Según el Instituto Nacional de Estadística, el 66% de niños y adolescentes españoles de entre diez y quince años tienen móvil. En los últimos tiempos, el debate sobre la edad en que deben empezar a tenerlo es constante. A finales de mayo, las asociaciones de padres de las ocho escuelas de primaria de Greystones, un pueblo de Irlanda, acordaron que sus hijos no lo tendrían hasta los doce años.
La edad en la que los adolescentes tienen el primer teléfono móvil condiciona su salud mental
Uno de los últimos estudios sobre el tema aporta argumentos de peso a los que defienden que es mejor esperar lo máximo posible. El trabajo –elaborado por Sapiens Lab, organización norteamericana dedicada a estudiar la mente humana– analizó a casi 30.000 adultos de diferentes partes del mundo y concluyó que existe una fuerte correlación entre la edad en que los chavales reciben su primer móvil y su salud mental. Los investigadores observaron que cuanto más tardaban en tener su primer móvil o tableta, mejor era su bienestar mental al ser adultos, sobre todo en confianza en uno mismo y en capacidad de relacionarse con los demás.
Sin embargo, los que tuvieron su primer móvil a una edad más temprana fueron más propensos a pensamientos suicidas y a sentir agresividad hacia los demás y distanciamiento de la realidad. Sentimientos que se dan en todas las partes del mundo analizadas y que acusan más las mujeres.
«En una edad muy temprana, cuando lo que se necesitan son modelos y referentes claros, el móvil debería tener un papel muy secundario», advierte Pere Soler, profesor de Pedagogía de la Universidad de Girona. «Las familias no son conscientes de las potencialidades de un móvil. A menudo lo dan a sus hijos por comodidad, para tenerlo controlado», añade.
«Son conscientes de los peligros teóricamente, pero no en la práctica», abunda Fidel Molina-Luque, catedrático de Sociología de la Universidad de Lleida. «Hay información suficiente, en términos generales, pero no experiencia vivenciada… hasta que no llega la situación peligrosa. Los efectos asociados a un exceso de socialización on-line no son patentes a corto plazo, van rezumando poco a poco, líquidamente, y se van solidificando a medio o largo plazo», prosigue.
«Las familias no son conscientes de las potencialidades de un móvil. A menudo lo dan a sus hijos por comodidad», Pere Soler profesor de Pedagogía de la Universitat de Girona
Y no solo preocupa la salud mental de los menores, sino la cohesión familiar que se ve trastocada por el creciente uso de las pantallas. Son varios los estudios que señalan que debido a los móviles los chavales salen menos que antes, pero ello no supone un mayor tiempo de calidad con la familia.
En 2019, un estudio en el Reino Unido concluyó que entre 2000 y 2015 había aumentado el tiempo que los hijos pasan en casa. En el caso de los adolescentes de entre 14 y 16 años, una hora más. Sin embargo, interactúan menos con sus padres.
El fenómeno ‘alone together’ (solos juntos) ha llegado al ámbito familiar
¿Y cómo es eso? Sherry Turkle, psicóloga e investigadora del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), acuñó la expresión ‘alone togheter’ (solos juntos) para explicar lo que ocurre cuando los que comparten un espacio se aíslan con sus pantallas. En 2017, en una entrevista con El Periódico, de Prensa Ibérica, Turkle ya advertía de las cenas con amigos en las que la gente deja de hablar para concentrarse en su teléfono o de los trabajadores de una empresa que, en lugar de comer con sus compañeros, lo hacen solos mirando sus smartphones.
«Los padres han de ser conscientes de lo que ocurre y transmitir a los hijos que es una dinámica que deben romper entre todos», Laia Folch Psicóloga
El fenómeno ‘alone together’
Esa imagen ya es habitual también en las casas. En el caso de las familias, ¿como luchar contra el ‘alone togheter’? «Lo primero –afirma Ada Folch, psicóloga especializada en trastornos en adolescentes– es que los padres sean conscientes de lo que ocurre y lo transmitan a los hijos como una dinámica que deben romper entre todos«.
«Se puede plantear –prosigue– que cada uno proponga una actividad que le gustaría realizar juntos y que haya un compromiso de todos para cumplirla». «Hablamos de la calidad del tiempo que pasamos juntos en casa. Se trata de generar espacios de convivencia y de relación entre los miembros de la familia», explica Soler. «No es necesario que sean grandes actividades, con lo más sencillo ya podemos estar a gusto. Y aunque hablemos de pantallas, ver una película todos, sin mirar a la vez móviles y compartiendo palomitas, es una actividad familiar en sí. Basta con ponerse de acuerdo en qué película escoger», aconseja Folch.