida Kahlo, Leonora Carrington o Dora Maar; en cambio con ellos no pasa. Mi pregunta siempre es: ¿por qué con ellas sí y con ellos no? ¿Porque siempre utilizar esta voz pasiva cuando hablamos de violencia, en lugar de utilizar la voz activa?
P: Como bien se puede ver en los ocho relatos que componen Las mujeres detrás de Picasso hay humillaciones y maltrato psicológico y físico. Sí que hay un patrón de violencia que el pintor ha seguido en todas sus relaciones.
R: Efectivamente, sí y por eso muchas historiadoras del arte decimos que Picasso era un maltratador, precisamente porque lo era y representaba a todas las mujeres a las que maltrataba en sus obras, es importante introducir estas conversaciones en los análisis de la historia del arte, pero sobre todo en el discurso museístico, porque es una oportunidad de oro para concienciar sobre la violencia de género y más todavía los tiempos en los que estamos viviendo.
Siempre se intenta excusar a los artistas con que eran otros tiempos, pero seguimos en los tiempos del patriarcado y seguimos los tiempos en la violencia de género. No es algo que se haya quedado en el siglo XIX o XX y por lo tanto siguen siendo dinámicas de poder de plena actualidad.
Durante siglos se ha concebido que mujer y artista eran términos contrarios, que nunca podían conjugarse
P: Todas ellas formaban buena parte de su obra completa, pero muchas de ellas también eran artistas. Sin embargo, su trabajo ha quedado en el olvido, relegado a un segundo o tercer plano. La manera en que Picasso nunca les ayudó a darse a conocer en el mundo del arte, ¿era cuestión de ego o de superioridad por ser hombre y ellas mujeres?
R: Las razones son multifocales. Por un lado, durante muchísimos siglos se ha concebido que mujer y artista eran términos contrarios que en ningún momento podían conjugarse. De hecho, cuando Françoise Gilot conoció a Picasso, él se echó a reír y le dijo algo así como: ‘Las mujeres no pueden ser pintoras, las mujeres no pueden ser artistas’.
Pero esto también es un fallo en la historiografía del arte, porque para que exista la figura del genio tiene también que existir la figura de la musa. Y si seguimos encasquetándolos a ellos dentro del genio, pues a ellas vamos a seguir relegándolas a la figura de la musa y siempre acercarnos a ellas a través de lo que supusieron para estos artistas, en lugar de lo que supusieron ellas para la historia del arte.
Tenemos a Dora Maar, que fue una de las fotógrafas más importantes del siglo XX y, en concreto, una de las más importantes de las vanguardias, el surrealismo; a Françoise Gilot, recientemente fallecida, que se dedicó a la pintura durante 70 años; a Olga Khokhlova que fue bailarina, o a Genevieve Laporte, poetisa. Es decir, él no se juntaba con mujeres cualquiera, sino con mujeres muy potentes y lo que hacía era destruirlas y apartarlas de su talento para poder absorberlo para sí mismo.
P: En la introducción del libro señalas que todo lo que lo compone podría suponer una conversación incómoda, pero ¿incómoda por el pasado, por haber obviado a estas figuras o para el presente, por no darles ahora mismo el lugar que se merecen?
R: Por ambas cosas es una conversación incómoda. Por un lado, porque seguimos sin ser capaces de nombrar la violencia de género en el pasado, o de nombrar el racismo o la homofobia en el pasado. Y, al mismo tiempo, también lo es en el presente, porque al negarlo en el pasado lo perpetuamos, volvemos al argumentario del ‘No, es que eran otros tiempos’. Si el siglo XX no era el momento para nombrar estas cosas y el XXI tampoco lo es: ¿cuándo va a ser el momento para llamar a las cosas por su nombre? Seguramente nunca.
P: Este año, en abril, se celebró el 50 aniversario de la muerte de Pablo Picasso. Pero, en lo referente a las mujeres de su vida, ¿se está haciendo una buena divulgación desde los museos y las instituciones artísticas?
R: No, de hecho, un ejercicio que suelo hacer en las presentaciones tiene siempre el mismo resultado. La primera pregunta es quiénes de las presentes conocen el cuadro del Guernica. Todas levantan la mano. La segunda es quiénes saben que el Guernica existe gracias a Dora Maar -que es quien le pone las fotografías del bombardeo a Pablo Picasso delante-, y suele levantar la mano un 5% de la sala. Y la tercera pregunta es quiénes saben que es gracias a Jacqueline Roque, que el Guernica está expuesto en el Museo Reina Sofía y volvió a España una vez que hubo muerto Franco. Entonces, el porcentaje baja al 2%.
