«¡Todo el mundo al suelo, que empiece la fiesta!«: con estas palabras, Jan-Erik Olsson, un delincuente experto en abrir cajas de seguridad y en explosivos de 32 años irrumpió metralleta en mano y bajo los efectos de estupefacientes, en un banco del centro de Estocolmo el 23 de agosto de 1973. Podría ser perfectamente una escena de La Casa de Papel o tantas otras películas y series cuyo argumento gira en torno a los atracos, pero fue una situación real. De esa toma de rehenes, que duró seis días, surgiría un nuevo concepto: el ‘Síndrome de Estocolmo’, que se popularizó en todo el mundo, definido como la actitud favorable o incluso atracción que algunas personas secuestradas pueden llegar a desarrollar hacia sus captores pero que sigue siendo motivo de controversia para los psiquiatras.
En aquel atraco, Olsson retuvo a punta de metralleta a cuatro empleados del banco, tres mujeres y un hombre, y usó a dos de ellos como escudos humanos, blandiendo su arma y amenazándoles constantemente con matarlos si no le entregaban lo que pedía: 3 millones de coronas suecas, un coche y la liberación de su compinche Clark Olofsson, uno de los criminales más peligrosos del país. Olofsson tenía 26 años robaba bancos, había estado vinculado al asesinato de un policía y ya se había escapado de la prisión dos veces. Tras saltar las alarmas, decenas de agentes se desplazaron a la zona. Negociadores, agentes e incluso francotiradores entraron en escena, pero Olsson no tenía pensado rendirse.
Ante su actitud temeraria, en un primer momento, las autoridades accedieron a ambas peticiones y poco depsués, Olofsson entró al banco. En apenas unos minutos, Olofsson tomó las riendas del secuestro y de las negociaciones con la policía. Fue entonces cuando este criminal empezó a desplegar sus capacidades. «Tenía carisma, hablaba muy bien», rememora Bertil Ericsson, un fotógrafo que cubrió el evento en aquella época. El secuestro iba a ir para largo.
Don de gentes
La capacidad de congeniar con las personas de Olofsson era innata, y era tal, que incluso Olsson, bajo los efectos de las drogas como estaba entones, se tranquilizó al contar con su presencia. Algunos testigos aseguran que cambió realmente el clima del secuestro al aparecer Olofsson. «Con frecuencia he pensado en esa situación absurda en la que nos encontramos», rememora una de las rehenes, Kristin Enmark, que en aquel entonces tenía 23 años y cuyo extraño comportamiento dio lugar al controvertido concepto del Síndrome de Estocolmo. A día de hoy ha contado su experiencia en un libro en el que ha asegurado que tardó más de 10 años en poder pronunciarse sobre lo ocurrido porque se avergonzaba de lo que había dicho durante el secuestro.
Olofsson «me prometió que no me pasaría nada y decidí creerle», relata Enmark. Los secuestradores, para demostrar a la policía que iban en serio decidieron dispararle en la pierna a uno de los rehenes, y Enmark llegó a defender sus actuaciones. Durante la semana que duró el secuestro, en varias ocasiones, la joven llegó a hablar positivamente de sus captores: «Confío completamente en Clark y en el ladrón. No les tengo miedo en absoluto, no me han hecho nada. Están siendo muy amables«, llegó a decir el segundo día de cautiverio durante una llamada telefónica con el primer ministro sueco, Olof Palme. Según reocgen las grabaciones telefónicas, la rehén llegó a asegurar que temía más por las actuaciones policiales que las de sus captores.
Al sexto día, este secuestro completamente de película, llegó a su fin. La policía entró en acción, perforó el techo del banco e irrumpió en el lugar lanzando gases lacrimógenos. Olsson se rindió y los rehenes recuperaron la libertad. Los ladrones fueron juzgados y encarcelados, pero se convirtieron en celebridades. Recibían cartas de muchas admiradoras, sobre todo Olofsson.
«Ni amor ni atracción física»
En el equipo de negociadores había un psiquiatra, Nils Bejerot, que analizó en directo el comportamiento de los atracadores y los rehenes. Fue él quien acuñó el concepto de «síndrome de Estocolmo», contestado por muchos de sus colegas, aunque en un principio lo llamó Síndrome de Norrmalmstorg, el nombre de la plaza en la que estaba el banco secuestrado. Alrededor del concepto hay una fuerte controversia. Hay quienes niegan que sea una condición psiquiátrica.
«No es un diagnóstico psiquiátrico», objeta Christoffer Rahm, psiquiatra e investigador del Karolinkska Institutet, autor de un artículo titulado: «Síndrome de Estocolmo: ¿diagnóstico psiquiátrico o mito urbano?». El término «puede describirse como un mecanismo de defensa que ayuda a la víctima a sobrevivir» en una situación de extrema presión. «Gracias a ese vínculo positivo, desarrolla una forma de aceptación de la situación, lo que a su vez reduce su estrés», explica Rahm.
Para Cecilia Åse, profesora de Ciencias Políticas de la Universidad de Estocolmo, el concepto esconde una «dimensión de género». Las autoridades interpretaron las declaraciones de Kristin y los demás rehenes «de una manera muy sexualizada, como si hubieran caído bajo el influjo de un síndrome» que les había obnubilado la razón. Esta visión se vio alimentada por muchos rumores, especialmente sobre la relación entre Kristin y Clark.
Aunque más tarde tendrían una aventura, nada parece indicar que la historia de amor comenzara en el banco aquellos días de agosto de 1973. «Por mi parte, no había amor ni atracción física, él era mi oportunidad de supervivencia y me protegía de Olsson», afirma la mujer que inspiró al personaje «Kicki» de la serie de Netflix «Clark». Según la profesora Åse, «el síndrome de Estocolmo es un concepto inventado» para ocultar la falta de protección del Estado.