El domingo 20 de agosto fue un día histórico para el deporte femenino y para todas las mujeres, pero en especial para las españolas. La garra y la valentía con la que jugaron la final del mundial las integrantes de la selección femenina de fútbol de España llenaron el campo de satisfacción, desde el pitido inicial del árbitro hasta el fin del partido. Todo un país vibró con ellas y un sentimiento muy especial recorrió las calles y las pantallas en nuestro país: jugar como una chica ya no era sinónimo de burla, era un orgullo.

Todas las que en alguna ocasión hemos tenido que aguantar burlas, risas o desprecios por querer jugar al fútbol y ser niñas, gritamos con furia de leonas el gol de Olga Carmona y no pudimos contener las lágrimas con las palabras de Jenni Hermoso: “somos campeonas del puto mundo”. La de Carabanchel se ha convertido en un icono por su manera de remar contra las injusticias y por su capacidad para sobreponerse y tirar de su equipo. Precisamente, eso fue lo que hizo en la final del mundial tras fallar el penalti: animar a sus compañeras con gritos, pasos e intentos de gol, hasta llevarlas a la gloria.

De Carabanchel al mundo

“Hemos tenido hacer mucho esfuerzo por disfrutar de este deporte, por disfrutar de fútbol y eso a veces cuesta bastante”, explicaba entre lágrimas Hermoso en TVE, días antes de ganar la Copa Mundial de Fútbol. “El tener que reponerte y reponerte y seguir luchando y seguir estando ahí. La gente se piensa que es solo fútbol. Pero es que sufrimos, sentimos y lloramos también. Y nos duelen muchas cosas. Yo he tenido que aguantar muchísimas críticas”, decía la futbolista con voz triste e incrédula. La de Hermoso o – como ya la conocemos en España-, simplemente, Jenni, es una historia de superación en toda regla y ella es consciente de ello. “Hace 11 años no había nada. Al principio fue bastante difícil porque no teníamos apoyo de tanta gente. Hemos abierto puertas sin llave”, decía la de Carabanchel antes de añadir “me siento súper orgullosa de haber contribuido al desarrollo del fútbol español”.

Uno de sus grandes apoyo y refugio ha sido su familia, de hecho, empezó a jugar al fútbol por su abuelo, que fue portero del Atlético de Madrid. Fue su hermano quien, en el medio Relevo, contó los amargos inicios de Jenni con la pasión de su vida, el fútbol. «En la época del colegio, era raro que no llegase llorando o enfadada porque no la habían dejado jugar en el recreo al fútbol porque los chicos por aquella época no querían jugar con una chica. Con el tiempo, venía también llorando y enfadada porque los chicos no querían que jugara porque les humillaba y les dejaba en vergüenza. La calidad que tenía les dejaba en evidencia y tampoco querían que jugara con ellos para que no les vacilara con el balón”. Nadie le podría decir a Jenni entonces que se convertiría en una de las heroínas de España – también de aquellos que no la dejaban jugar-, alcanzando durante este mundial los 100 partidos jugados y 50 goles marcados con la selección, además del colofón de la victoria del torneo.

Un obstáculo más

No obstante, a la actual delantera del Pachuca todavía le quedaba un obstáculo más por saltar tras levantar la Copa del Mundo; al ser mujer no basta con ganarlo todo, siempre hay un escalón más. El episodio que no se esperaba vivir la futbolista que jugó en el Atlético de Madrid y en el FC Barcelona era el de hacer frente a la actitud machista del presidente de la Real Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales. El beso no consentido de Rubiales a la jugadora ha sido repetido y viralizado en todo el mundo. Es lo que tienen las competiciones mundiales y lo que tiene el fútbol, aunque al máximo representante de este deporte en nuestro país se le olvidase. El presidente de la RFEF sí se acordó de colocarse los genitales una vez terminó el partido de la selección femenina. Así celebraba Rubiales un triunfo de “sus” jugadoras, unas jugadoras de las cuales muchas se habían tenido que colgar a sí mismas las medallas cuando ganaron la Supercopa femenina española, meses antes. Unas jugadoras que, una vez ganado el mundial de fútbol y regresadas a España, no tenían ni una cerveza para brindar en el autobús de la victoria. Unos detalles que rebelan todo lo que aún queda por hacer en el fútbol femenino en España.

Pero Rubiales, eufórico, decidió unilateralmente que podía celebrar de cogiendo la cabeza a Jenni Hermoso, cuya vida ha estado dedicada a brillar en el fútbol, y darle un beso que desfogase su euforia, la de él. Jenni lo dijo en el vestuario: “No me ha gustado”. Jenni lo repitió en una conexión en directo con Juanma Castaño: “No me ha gustado, pero yo me quiero quedar con que soy campeona mundial de fútbol”. Jenni se dedicó a celebrar su victoria, el mayor sueño al que puede aspirar un o una futbolista, y, a pesar de las presiones que según Relevo recibieron ella y sus familiares, habló cuando consideró oportuno, a través del sindicato que representa a las futbolistas españolas y del que ella forma parte, Futpro. “Desde el sindicato estamos trabajando para que actos como los que hemos visto nunca queden impunes, sean sancionados y se adopten las medidas pertinentes que protejan a las futbolistas de acciones que creemos son inaceptables”, recogía Futpro en un comunicado.

Jenni supone un referente ya no solo dentro del campo, también fuera, decidiendo cómo y cuándo quiere actuar ante una situación injusta que ha empañado su victoria. Jenni no ha dejado caer a Rubiales, Jenni nos ha aupado a todas. Las mujeres, conscientes de todos los remaches con los que cuenta el sistema y la complicidad patriarcal, tenemos tan asumido que no se nos va a escuchar y que se nos va a juzgar, que valoramos concienzudamente el factor riesgo-beneficio antes de dar el paso de denunciar. Pero cuando lo hacemos, y encima colectivamente, no hay quien nos frene.

Por mucho que Rubiales se atrinchere en su cargo, como ha hecho este viernes en la asamblea extraordinaria de la RFEF, clamando “no voy a dimitir, no voy a dimitir, no voy a dimitir, no voy a dimitir, no voy a dimitir”, ya no hay marcha atrás. Ante el clamor social desatado, un vídeo de excusas en vez de disculpas, la posición dada a conocer por Futpro y visto que el silencio no calmaba las aguas, el todavía presidente de la RFEF ha decidido desacreditar a Jenni e inventarse un relato en el que hay consentimiento. “El beso fue consentido. Jenni me levantó del suelo a mí y yo le pregunté por un pico y me dijo que vale. El deseo que había en ese beso era el mismo que podría haber en un beso a mis hijas”. ¿Se habrá olvidado Rubiales de que aseguró en tono jocoso que Jenni Hermoso y él se podrían casar en Ibiza? Chirría esa afirmación con la comparación de un beso a sus hijas.

El aún presidente de la RFEF podrá patalear cuanto quiera, pero Jenni siguió jugando al fútbol cuando no la dejaban en el recreo, e igual que hizo entonces, resistirá y seguirá siendo un referente para todas las futbolistas y para todas las profesionales. Para todas aquellas que estén cansadas de aguantar abusos de poder machistas, incluso en las celebraciones de sus mayores éxitos.