La información sobre cómo se mueve un cliente no se obtiene solo de su rastro en internet. Las tiendas físicas también tienen sus técnicas de análisis, cada vez más sofisticadas. Beabloo es una empresa catalana, con más de 400 clientes en todo el mundo, que rastrea los movimientos de los clientes a través de la conexión wifi de sus móviles, que muchos suelen tener activada siempre, para emitir mensajes en pantallas electrónicas (displays). «Medimos cómo se mueve la gente por la tienda, dónde se para, qué señal mira y a través de cámaras que analizan 56 puntos de una cara podemos saber el sexo y la edad. Con rasgos europeos tenemos un porcentaje de acierto del 98%, con asiáticos, del 92%», explica Elisabeth Esplà, socia de la empresa.
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«La grabación de las caras es una información que no guardamos, por ley de protección de datos, y el resto lo anonimizamos. Pero si nos dan su nombre porque se ha registrado en la wifi con nombre y teléfono, podemos hacer publicidad personalizada que reconozca al individuo y ajuste la oferta», señala. Por ejemplo, explica, se puede mostrar información de viajes exóticos a mujeres maduras o del Imserso a ancianos.
El seguimiento del individuo por distintos puntos de una tienda permitiría también cruzar los datos de caja y saber cuánto ha gastado una persona o cómo ha pagado. Pero, por ley, todo ha de ser anónimo, afirma, incluida la información sobre el tipo de móvil, que afirma Esplà que se desecha.