«No nos hará callar nadie», bramó Oriol Junqueras en su intervención ante la militancia de ERC de la Diada de 2022, tras haber escuchado, por la mañana toda una retahíla de insultos, silbidos y abucheos. El acto, por primera vez en años, se celebró por la tarde. Lo habitual era celebrarlo al mediodía para no coincidir con la gran manifestación de la ANC. Pero en 2022, ERC se ‘liberó’ agenda porque no participó del acto de la Assemblea.
El motivo fue la diferencia de enfoque y hasta ideológico de los republicanos con respecto de la ANC, que no solo censuraban la apuesta de ERC por el diálogo con el Estado, sino que, además, llegó a coquetear con cierto populismo de dudoso talante democrátrico («Pasaremos por encima de los partidos», clamó la presidenta de la entidad por aquellos días).
La estruendosa ruptura entre la entidad y el partido fue la culminación de un largo proceso de distanciamiento que nació, hace ya un lustro, cuando ERC entendió que la ANC se había convertido, con la presidencia de Jordi Sánchez, en un instrumento de Junts para presionarle.
La Diada de 2023 se acerca justo a las pocas semanas de que los posconvergentes hayan dado un volantazo a su estrategia. En estos 12 meses, que se puede acotar a uno, por cuanto en la campaña del 23-J clamaron que no cabía negociar nada con el Estado como no fuera un referéndum de autodeterminación, Junts ha pasado de desear bloquear el normal funcionamiento de las instituciones españolas a pactar la Mesa del Congreso. Y mantiene conversaciones para apoyar la investidura de Pedro Sánchez. Es decir, aquello que algunos llaman «hacer política» y contra lo que se levantó el año pasado la ANC, con el apoyo de Junts.
¿ANC versus Junts?
La pregunta es obvia. ¿habrá evolucionado la ANC, su presidenta y las bases, a la misma velocidad, casi propia de Star Trek, que Junts? O por el contrario el ‘vietnam’ personal y como partido que vivieron los republicanos se extenderá hacia los posconvergentes en un ‘efecto dominó’?
Para más inri, el riesgo que corre Junts es mayor. Con el banderín de enganche de la crítica a la mesa de diálogo, negociación y pacto entre el Gobierno de Pedro Sánchez y el Govern de Pere Aragonès, Dolors Feliu aventó el espantajo de la creación del llamado «cuarto espacio independentista». Una lista electoral, es decir, un ‘partido’ anti-partidos. Fue esa amenaza, entre otras muchas razones entre las que primó en Junts la intención de desgastar al entonces aún socio republicano, a un mes de la ruptura del Govern, la que motivó la entusiasta adhesión de Junts a la manifestación exunitaria.
Tras el acto, que a la vez fue la que menos participación registró de la década, pero que superó todas las expectativas que apuntaban a un fracaso, el ‘expresident’ Carles Puigdemont sacó pecho y celebró «el éxito» de la convocatoria, pese a quienes han «boicoteado la participación y han querido excluirla de la agenda política». «Hoy la corriente central del independentismo ha demostrado inclusión, civismo y sobre todo fortaleza. Juntos, acumulamos más fuerza. Qué Diada más grande», aseveró en las redes sociales.
En el supuesto de que la «corriente central del independentismo», por usar la definición de Puigdemont, no haya virado a la ‘velocidad Junts’, ello podría acelerar, esta vez, la creación de este «cuarto espacio» que, obviamente, mordería más sobre el electorado posconvergente que sobre el de una ERC cada vez más impermeabilizada con respecto a los llamados «híperventilados».
De momento, el seguimiento de las miguitas de pan que deja la ANC no conducen a conclusiones nada halagüeñas para Junts.La entidad tildó de «sumisión al Estado y vasallaje al Rey» los pactos alcanzados por republicanos y posconvergentes que permiten a Francina Armengol presidir el Congreso. Según la ANC, «sólo el bloqueo de las instituciones españolas» puede «precipitar la caída del Estado«.
El ‘legado del 1-O’
La ANC aseveró, a modo de aviso a navegantes hacia Junts porque entienden que se está olvidando del ‘legado del 1-O’’ que «cualquier pacto con el partido que quiera gobernar el Estado sólo podría ser asumible como resultado del reconocimiento explícito que el referéndum de independencia fue el acto de soberanía que valida a Cataluña como sujeto político».
Y para cerrar el círculo, si la negociación con el PSOE puede complicar la Diada a Junts, un Onze de Setembre hostil puede poner cuesta arriba, a su vez, el propio diálogo con los socialistas. Los posconvergentes tratan de que cuaje su discurso de la separación de negociaciones, por el cual elegir a la presidenta de un parlamento nada tiene que ver con el de un presidente del Gobierno. Una forma de tirar la pelota adelante diciendo ‘a la hora de la verdad no fallaremos’.
El listón puesto por Junts es ciertamente alto, como es la exigencia de la concreción de un referéndun de autodeterminación, y todo acuerdo que no pase por eso será visto, por los mismos que llevan años vituperando a ERC, como una traición del partido heredero del ‘peix al cove’. Pero es que hay voces, si no del partido sí del entorno, como el idolatrado por el sector ‘borrasista’, y en concreto, por la propia Laura Borràs y Quim Torra. Para el ‘expresident’ solo se puede permitir la investidura de Pedro Sánchez si el socialista accede al pack completo, es decir, amnistía y referéndum.