Esto explica lo mal que lo están haciendo desde los museos. Si todo el mundo sabe que el Guernica está en el Reino Sofía y todo el mundo va al Reino Sofía a ver el Guernica, ¿por qué no saben quiénes son las que han conseguido, primero, a través de su posicionamiento político y, segundo, a través de su gran labor de comisariado y promoción, que esta obra está ahí expuesta?
No se está haciendo una buena divulgación porque seguimos teniendo miedo a desmentir el mito del genio. ¿Por qué nos molesta más que se ponga un énfasis en las sombras a que, hasta ahora, únicamente, se haya puesto el énfasis en las luces? Porque nos molesta más quitar a estos hombres de un pedestal en el que nunca debieron haber estado, ni como hombres ni como artistas. Y, en segundo lugar, ¿por qué nos molesta más eso que el hecho de llamar a las cosas por su nombre y utilizar el arte como un vehículo para concienciar y sensibilizar?
P: Cuando se habla de figuras femeninas en el arte siempre se evoca a Frida Kahlo o Remedios Varo. Pero, ¿qué queda por hacer para equilibrar esa balanza?
R: Lo necesario es dejar de reducir a las artistas a una asignatura, que en muchos casos ni existe y que en muchos otros casos es una asignatura optativa. También aplicar la perspectiva de género, antirracista y de clase a la historia del arte. La historia del arte ha sido la historia y sigue siendo, por desgracia, de una minoría culturalmente mayoritaria: ¿dónde están las mayorías culturalmente minimizadas, las mujeres, las personas racializadas, las contribuciones de la clase obrera? Eso no está dentro del canon artístico y gracias a estas mayorías culturalmente minorizadas existe el canon y existe la historia del arte tal y como la conocemos. Es necesario plantearnos cómo nos estamos acercando al pasado que dice eso de nuestro presente y cuáles van a ser las consecuencias de cara al futuro.
Es sumamente necesario seguir introduciendo la perspectiva de género en todos los campos del saber
P: Gracias a tu trabajo bibliográfico y divulgativo en redes sociales, te planteo algo más reflexivo. Si tuvieses a estas mujeres delante, ¿qué les preguntarías?
R: No les preguntaría nada, querría escucharlas. Muchas de ellas acabaron sus vidas profundamente frustradas porque 20, 30 o 40 años después de haber dejado la relación con él, seguían acercándose a ellas preguntándoles por él. Lo que realmente me interesaba, lo que me interesa y me seguirá interesando son ellas mismas: qué hubiesen contado, qué hubiesen querido contar, qué hubiesen querido compartir; si en lugar de con preguntas hubiésemos ido con curiosidad, preguntarles qué pensaban, sus reflexiones o sus prácticas artísticas.
P: La violencia de género sigue siendo una lacra que está dejando muchísimas muertes y situaciones de maltrato. Los intentos de obviar este debate que se están dando en el espectro político y social hace aún más evidente que se tiene que seguir hablando de feminismo.
R: Por supuesto. De hecho, lo que estamos viviendo es un retroceso. Hace cinco o diez años, nadie negaba la existencia de la violencia de género o el grupo poblacional que lo negaba era muy minoritario. El problema de empezar a abrir la mano con la ultraderecha, el fascismo, las ideologías reaccionarias y totalitaristas y el hecho de permitir que entren en las instituciones es que están legitimando esos modos de concebir la realidad que son sumamente antiguos, no son en ningún caso revolucionarios.
Ahora, muchísimos de estos hombres y mujeres abanderan el ser políticamente incorrectos cuando son lo más políticamente correcto que existe. No hay nada más políticamente correcto que ser misógino, racista u homófobo. Esa es la historia de Europa desde prácticamente sus inicios. Lo verdaderamente revolucionario es la emancipación, una emancipación de la que todas podemos beneficiarnos.
Precisamente por esto, es sumamente necesario seguir introduciendo la perspectiva de género en todos los campos del saber porque el pasado nos ha llegado de manera totalmente sesgada y fragmentada, además de por una cuestión de rigor y por una cuestión de justicia tenemos derecho a acercarnos al pasado como deberíamos habernos acercado desde el principio. Teniendo en cuenta todos los sistemas de opresión y todas las condiciones materiales que promueven o justifican o hacen posible que las cosas hayan sido como sean, para que las cosas a día de hoy, sean como sean.
Siempre que cualquier movimiento social coge impulso y empieza a ganar notoriedad, y empieza a conseguir pequeñas o grandes victorias en el campo de lo legislativo, siempre se produce una reacción, porque asusta mucho que las personas que tenemos determinados privilegios -hablo como mujer blanca- nos veamos en una situación en el cual todo nuestro marco de referencia empieza a resquebrajarse. Esto da mucho miedo y asusta, pero también implica que de alguna manera lo estamos haciendo bien.