El anuncio por parte de Facebook en junio de 2019 de su intención de crear una moneda digital llamada Libra provocó que los principales bancos centrales del mundo acelerasen sus trabajos para analizar la posibilidad de crear sus propias monedas digitales. Pese a que el gigante tecnológico abandonó su proyecto a principios de 2022 por las reticencias de las autoridades, las instituciones monetarias han continuado con los preparativos. Sin embargo, se trata de un proceso lento y lo más probable es que el euro digital tarde en llegar a las carteras virtuales de los ciudadanos de la zona euro (en principio, con un límite de 3.000 euros por monedero) hasta entre 2027 y 2030, según explican fuentes conocedoras de los plazos que se manejan en el Banco Central Europeo (BCE).
Fabio Panetta, el consejero ejecutivo del BCE que supervisa los trabajos, aseguró en mayo que el euro digital podría ser lanzado en «tres o cuatro años» a contar desde octubre. Las fuentes, sin embargo, consideran que los plazos podrían ser algo mayores salvo que algún acontecimiento obligue a acelerar el proceso. Juan Ayuso, director general de operaciones del Banco de España, dio pistas de ello en julio en unas jornadas de Cunef: «En octubre, se abrirá previsiblemente una nueva fase, que se llamará de preparación. No hay un estándar de cuanto durará, pero como referencia, en los últimos procesos de esta magnitud las fases de preparación han durado cinco años y medio y seis años y medio«.
El BCE comenzó sus trabajos a finales de 2019 y en octubre finaliza la fase de investigación que se inició en julio de 2021. Paralelamente, la Comisión Europea presentó el pasado junio una propuesta legislativa de marco jurídico para el euro digital, que ahora debatirán el Consejo y el Parlamento europeos. La decisión final sobre crear la moneda será del BCE, pero no llegará antes de que dicho marco legal sea aprobado. «La decisión de emitir un euro digital no está tomada, ni se va a tomar a corto o medio plazo«, advirtió Ayuso.
El ancla de los pagos
¿A qué se debe la lentitud? Para explicarlo es necesario entender que el único dinero cuyo valor está garantizado actualmente por el banco central es el físico: las monedas y billetes de euro. El dinero que los ciudadanos tienen en los bancos es dinero privado, pero la clave es que se puede convertir en dinero público en cualquier momento al sacar efectivo. El dinero público, así, es lo se conoce como el ancla monetaria (las empresas aceptan pagos con tarjeta porque saben que pueden convertirlos en una cantidad equivalente de dinero público). Ello facilita al dinero público cumplir su papel de unidad de cuenta (que los precios se fijen en euros). «Los pagos son a la economía lo que la electricidad a una casa: si se va la luz, no se puede hacer nada», expuso Ayuso.
El aumento de los pagos digitales, acelerado por la pandemia, explica que los bancos centrales estudien crear monedas digitales para que sigan ejerciendo de ancla monetaria. Se trata de replicar en el entorno digital el papel que hoy juega el efectivo para lograr la estabilidad financiera, de precios, y de garantía de funcionamiento y autonomía estratégica del sistema de pagos europeo. Así, la mayoría de empresas de pago son extranjeras (como Visa, Mastercard o Paypal), lo que supone un riesgo si sus países sancionan a Europa. También se busca mitigar el riesgo de abusos de mercado, así como ofrecer una solución segura frente a los volátiles criptoactivos o en caso de problemas operacionales de las empresas de pago o cortes en las redes (se podrán hacer pagos sin estar conectado a internet). Además, si otros países crean sus monedas digitales y la eurozona no, el euro podría perder relevancia internacional.
Ventajas y riesgos
¿Pero cuáles serían los beneficios para los europeos? Bruselas ha propuesto que el euro digital sea gratuito para los ciudadanos, de aceptación obligatoria por los comercios físicos y digitales (salvo los muy pequeños), y de distribución obligatoria por los bancos. España cuenta con uno de los ecosistemas de pago más amplios y avanzados del continente, pero no es así en otros países de la zona euro, que se verían beneficiados. Además, no existe ningún medio de pago digital europeo que sea universalmente aceptado en toda la zona del euro, con lo que las transferencias entre países o los pagos en el extranjero se verían garantizados. Asimismo, se favorecería la inclusión financiera, ya que las personas que no tienen acceso a una cuenta bancaria también podrían hacer pagos digitales. Se espera, adicionalmente, que fomente la innovación financiera digital con productos y servicios extensibles a toda la zona euro.
¿Por qué entonces la lentitud? El proyecto tiene tantas implicaciones que es necesario resolver gran cantidad de cuestiones técnicas y operacionales, como la vía para garantizar la seguridad y privacidad de los pagos, la tecnología que se utilizaría o si el BCE crearía sus propias aplicaciones de monederos virtuales o usaría las de los bancos. Un aspecto clave es que se quiere evitar que los ciudadanos lleven masivamente su dinero de los bancos al banco central. Para conceder créditos, las entidades deben guardar depósitos, con lo que de no tenerlos no podrían financiar la economía y se pondría en riesgo su liquidez y solvencia. Además, se dificultaría la lucha contra la inflación, ya que las subidas de tipos del BCE se transmiten a través de los tipos de los créditos y depósitos. Por ello, se estudia que los monederos virtuales de euros digitales tengan un tope máximo (se habla de 3.000 euros), si bien los pagos más grandes se podrían realizar ya que dichos monederos estarían vinculados a las cuentas bancarias.