Hace un mes se plantó frente a la prisión en la que se halla el periodista Omar al Radi, condenado a seis años de cárcel por ejercer su profesión. Abdellatif el Hamamouchi llevaba una instantánea del reportero y del ex ministro Mohamed Ziane, también encarcelado a pesar de superar las ocho décadas de edad. Los agentes le observaron con una mueca de alegría desde la garita de la entrada. El Hamamouchi es el último periodista independiente del país vecino, el último valiente en un reino que ha cercenado todas las libertades en busca de la censura más absoluta.
Mientras sus compañeros suman días entre rejas en base a cargos que organizaciones de derechos humanos consideran fabricados, El Hamamouchi sabe bien los riesgos a los que se enfrenta. “Ser periodista en Marruecos significa enfrentarse cada día a innumerables problemas”, reconoce el joven en una entrevista con El Independiente. “El primero es la autocensura que el periodista se impone para protegerse de la persecución judicial o la detención. El régimen marroquí aplica tolerancia cero a la crítica e impone un acoso sin precedentes contra los periodistas”, sostiene.
La monarquía del ausente Mohamed VI es un destacado depredador de la libertad de expresión. El índice que anualmente elabora Reporteros sin Fronteras sitúa al país en el puesto 144 de 180. Los ataques al periodismo libre e independiente son similares a los que acontecen en otras autocracias del mundo árabe, como Egipto o las monarquías del golfo Pérsico.
En el radar de las autoridades
El aparato de seguridad marroquí controla férreamente a los medios de comunicación y decide lo que puede o no ser contado y cómo hacerlo. “Los medios de comunicación marroquíes pueden parecer diversos, pero se trata de una fachada. Los medios no reflejan la diversidad de la opinión política en Marruecos”, señala Reporteros Sin Fronteras en su informe anual.
Vivo bajo la estrecha vigilancia de la policía de paisano
Un hecho del que es plenamente consciente El Hamamouchi, un periodista de investigación y politólogo marroquí que publica en medios extranjeros como The Intercept, Open Democracy o The New Arab. Por su labor incansable y jalonada de peligros recibió este año el galardón del Programa de Libertad de Expresión y Medios de Comunicación en el Norte de África de la ONG Article 19.
“Vivo bajo la estrecha vigilancia de la policía de paisano. A veces me siguen a todas partes. Por ejemplo, tras la detención de mi amigo Maati Monjib a finales de diciembre de 2020, estuve bajo estrecha vigilancia las 24 horas del día”, evoca. “El mismo coche, un Ford Focus del que mantengo el número de matrícula que seguía y vigilaba a Monjib, se detuvo cerca de mi casa en Temara (una localidad a 15 kilómetros al sur de Rabat). El vehículo me seguía a todas partes y así sucedió durante más de tres meses. Hasta llegaba a los sitios antes que yo”.
Intensa campaña de difamación
A una intensiva campaña de vigilancia se ha sumado la difamación a través de las sucursales mediáticas del aparato de seguridad marroquí. “Me han amenazado repetidamente con detenerme desde periódicos difamatorios leales a las autoridades. Suelen referirse a mí como ‘traidor’ y ‘agente de países extranjeros’. ¿Por qué todo eso? Porque me niego a ceder a sus amenazas y sigo escribiendo mis artículos con moderación y objetividad. No me considero opositor, y no me dirijo contra el régimen, pero el régimen se dirige contra mí… Si el régimen toma una buena decisión, escribiré positivamente sobre ella, y si hace lo contrario, la criticaré”, desliza.
En una sociedad amordazada, El Hamamouchi es una de las últimas voces que se rebela contra el deterioro del espacio público. “El régimen no quiere periodistas independientes. Pretende tener periodistas que le sean afines al cien por cien. Siempre he dicho que si Arabia Saudí es el asesino de periodistas, en referencia al homicidio de Jamal Khashoggi, el autoritarismo marroquí ha matado a la prensa”, denuncia.
El reportero tampoco ha resultado indemne al uso ubicuo de la cibervigilancia que el directorio de seguridad ha empleado contra disidentes locales y mandatarios extranjeros. “Mi teléfono también fue hackeado con el software Pegasus de la empresa israelí Nso. El 29 de octubre de 2019, me informaron por WhatsApp y Citizen Lab que mi teléfono había sido blanco de Pegasus en mayo de 2019”, detalla. “Los periodistas y escritores independientes viven aterrorizados. Temen ser detenidos por cargos falsos e inventados, como ocurrió con Toufik Bouachrine, Soulaimane Raissouni y Omar al Radi. También tienen miedo de la difamación mediática que se ha cebado con ellos en los últimos tiempos. Los periódicos de difamación leales a la autoridad tienen como principal objetivo desacreditar a los periodistas y activistas de derechos humanos, inventando acontecimientos y hechos que no tienen base en la realidad”.
