Desde que el incendio empezó a engullir el pinar y la laurisilva de la corona forestal de Tenerife, la preocupación de la población isleña por la pérdida del «monte» se ha producido una generalizada congoja. El devorador incendio de Tenerife ha afectado a más de 14.000 hectáreas de corona forestal –2.300 dentro del Parque Nacional del Teide–, pero eso no significa que la afección sea igual en los 90 kilómetros de perímetro. Un tercio de toda la superficie quemada ha sido engullida por las llamas más voraces y, por tanto, les costará más recuperarse de este golpe.
Así lo describió el director técnico de Emergencias de Gran Canaria, Federico Grillo al tratar de desmentir la «extendida creencia» de que todo fuego arrasa los montes. «No lo hemos perdido, habrá zonas que se recuperarán en pocos meses«, argumentó.
En concreto, Grillo contabilizó entre un 35% y un 40% de las hectáreas quemadas por fuegos más intensos, mientras que en el resto de las más de 14.000 hectáreas calcinadas, las llamas no han sido lo suficientemente voraces como para acabar, como se temía, con todo el monte.
Pero si bien los árboles pueden regenerarse rápido, esto no quiere decir que el incendio no haya causado un enorme daño a todo los ecosistemas que ha arrasado. «El fuego acaba con la bacteria que alimenta al hongo hasta los insectos e invertebrados mayores», recuerda el ingeniero de montes de la Fundación Telesforo Bravo, Jaime Coello. Las lisas, los lagartos tizones, los perenquenes y avifauna tan rica como el pinzón azul, el pinzón vulgar, los picapinos, las aguilillas o los murciélagos, son algunas de las víctimas con las que se ha tropezado el inclemente fuego que ha afectado a Tenerife.
Los fuegos de alta intensidad lo matan todo, mientras que los que solo afectan a la copa no son tan graves
En este incendio «la afección a la vegetacion no es homogénea«. La diferencia estará en el tipo de fuego que ardido en cada frente abierto. «Los fuegos de alta intensidad lo matan todo, mientras que los que solo afectan a la copa no son tan graves», revela Coello, que insiste que, aún así, todos los ecosistemas sufrirán grandes daños.
La recuperación dependerá, entre otras circunstnacias, del tipo de vegetación que arda. A lo largo de su recorrido por casi toda la isla de Tenerife, el incendio ha hecho arder dos tipos de monte, el de pinar y la laurisilva, también conocido como monteverde. En el caso del pinar su recuperación dependerá «de las posibilidades que tenga el pino en recuperarse». Y es que, aunque la mayor parte del pinar canario tiene capacidad para resistir al fuego –por su excelente adaptación a las erupciones volcánicas–, el hecho de que vuelvan a brotar pequeñas hojas verdes en el plazo de un año dependerá de sus características, de los daños que haya sufrido durante su vida y de si ha tenido que enfrentarse a otros incendios.
«Se entiende que los pinos que tengan una corteza muy fina no salgan adelante y otros que cuentan con una más gruesa, sí lo hagan», explica Coello. En este sentido, también habrá que tener en cuenta el daño que haya sufrido cada árbol previamente. «Los pinos muy grandes y mayores suelen tener algún tipo de traumatismo por intento de tala y de hacer brea, o incluso por agujeros provocados por la caída de rayos», resalta.
Los incendios continuos debilitan el pinar y reducen sus posibilidades de supervivencia
Aquellos que hayan sido afectados por incendios recientes también les será más difícil progresar. En este incendio, los ojos están puestos, en este sentido, en la zona de Las Llanadas en Los Realejos, que se quemó el año pasado. «Los fuegos continuos debilita a estas especies o la reduce la posibilidad de que sobrevivan, ya que no es lo mismo recibir fuego cada 400 años que de manera permanente», insiste.
La recuperación del monteverde, que se concentra en este incendio en el norte de la isla, será la más complicada. «Es más humedo y le cuesta más arder, pero son ecosistemas fragmentados, y al no tener continuidad, la colonización posterior puede ser más difícil», relata Coello.
Y es que una de las circunstancias que motiva que el monte vuelva a lucir su intenso color esmeralda es la repoblación. «Es importante recibir el aporte, tanto de animales como de plantas, de las zonas cercanas que no hayan sido quemadas», insiste Coello.
Por eso tanto Coello como Grillo añaden a la ecuación la importancia de conservar la cubierta en el suelo. «De aquí a un mes o un poco más se quedarán la parte negra y la amarilla sin hojas, pero una no tendrá pinocha en el suelo y la otra sí, una diferencia que marcará los problemas de erosión», destacó. En este sentido, afirmó que ya el año que viene «rebrotarán ambas zonas, pero le costará más a la que ha sufrido el fuego de forma más intensa, y el pino se asemejará a un ciprés».