En la jungla de asfalto hay un nuevo vehículo que a veces es presa y otras depredador. Que atropella y es atropellado. Las grandes ciudades como Valencia llevan cinco años intentando adaptarse al boom del patinete eléctrico, un medio de transporte cómodo y limpio, sí, pero también algo kamikaze a ojos de peatones y coches que dicen estar hartos de esquivar a este agente del caos. No siempre lo consiguen, y los accidentes en Valencia con patinetes eléctricos involucrados no paran de crecer.  

La tendencia es clara. En la capital del Turia en 2017 hubo 9 accidentes con patinetes eléctricos, en 2018 ya fueron 72 y un año más tarde la siniestralidad escaló hasta los 368 accidentes. En 2020, a pesar del confinamiento y las restricciones de movilidad por la pandemia, la tendencia se mantuvo al alza con 469 siniestros viales. En 2021 se registraron 640. Y el año pasado se abrieron 816 atestados. Esta cifra supone solo un 6% de los siniestros viales totales, pero encierra algo más inquietante: unos 100 accidentes con patinete fueron graves. En porcentaje, los siniestros de gravedad en patinetes superó a los de los coches. 

Por ello, desde la Policía Local comparten la preocupación que en septiembre de 2022 manifestó el exalcalde Joan Ribó cuando dijo que había que analizar cómo reducir estos accidentes. Y entre otras medidas, han organizado jornadas para formar a sus agentes en normativas sobre patinetes. Pero el ritmo de siniestros no decae: a estas alturas de año Valencia ya acumula 550 siniestros viales con vehículos de movilidad personal (vmp).

Un usuario de patinete eléctrico en Valencia circula encima de la acera.


Benito Velasco es inspector de atestados de la Policía Local de Valencia y conoce todas las claves de un problema atravesado de prejuicios. “La gente cree que hay muchos atropellos a peatones, pero la demanda del servicio por esta situación es mínima. Los patinetes son más víctimas que causantes de siniestros. Nosotros atendemos unos tres accidentes con patinete al día y generalmente se producen en vías ciclistas que cruzan calzadas, donde los coches giran a derecha o izquierda con el semáforo en ámbar. Por ejemplo: yo me paro en Alameda para girar por un puente y tengo un ámbar. El paso de ciclistas está en verde. Yo miro, veo que no viene nadie o viene un patinete lejos y pienso que me da tiempo, pero cuando hago el giro ya está encima y se produce la colisión. Ese es el siniestro por excelencia”.

Velasco explica que los puntos negros en Valencia son las grandes vías con carriles bici donde el patinete coge más velocidad. Blasco Ibáñez, Avenida del Puerto o el eje Avenida de Aragón, Plaza Zaragoza y Paseo de la Alameda. Otro mito: Colón no está entre ellas. “En Colón o Guillén de Castro no hay alta siniestralidad, porque tienen muchos cruces y los patinetes eléctricos no pueden correr. Están parando todo el rato. Luego hay calles como Gran Vía Fernando el Católico o Pérez Galdós donde han pintado esa zona roja para bicis en el sobreancho del carril EMT y apenas se registran accidentes porque autobuseros, taxistas y usuarios de patinetes van con mil ojos. Pero ahí el riesgo es evidente”. 

Sin nociones básicas

Siendo como se ha dicho el vehículo más vulnerable en la vorágine del tráfico, muchos usuarios de patinete tienen una concepción laxa de las normas y la seguridad. Es fácil cruzárselos sin casco, con auriculares, hablando por el móvil, saltándose semáforos o zigzagueando entre peatones encima de la acera. “Quien utiliza este tipo de transporte es mayoritariamente joven y en muchos casos sin permiso de conducir. Nunca han pasado por una autoescuela”, explica Velasco. “Es habitual verles compartir espacios con los viandantes. La ordenanza establece que allí donde peatones y patinentes tipo A comparten espacios, el usuario se baje cuando hay afluencia, pero no lo hace porque desconoce la normativa”. 

Circular en pareja sobre un patinete también está prohibido.


Hay otro tipo de infracción más espectacular. La del patinete tuning. El vmp hipermusculado. “Nosotros hemos visto patinetes con motor a explosión. Hay auténticas Harleys con dos asientos, acelerador y capacidad para alcanzar 60 km/h. Eso es ilegal. La nueva directriz de la DGT prohíbe diseñar patinetes que superen los 25 km/h o circular con ellos, pero en la calle quedan muchos que cogen más velocidad. La Policía Local hace actuaciones constantes para inmovilizarlos”.  

«Es un transporte necesario»

Más allá de la crónica negra, el patinete tiene una lectura sociológica relacionada con su uso casi generacional. Mientras la bicicleta seduce a un perfil más adulto, el vmp se impone entre los nacidos en el siglo XXI: “Este transporte ha llegado para quedarse porque arraiga entre chavales sin ese sentido de la propiedad del coche que teníamos nosotros”, afirma el inspector, y añade: “No hay que demonizarlo. Es un transporte necesario que no contamina, y además aquí tenemos muchos kilómetros de vía ciclista para su desarrollo. No obstante, la gente debe entender que esto nos ha arrollado a todos, a nivel institucional porque no había normativa cuando ya estaba extendido, y desde la Policía a la hora de actuar”.

Una usuaria de patinete junto al Mercado de Colón, sentido contrario.


Es por ello que el inspector sugiere combinar campañas para concienciar, informar sobre la ordenanza de movilidad y también coercitivas. “Debemos educar y denunciar las veces que haga falta. Con los ciclomotores pasó lo mismo. Cuando se impuso el casco obligatorio muchos jóvenes hicieron caso omiso. Pero la Policía Local hizo una actuación firme –de denuncias e inmovilizaciones generalizadas– y hoy llama la atención ver a alguien sin casco. Con los patinetes pasará lo mismo, va a costar, pero hay que tener paciencia”.

Trabajo conjunto

Paciencia y una colaboración estrecha entre la Policía Local y Movilidad, por eso Velasco celebra que el nuevo gobierno haya unificado ambas delegaciones. Es el primer paso para empezar a decantar un debate enconado sobre el patinete –genera rechazos y adhesiones como cualquier innovación– que para el inspector es un sí rotundo. Con mejoras: “Se deben rediseñar los criterios de construcción de los carriles bici y segregarlos de coches y peatones. En Fernando el Católico tienes una zona ajardinada central donde es fácil meter un carril. Y en Blasco Ibáñez o Hermanos Machado no tienen sentido los tramos pintados sobre la acera”. 

Por último, Velasco cuenta que en las últimas semanas el equipo de atestados se ha reunido con Movilidad para modificar el ámbar en los giros de coches donde haya más de un carril de circulación. “Hay que mirarlo calle por calle, pero si los semáforos se ponen en rojo evitaremos muchos accidentes”. E insiste en reformular algunos puntos de la ordenanza de movilidad de Valencia que muchos compartirán: “Hay que acabar con la sensación de impunidad de los patinetes y dedicar las zonas peatonales exclusivamente a las personas”.