Pueden publicar imágenes sexuales inventadas, atribuidas a un periodista o activista crítico con el palacio real, con el objetivo de intimidarle y disuadirle
“Por ejemplo, pueden publicar imágenes sexuales inventadas, atribuidas a un periodista o activista crítico con el palacio real, con el objetivo de intimidarle y disuadirle. Es lo que ocurrió con el abogado detenido, Mohamed Ziane, defensor a ultranza de los periodistas detenidos. Es un estilo pobre que recuerda al del régimen de Zine El Abidine Ben Ali en Túnez”, agrega. La difamación, no obstante, se ha vuelto tan recurrente que ha perdido parte de su efectividad. “Sigue siendo muy activa pero ya no resulta eficaz porque ha consumido bastante. Fouad Abdelmoumni, Maati Monjib, Mohamed Ziane y Khadija Riyadi han ganado popularidad entre la gente que se ha solidarizado con ellos debido a la difamación de la que son objeto. Los medios de difamación querían difamarlos, pero ha ocurrido lo contrario”, comenta quien en cifra más de 30 páginas web especializadas en difamación. “Es la conclusión en una investigación que realicé sobre los medios de difamación y que se publicará en los próximos meses en la Universidad Emory de Atlanta”.
Una represión sin precedentes
A su juicio, las autoridades del país vecino han acometido “una escalada sin precedentes en la represión de periodistas y defensores de los derechos humanos”. “Se trata del peor periodo vivido en Marruecos durante el reinado de Mohamed VI. El miedo ha llegado a dominar a las élites, tanto a las cercanas al poder como a las que se oponen a él. La represión ya no se limita a los activistas perseguidos sino que se ha extendido a sus familiares. El régimen acosa ahora, y a veces incluso detiene, a algunos parientes de militantes y periodistas para presionar a la persona perseguida”.
Una realidad que El Hamamouchi tilda de “frustrante”. “Muchos activistas están en la cárcel por un post crítico con el palacio real. Parece poco probable que el régimen ponga fin a estas prácticas, sobre todo porque se ve obligado a hacer frente a las repercusiones de la inflación y a las secuelas de la pandemia de Covid-19, que afectó negativamente a las clases media y baja”, pronostica con amargura. El periodista prefiere no calificar de “dictadura” al actual régimen alauí pero es un riesgo futuro, alerta. “Se trata de un régimen autoritario cerrado que puede convertirse en dictadura en el sentido real de la palabra si sigue intensificando la represión. Esto no es lo que yo deseo”.
“Es bueno que España refuerce sus relaciones con Marruecos, pero esto no debe hacerse a costa de la situación de los derechos humanos. Los países de la Unión Europea están comprometidos con la defensa de los valores democráticos y liberales, pero desgraciadamente -algunos de ellos- no lo hacen con sus aliados”, opina el periodista, protagonista de una lucha cada vez más solitaria.
Casi todas las mañanas me hago esta pregunta: ¿Debo quedarme en mi país, Marruecos, o debo abandonarlo?
“La situación es difícil. Psicológicamente, vivo perdido. Casi todas las mañanas me hago esta pregunta: ¿Debo quedarme en mi país, Marruecos, o debo abandonarlo? La posibilidad de ser detenido es plausible, sobre todo porque estoy expuesto a algunas amenazas de periódicos difamadores. Vivir bajo estrecha vigilancia es duro. La sensación de estar vigilado por el Gran Hermano le desequilibra a uno. Pero al mismo tiempo estoy contento, porque he cumplido y cumpliré con mi deber de defender a los presos políticos y los valores democráticos en los que creo”, replica.
A pesar del hostigamiento continuo, que ha enviado al exilio a otros camaradas de gremio e intelectuales marroquíes, El Hamamouchi continua decidido a permanecer allá donde su misión tiene más sentido: “Muchos amigos me han aconsejado que abandone Marruecos, porque vivir bajo un autoritarismo cerrado resulta complicado y estresante, sobre todo psicológicamente. Pero quiero quedarme aquí, para defender la libertad y participar en la lucha por la democracia”, concluye.